De la lista Forbes al abismo: el poder se acaba para los tres visionarios de las criptomonedas
Do Kwon (TerraLuna), Sam Bankman-Fried (FTX) y Changpeng Zhao (Binance), otrora estrellas ascendentes del sector, han abandonado sus puestos de mando por prácticas ilegales
Diciembre de 2021. El bitcoin acaba de tocar máximos históricos por encima de los 69.000 dólares. El portal especializado Coindesk otorga el título de hombre más influyente del mundo cripto al californiano Sam Bankman-Fried (SBF), jefe de la plataforma de compraventa FTX. En la lista también están el coreano Do Kwon, fundador de la divisa digital Luna, y el canadiense de origen chino Changpeng Zhao (CZ), mandamás de Binance, el gran competidor de FTX. Los tres llaman la atención de la revista Forbes, que elige a Kwon entre las 30 personalidades más importantes de Asia menores de 30 años, y sitúa a SBF y CZ en puestos de honor de su clasificación de los más ricos del planeta.
Son días de vino y rosas. El estadounidense dirige su negocio desde una mansión en Bahamas junto a un grupo de amigos. Algunos medios le comparan con el célebre inversor Warren Buffett. Y nada en la abundancia: es el segundo hombre de la historia con una mayor fortuna antes de cumplir 30 años, concretamente 22.500 millones de dólares, solo por detrás de un tal Mark Zuckerberg. El canadiense CZ no se queda atrás. Escala puestos día tras día, y Forbes le atribuye una suma de 65.000 millones de dólares. Por encima del español Amancio Ortega y su imperio Inditex. “No sé cuánto dinero tengo”, dirá en una entrevista con EL PAÍS en abril de 2022.
Los tres tuitean con brío y prometen una vida mejor para quienes coloquen sus ahorros en el incipiente universo de las criptomonedas, llamadas a arrebatar a los bancos centrales el monopolio del dinero. “El ciclo lunar no ha hecho más que empezar”, dice trascendente Kwon, quien tras salir de la Universidad de Stanford (California), donde estudió ciencias computacionales —lo mismo que CZ—, trabajó para Apple y Microsoft.
Aficionado a los videojuegos, algunos domingos comparte con su millón de seguidores en X (entonces Twitter) fotografías en las que aparece jugando al Starcraft, una aventura futurista que enfrenta a tres razas por el control de la galaxia. Las revalorizaciones de Luna están haciendo ganar montañas de dinero a quienes la compraron, lo que alimenta su reputación de genio visionario. El mundo parece un lugar amable y ellos, jóvenes innovadores. SBF, hijo de dos prestigiosos catedráticos de Derecho, graduado en Física por el renombrado Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), también se evade jugando al Starcraft, y al League of Legends.
Starcraft Sundays pic.twitter.com/t5edFyakpk
— Do Kwon 🌕 (@stablekwon) March 6, 2022
La aristocracia cripto se presenta así ante el mundo con una cierta estética nerd que no desentona con el nuevo ecosistema digital de Silicon Valley y la adicción a las pantallas. Su objetivo es ambicioso porque su materia prima es codiciada: el dinero, al que buscan empujar a un salto tecnológico sin precedentes. “Lo más emocionante de las criptomonedas es que facilitarán la Gran Migración de la actividad humana del mundo físico a internet”, afirma Kwon.
Algunos de los hombres más prominentes de compañías de éxito, como Elon Musk (Tesla) o Jack Dorsey (cofundador de Twitter), tan ricos como excéntricos, no solo les dan su bendición, sino que las promueven en sus redes sociales. Y como suele ser inevitable con todo negocio que implique ganancias rápidas, Wall Street entra en escena: la plataforma estadounidense Coinbase comienza a cotizar y pone la inversión en criptomonedas al alcance de los habituales de la Bolsa.
El ascenso cripto tiene su efecto rebote. Un ejército de detractores al que se suman numerosos premios Nobel, banqueros centrales y economistas. Y en medio de las crecientes trabas regulatorias, una intensa labor de lobby comienza. CZ se deja ver con ministros y jefes de Estado de todo el mundo en una gira frenética. Se fotografía con el francés Emmanuel Macron —al que promete colocar en París su sede europea a cambio de una regulación amable—. Y por supuesto con el salvadoreño Nayib Bukele, convencido de poder convertir a la nación centroamericana en una potencia mundial de las criptomonedas.
