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Europa pierde competitividad frente a Estados Unidos y China

Los costes energéticos y la crisis industrial golpean a la zona euro. Las ayudas públicas europeas no tiran de la inversión con la intensidad que lo hacen en EE UU

Antonio Maqueda

La máquina exportadora europea pierde músculo. Esta es una de las preocupaciones del Banco Central Europeo. En una conferencia en Cunef, el director de Economía del BCE, el español Oscar Arce, explicó que, pese a la moderación de los precios energéticos, estos son mucho más elevados en la zona euro que los que soportan los estadounidenses. Ya lo eran antes de la crisis energética. Y ha empeorado. De ahí que hayan saltado las alarmas sobre una pérdida de competitividad que se ha plasmado en una caída de las exportaciones europeas. Según Eurostat, la UE ha perdido entre 2021 y 2022 un 10% de su cuota de exportaciones mundiales de bienes y servicios. Y se prevé que el dato de 2023 también sea malo.

Contrasta con los cerca de 10 puntos que se ganaron entre 2013 y 2016. En aquellos años el ajuste en competitividad del Sur y la fortaleza de la industria alemana permitieron aumentar su trozo de la tarta. La desaparición del gas ruso barato ha supuesto, sin embargo, una importante pérdida de competitividad, sobre todo para las industrias alemana e italiana. La germana se basa mucho en la producción de bienes que precisan de grandes cantidades de energía al elaborarlos.

Mientras que los costes energéticos llegaron a triplicarse en la zona euro en el pico de la crisis provocada por la Guerra de Ucrania, en Estados Unidos solo subieron un 80%. Y los estadounidenses ya tenían antes de este shock precios energéticos más baratos. En estos momentos, el precio de la electricidad en la industria europea es tres veces más alto. Pese a que lo peor de la crisis se ha superado, las diferencias son ahora mayores.

“La subida de precios ha sido mayor porque en Europa no hay gas y en Estados Unidos sí”, señala Antonio Merino, economista de Repsol. Y añade que los derechos de dióxido de carbono explicaban a finales de 2023 la mitad del aumento de precios en el continente europeo. Mientras que los estadounidenses solo usan la zanahoria de las ayudas para avanzar en la transición climática, los europeos emplean además las penalizaciones por las emisiones contaminantes.

“China también ha estado sufriendo por los costes energéticos, pero lo ha hecho en menor medida porque está recurriendo al carbón, una fuente mucho más contaminante pero más barata”, señalaba Arce, el español que está al frente del análisis económico del BCE.

Deslocalizaciones por la energía

Un informe de la Comisión Europea subraya que los costes energéticos son un factor esencial en la localización de la industria. Y concluye: “Se ha destacado la Inflation Reduction Act [ley de reducción de la inflación, conocida por las siglas IRA] que ha aprobado EE UU y la consiguiente carrera de subsidios, pero las diferencias en los precios de la electricidad pueden desempeñar un papel crítico y se suelen pasar por alto”.

El impacto de los precios se puede observar en la evolución de la industria que es dependiente de la energía frente a la que no lo es. El comportamiento de una respecto a la otra ha sido bastante peor en Europa que en EE UU, según cifras del BCE. Las compañías europeas que necesitan más energía se están quedando atrás.

“Hay una recomposición, algunas empresas están desplazando producción allá donde la energía es más barata”, dijo Arce. Es el caso de Basf, la principal firma química alemana, que llegó a anunciar que reducirá su presencia en Europa mientras la aumentará en Estados Unidos y China. Alegó el encarecimiento de la energía y la sobrerregulación. Aunque todavía es prematuro para tener datos sobre deslocalizaciones, la patronal alemana del sector químico ha advertido de que un quinto de las inversiones del sector se han dirigido a China.

Los centros de datos, tan necesarios ahora en una economía digitalizada, también son muy intensivos en energía. Y la transición hacia el coche eléctrico es otro escollo en el camino: el de combustión requería de una complejidad técnica en la que la industria alemana era imbatible. Pero el eléctrico es mucho más simple de producir. Así se ha barrido de un plumazo la competitividad alemana y China está tomando la delantera en esta industria: el país ha pasado de ser importador neto de vehículos a exportador. Es más, según destaca Merino, los chinos han batido a Alemania como principales exportadores del mundo en química, máquinas herramienta, aparatos eléctricos y automóviles.

La desaceleración china también hace que Alemania exporte menos. Pero no solo eso: para compensar su brusco parón inmobiliario, Pekín está fomentando con fuerza el crédito y las subvenciones a la industria, lo que puede estar generando una sobrecapacidad y hacer que aumente la competencia china por las exportaciones.

