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Coinbase lleva la volatilidad del bitcoin al corazón de Wall Street con un gran estreno bursátil

La plataforma de compra y venta de criptomonedas sube con fuerza en su primer día de cotización. Su valor de mercado llegó a superar los 100.000 millones de dólares, como el Santander y el BBVA juntos

Álvaro Sánchez
Brian Armstrong, cofundador y consejero delegado de Coinbase, durante una charla en California, el pasado octubre.
Brian Armstrong, cofundador y consejero delegado de Coinbase, durante una charla en California, el pasado octubre.Matt Winkelmeyer (EL PAÍS)

Uno de los grandes acontecimientos bursátiles de 2021 ha resultado ser el estreno de un negocio dedicado a las criptomonedas, activo que compite con el mercado de acciones por atraer inversores. La paradoja, consumada con el debut este miércoles de Coinbase en el índice tecnológico estadounidense Nasdaq, pone fin a la separación entre dos mundos, el de las Bolsas y el de las divisas electrónicas, que hasta ahora circulaban por carreteras diferentes. La firma, nacida hace nueve años del ingenio de dos veinteañeros estadounidenses, tuvo el estreno soñado: sus títulos se revalorizaron un 31% hasta los 328 dólares, elevando su capitalización bursátil por encima de los 85.000 millones de dólares tras perder algo de fuelle al final de la sesión. La cifra, en cualquier caso, pulveriza los 8.000 millones de dólares en que la valoraba su última ronda de financiación, acometida hace solo tres años.

Los más escépticos no dejaron pasar la macabra coincidencia de la muerte en prisión de Bernard Madoff y el estreno bursátil de Coinbase para recordar que los peores vicios del capitalismo siguen vivos. Los inversores, en cambio, estaban a lo suyo: ganar dinero gracias al prometedor futuro que algunos auguran a las criptomonedas. Y muchos de ellos lo lograron. El repunte de la cotización de Coinbase, en medio de una volatilidad frenética, llegó a colocarla en el grupo de elegidas de Wall Street, no muy lejos de compañías tan reputadas como Goldman Sachs o American Express.

Llevando la comparación a las empresas españolas, su valor superó por momentos la suma de los dos mayores bancos nacionales: el Santander y el BBVA. Precisamente esta última entidad es una de los beneficiarias de su eclosión. En 2015 compró una participación en Coinbase durante una ronda de financiación a través de Propel Venture Partners. El valor de esa inversión se ha multiplicado seis años después, aunque la cantidad no es desmesurada. Coinbase captó 75 millones de dólares de varios inversores en aquella ronda, y si bien el BBVA prefiere no comentar el tamaño de su participación, explica que es “significativamente inferior al 1%”.

El negocio de Coinbase tiene varias patas. Su plataforma permite a los inversores comprar y vender criptomonedas, ya sean 10 dólares o 10 millones. Proporciona a los negocios que lo requieran pasarelas de pago para vender por internet sus productos en criptomonedas. Ofrece servicios de custodia a los que acumulan importantes cantidades en este tipo de activos. Y cobra a los creadores de nuevas divisas por incluirlas en su lista. Entre sus clientes más célebres está la empresa de coches eléctricos Tesla, que adquirió meses atrás 1.500 millones de dólares en bitcoins. Raúl Marcos, experto en criptomonedas y consejero delegado de carbono.com, cree que su diversificación internacional y el hecho de que dispongan de licencias para operar les hacen estar bien posicionados. “Se aprovechan de la nueva ola, con el desembarco de inversores institucionales, fondos de inversión y empresas, Esos clientes no puede utilizar un exchange no regulado”, apunta.

En plena ebullición del bitcoin, que supera los 63.000 dólares, máximos históricos, y se ha revalorizado cerca de un 800% en un año, el negocio florece. Coinbase ha dado un enorme salto cualitativo en el primer trimestre, un periodo en el que sus ingresos escalaron a 1.800 millones desde los 190 millones de hace un año, y su beneficio rebasó los 700 millones. Su servicio parece vivir un crecimiento imparable: es utilizado a día de hoy por 56 millones de clientes, frente a los 43 millones de finales de 2020 y los 32 millones de un año antes.

La euforia en torno a las criptomonedas ha acabado haciendo multimillonarios a los dos jóvenes que supieron ver venir el negocio. Su consejero delegado, Brian Armstrong, de 38 años, tuvo un paso fugaz por la plataforma de alquiler turístico Airbnb antes de fundar la empresa en 2012. Lo hizo junto a Fred Ehrsam, aún más joven, de 32 años, un antiguo trader de Goldman Sachs graduado con honores en ciencias de la computación por la Universidad de Duke (Carolina del Norte), el mismo título que obtuvo Armstrong por la Universidad de Rice (Texas). Además, soluciona unos cuantos problemas económicos a sus 1.700 empleados, cada uno de los cuales recibió 100 acciones de regalo por parte de la firma antes de la salida a Bolsa, unos 40.000 dólares por cabeza si alguno decidió venderlas al empezar a cotizar.

Su salto a Wall Street la convierte en una de las escasas opciones de invertir en criptomonedas a través del mercado de valores sin tener que sumergirse en los complejos mecanismos de compra de estos activos. Hasta ahora, ese papel estaba casi desierto, y solo empresas como MicroStrategy, especializada en servicios en la nube, que posee 6.000 millones de dólares en bitcoins que prácticamente triplican su valor medio de adquisición, actuaban como vía indirecta para estar expuesto al bitcoin a través de acciones.

El estreno de Coinbase no solo ha llamado la atención por el tipo de negocio al que se dedica. La empresa, sabedora de la enorme demanda de sus títulos, decidió empezar a cotizar directamente, sin bancos colocadores. El método contribuye a elevar la volatilidad, y es poco habitual, aunque en el pasado ya ha sido utilizado por firmas como Spotify o Slack.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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