SBF, mientras tanto, tira de chequera sin miramientos para contratar a estrellas del deporte, patrocinar estadios de la NBA y anunciarse en el carísimo intermedio publicitario de la SuperBowl. Y busca expandir su influencia regando de efectivo la campaña del entonces aspirante demócrata Joe Biden, convirtiéndose, con 5,2 millones de dólares, en su segundo mayor donante, solo por detrás de los 56 millones del exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg. Ganarse a los políticos pasa a ser una prioridad.
Hasta que algo falla.
Diciembre de 2023. El bitcoin vale un tercio menos que en sus mejores tiempos, aunque parece desperezarse de un oscuro periodo de caídas de la cotización repleto de malas noticias. El llamado criptoinvierno. La velocidad de la industria para cambiar de rumbo se aplica también a sus directivos. Ninguno de los miembros del prometedor triunvirato está ya en primera línea para verlo. Do Kwon lleva ocho meses bajo custodia policial en Montenegro tras haber sido detenido en el aeropuerto de aquel país, en un intento desesperado de prolongar su huida. Y la justicia acaba de autorizar su extradición, aunque nadie sabe bien a dónde. Lo reclaman tanto su país de origen, Corea del Sur, como EE UU, por haber defraudado 40.000 millones de dólares y dejado en la ruina a los millones de inversores que compraron Luna y en mayo de 2022 vieron como su valor pasaba a ser cero en solo unos días.
FTX quebró hace un año. Y hubo responsables y negligencias. Sam Bankman-Fried fue detenido en Bahamas, extraditado a EE UU, y se enfrenta a una pena máxima de 110 años de cárcel como responsable de un agujero de 10.000 millones de dólares. Los testimonios de su equipo y del auditor que se hizo cargo de la reestructuración de la firma para tratar de recuperar lo máximo posible, hablan de que la plataforma no mantenía los libros y registros apropiados, ni los controles de seguridad. Y se usó un software para ocultar el mal uso de los fondos de los clientes, con los que se compraron casas y artículos personales.
Todo se reducía, en palabras del auditor, a “un grupo muy pequeño de personas sin experiencia ni preparación”. En sus manos acabó un transatlántico que les quedaba grande y se hundió. Los usuarios no han recuperado su dinero, y SBF aguarda el resultado del juicio en el Brooklyn’s Metropolitan Detention Center de Nueva York, donde comparte espacio con otros detenidos de alto perfil, como el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández, acusado de tráfico de cocaína. Allí, en la cárcel, la moneda de cambio es otra. Según el Wall Street Journal, Bankman-Fried pagó con latas de caballa un corte de pelo.
El mejor parado de los tres (hasta ahora) es Changpeng Zhao. Sobre todo porque sigue libre. La justicia estadounidense le obligó el mes pasado a dejar su puesto como consejero delegado de Binance, y en un acuerdo con el Departamento de Justicia, aceptó abonar una multa de 50 millones de dólares tras declararse culpable de violar las leyes sobre blanqueo de capitales en EE UU. Binance también deberá rascarse el bolsillo y pagar unos 4.000 millones de euros, pero la sanción no pone en peligro la supervivencia de la compañía, líder global absoluto de las transacciones cripto, por las que cobra lucrativas comisiones a cambio.
Zhao, referente de la comunidad cripto con 8,7 millones de seguidores en X, incluso podrá mantener el control accionarial de la compañía. Su castigo, por tanto, es el de perder el poder directivo que le llevaba a codearse continuamente con líderes políticos y empresariales. Él mismo se dice sorprendido por su brusco cambio de vida. “Lo primero que haré será tomar un descanso. No he librado ni un solo día en los últimos seis años y medio. Estoy ‘disfrutando’ de todo el tiempo libre que tengo de repente”, tuiteaba poco después de conocerse su salida forzosa.
A sus antaño rivales Do Kwon y Sam Bankman-Fried, despojados de sus fortunas y sus empresas, y odiados por los millones de clientes a los que dejaron sin ahorros, les gustaría que su mayor preocupación consistiera en algo tan trivial como qué hacer para llenar de actividades una agenda que se ha teñido de blanco.
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