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“Comencé a sentirme abusada”: así es vivir sin desconectar del trabajo

Muchos trabajadores no pueden ejercer su derecho a un descanso de responsabilidades laborales fuera de la jornada de trabajo. Entre los perfiles más frecuentes destacan sanitarios, abogados, ejecutivos y teletrabajadores

Un hombre come mientras trabaja con su tableta en un restaurante.
Un hombre come mientras trabaja con su tableta en un restaurante.Albert Garcia
Monique Z. Vigneault

Es una mañana calurosa de agosto cuando un funcionario de la Inspección de Trabajo se baja del coche enfrente de un hospital público de la Comunidad de Madrid. Entra en el edificio dispuesto a hacer su trabajo. Llega para advertir, de nuevo, a los supervisores de la unidad de enfermería y a la Administración del centro, de que dejen de llamar a las enfermeras y al personal sanitario durante sus días de descanso. El funcionario se marcha tal como ha llegado. Y nada cambia. Este ejemplo que evidencia las vulneraciones en el derecho a la desconexión digital del personal sanitario, construido a través del relato de fuentes del Sindicato de Enfermería de Madrid (Satse Madrid)— no es inusual.

La falta de desconexión de las responsabilidades laborales se extiende por todos los resquicios económicos en España y se observa en un amplio espectro de profesiones: desde el personal sanitario, quienes desempeñan servicios de emergencia, docentes autónomos, profesionales liberales como abogados o asesores e incluso empresarios asentados en puestos de alta responsabilidad. El derecho a apagar los dispositivos es un “lujo inalcanzable” para dos de cada tres (64%) de los mandos intermedios, según una encuesta elaborada por InfoJobs sobre el fenómeno de la desconexión digital. Tampoco pueden olvidarse de su trabajo, aunque haya terminado su jornada tres de cada cuatro directivos (74%) entrevistados por el portal de empleo. Asimismo, los empleados de los sectores de turismo y hostelería —servicios que en gran medida se realizan presencialmente y que suponen casi tres millones de los afiliados a la Seguridad Social—, tampoco se salvan de esta erosión sobre la vida privada.

El derecho a descansar al finalizar la jornada laboral está protegido por la Ley Orgánica 3/2018, y lo afianza la Ley 10/2021. Asimismo, la reciente propuesta del Ministerio de Trabajo a los agentes sociales propone ir un paso más allá: “las personas trabajadoras no pueden renunciar al derecho a la desconexión por exigencia empresarial, por contrato, convenio, o práctica” y se aplicará a todos los ámbitos laborales, tanto presenciales como situaciones de teletrabajo. La situación actual en España, no obstante, se encuentra lejos de esta utopía subrayada por Trabajo: dos de cada tres trabajadores afirman no desconectarse del trabajo cuando finaliza su jornada laboral.

“Trabajo días, tardes, y noches completas”

Los abogados suelen destacar entre los profesionales más sobreexplotadas, al menos a tenor de las horas extra que realizan. Aunque la Ley de Trabajo a Distancia, que regula la desconexión digital, exige definir una frontera clara entre la vida laboral y personal, el mundo de la abogacía, irónicamente, no lo permite. “Esas horas extras que haces, pueden significar la diferencia entre ganar y perder un caso” manifiesta un abogado penalista de un bufete madrileño, que prefiere no ser nombrado por temor a represalias laborales.

Las jornadas interminables, que suelen prolongarse tanto que reducen la distancia entre la oficina y la cama, se consideran como daños colaterales de la naturaleza de esta carrera: demandante, pero a la vez, económicamente gratificante. El 52% de los 2.762 abogados encuestados por el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) tienen dificultad a la hora de equilibrar la vida laboral y privada, según el último Estudio sobre la situación de la abogacía. Esta cifra incrementa cuándo se analiza por sexo: el 58% de las mujeres afirman tener dificultad al conciliar su vida personal.

Los ejecutivos tampoco desconectan

El reto de dejar el móvil quieto en las horas fuera de la oficina también afecta a los ejecutivos, aunque en este caso, los salarios y beneficios que reciben por su categoría profesional recompensan las horas extras trabajadas, según los testimonios recabados por este periódico. Así le sucede a Juan, de 31 años, que ocupa un alto cargo como gestor para grandes empresas. “Cuando tratas con dinero para grandes empresas, hay tanto riesgo y seguridad en juego que sin duda añade mucho estrés y te mantiene conectado”, apunta. “Pero es una carrera apasionante si quieres ese tipo de responsabilidades” matiza.

Las mujeres que ocupan puestos de alta responsabilidad suelen trabajar menos horas extras pagadas que los hombres, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), aunque suelen cobrar menos horas extras que sus homólogos masculinos: una media trimestral de 10.500 horas, frente a las 32.700 facturadas por ellos al cierre de 2023. Asimismo, se observa un nivel de estrés laboral más intenso en mujeres que en hombres asalariados, aunque la brecha es menor. No obstante, en ambos sexos, la brecha entre horas extras pagadas, y horas extras no pagadas es enorme.

El derecho a no ser localizado

El timbre de un mensaje urgente por WhatsApp puede vulnerar el derecho a la desconexión. El sector de sanidad se encuentra entre las profesiones que más sufren de esta invasión en la vida privada. Ricardo Furío Sabate, secretario de acción sindical del Satse Madrid, apunta que la cultura de la desconexión sigue siendo inalcanzable en los hospitales.

“Desde que está WhatsApp, las enfermeras se sienten más obligadas a contestar a los cambios de planillo que llegan desde la supervisora de unidad”, precisa. “No existe esa desconexión. Llaman, y ese ‘por favor’ es un poco obligatorio” continúa Sabate. “Escuchas más casos de burnout. Muchas compañeras han desinstalado el WhatsApp. Otras han dejado la profesión y se están jubilando más temprano. Madrid es la región que peor paga sus enfermeras, y las maltrata diciéndolas que tienen que ir a trabajar”.

El mundo del periodismo o la publicidad es otro sector que batalla con la desconexión. Isabella, de 25 años, ejemplifica la sobreexplotación en este último sector. Renunció a un trabajo en publicidad hace dos semanas. La joven, que sufre de epilepsia, llevaba años arrastrando una sensación de quemazón laboral ocasionada por un despido durante el estallido de la pandemia. Hasta hace poco, trabajaba para una agencia de publicidad que le prometía un aumento de salario a cambio de horas extras interminables. El aumento nunca llegó y se desencadenó una cadena de emociones negativas. “Comencé a sentirme abusada y ese sentimiento fue creciendo a lo largo de los meses” comenta. “Incluso llegué a llorar varias veces frente a la computadora por la frustración”.

El sindicato CC OO insiste en que “la plantilla tiene derecho a no contestar mensajes ni correos electrónicos fuera de la jornada laboral para garantizar el derecho a su tiempo de descanso y vacaciones”. Sin embargo, es algo que sigue pasando.

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Sobre la firma

Monique Z. Vigneault
Periodista multilingüe. Interesada en geopolítica y comercio global. Cursó el Máster de Periodismo UAM-El País.
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