Arce apuntó que las exportaciones intensivas en energía están lastrando las ventas al exterior de forma muy acusada. “Quizás no tanto para España, donde son más importantes los servicios, pero sí es un problema para otros países del euro muy dependientes del gas ruso”, indicó.

La energía ha provocado que el saldo comercial haya sufrido un importante deterioro en los principales países del euro. Si bien la buena noticia es que en la segunda mitad del año pasado la UE podría haber registrado un superávit tras siete trimestres consecutivos de déficits.

Retraso estructural

Aunque en los últimos meses se ha visto cierto alivio, las encuestas a empresas PMI muestran que las manufacturas alemanas llevan cerca de dos años contrayéndose. A cierre de 2023, el índice de producción manufacturera cae en la eurozona cerca de un 5% respecto a los niveles de diciembre del 2021. Y en las manufacturas electrointensivas ningún país de la zona euro ha recuperado las cotas de 2019. “El pobre comportamiento de la industria parece tener un componente estructural”, apunta María Jesús Fernández, analista de Funcas.

Isabel Schnabel, miembro del consejo ejecutivo del BCE, declaró la semana pasada que Europa acumula un retraso estructural con Estados Unidos, debido a una peor evolución de la productividad, menor inversión pública y tecnológica, peor formación de los trabajadores en tecnología, empresas más pequeñas y más burocracia y barreras al crecimiento empresarial. En un contexto de envejecimiento de la población y en el que se prefiere trabajar menos horas, es esencial mejorar la productividad para sostener el Estado de bienestar y las inversiones, advertía. Sin embargo, desde principios de siglo Europa ha perdido un 20% de la productividad respecto a Estados Unidos. Se está abriendo una brecha tecnológica, apuntaba.

Todo ello se está reflejando en la inversión. En Alemania está deprimida. “Es más atractivo invertir en Estados Unidos, con unos costes energéticos más baratos y un intenso apoyo público basado en deducciones fiscales fáciles de aplicar”, dice Manuel Balmaseda, director del Instituto de Banca y Finanzas. Washington ha lanzado tres programas masivos: el IRA, el de chips y el de infraestructuras. Los estadounidenses han logrado poner en marcha más de un centenar de proyectos con inversiones superiores a los 1.000 millones de dólares. Se calcula que solo en cambio climático y energía, el IRA podría suponer un desembolso superior al billón de dólares en diez años (más de 900.000 millones de euros).

Por el contrario, en Europa cuesta desplegar los fondos Next Generation, dotados con más de 800.000 millones de euros. Su ejecución está siendo lenta. La Comisión solo ha repartido el 27% y los países todavía tienen que, a su vez, implementarlos cumpliendo con límites a las ayudas de Estado. Cuatro años después de crearlos, empantanados en la burocracia, estos fondos no están teniendo el impacto tractor esperado. “La inversión está disparada en Estados Unidos mientras que en Europa no despega”, subraya Balmaseda.

España aguanta

No obstante, España ha salido por ahora relativamente bien parada de esta crisis del sector exterior y de la industria. A pesar de la caída del 2023 en las exportaciones de bienes, es el único país de los grandes europeos cuyo saldo comercial ha aguantado gracias al turismo, los servicios empresariales y el automóvil. Además, a pesar de que la cifra de negocio de la industria cayó un 1,6% el año pasado, su producción manufacturera resiste frente al hundimiento continental. La economía española y la italiana han logrado recuperar sus cuotas de exportación de bienes y servicios previas a la pandemia en términos reales. Aunque si se compara con 2010, el sector exterior transalpino ha ido peor que el español. En cambio, Alemania y Francia han perdido más de un 5% de sus cuotas de exportación respecto al periodo precovid.

Aun así, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, lanzó una advertencia la semana pasada. Aunque los convenios han mostrado moderación salarial y se ha dado un porcentaje bajo de cláusulas que garanticen el poder adquisitivo, los salarios han subido bastante por encima de los convenios en un contexto de aumento de las vacantes. Y los costes laborales por unidad producida han subido todavía más por las cotizaciones y la baja productividad. Esto implica que a futuro, de mantenerse esta tendencia, podría haber un riesgo de pérdida de competitividad por la vía de los precios, alertó Cos.

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Sobre la firma

Antonio Maqueda
Periodista de la sección de Economía. Graduado en Periodismo en la Universidad de Navarra y máster por la Universidad de Cardiff, ha trabajado en medios como Cádiz Información, New Statesman, The Independent, elEconomista y Vozpópuli.
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