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De la mansión de lujo a una cárcel llena de ratas, la caída del joven rey de las criptomonedas

Sam Bankman-Fried llevaba una vida de excesos, drogas y poliamor con los fondos de los clientes de FTX

Samuel Bankman-Fried, al salir esposado y escoltado por la policía de la vista en el juzgado de Nassau que le denegó la libertad condicional.Foto: Austin Fernander | Vídeo: Reuters; EFE
Miguel Jiménez

Un trayecto de 27 kilómetros separa el exclusivo complejo residencial de Albany de la cárcel de Fox Hill, casi en los dos extremos de Nueva Providencia, la isla más poblada de las Bahamas. Entre ambos lugares, hay un mundo de distancia. El joven rey caído de las criptomonedas, Sam Bankman-Fried, ha pasado de la mansión de lujo donde llevaba una vida de excesos, drogas y poliamor con otros amigos y directivos de FTX —a costa del dinero de clientes e inversores estafados— a una cárcel en condiciones lamentables.

La única prisión de Bahamas sufre problemas de “hacinamiento, mala alimentación, saneamiento inadecuado y atención médica insuficiente”, con “celdas infestadas de ratas, gusanos e insectos”, según el último informe del Departamento de Estado sobre el país. El juez denegó a Bankman-Fried la libertad bajo fianza y deberá esperar allí hasta ser extraditado a Estados Unidos, donde el fiscal le acusa de ocho delitos que conllevan un máximo de 115 años de cárcel.

La prisión de Fox Hill, en Nassau (Bahamas).
La prisión de Fox Hill, en Nassau (Bahamas).MARIA ALEJANDRA CARDONA (REUTERS)

Sus padres, profesores de Derecho en Stanford, acudieron a la vista y se despidieron de él con un abrazo. Bankman-Fried se despide también de una vida de excesos financiados con los 8.000 millones de dólares (una cantidad similar en euros) supuestamente desviados de los clientes del mercado de criptodivisas FTX. Bankman-Fried y otros directivos usaron cientos de millones para comprar casas de lujo en Bahamas para ellos y los empleados. El fundador de la firma vivía en una gran mansión junto con otros veinteañeros amigos y a la vez directivos del grupo. Sus padres disfrutaban de otra casa en la isla, pagada también por la empresa, que compró decenas de viviendas para sus empleados.

No se privaban de nada. El Financial Times publicó que tras trasladar la sede de la compañía de Hong Kong a Bahamas el pasado año, los empleados descubrieron que allí no llegaba el reparto de Amazon. Contrataron un servicio privado de transporte aéreo, de forma que los envíos llegasen a Miami y, de ahí, a la isla.

Vida en común

Bankman-Fried, de 30 años, no solo engañó a inversores, prestamistas y clientes. También vendió de sí una falsa imagen de persona austera (que conducía un Toyota Corolla y vestía en camiseta y bermudas) y altruista, que solo quería ganar dinero para entregarlo a buenas causas. Cuando hablaba de su mansión de lujo de 30 millones de dólares, se refería a ella como “un apartamento” para cuatro personas que habían convertido en uno para diez. “Es agradable, aunque estamos hacinados”, decía en una entrevista a la CNBC, hace poco más de tres meses, cuando aún presumía del legado que iba a dejar al mundo con su generosidad. Comida, masajes y gasto en locales de la zona corrían por cuenta de la empresa. Los límites entre trabajo y vida personal se desdibujaban.

A los otros nueve compañeros de piso los había conocido en el Massachusetts Institute of Technology (donde estudió Física) o en la firma de inversión Jane Street, donde inició su carrera profesional y aprendió métodos de inversión cuantitativos. En el grupo que vivía en la mansión estaban los otros dos fundadores de FTX, Gary Wang (jefe de tecnología) y Nishad Singh (director de ingeniería), así como Caroline Ellison, la gestora de Alameda Research, la firma cripto privada de Bankman-Fried, que ha desempeñado un papel clave en el fraude.

Ellison, de 28 años, ha sido la pareja más estable de Bankman-Fried, pero según la publicación especializada Coin Desk, la misma que reveló la noticia que provocó el derrumbe del grupo, “los diez están, o solían estar, emparejados en relaciones románticas entre sí”. Practicaban el poliamor, una forma consensuada de poligamia en la que las parejas buscan múltiples relaciones románticas o sexuales o, según la profesora de la Universidad de Washington experta en la materia Riki Thompson, vivían más bien una polícula (palabra formada con poliamor y molécula), una red de relaciones románticas interconectadas. The Wall Street Journal también ha publicado que las relaciones románticas entre los miembros de las altas esferas de FTX eran comunes.

La propia Caroline Ellison escribió un mensaje en la red social Tumblr en el que se refería a su experiencia: “Cuando comencé mi primera incursión en el poli [amor], pensé en ello como una ruptura radical con mi pasado. Pero para ser sincera, he llegado a la conclusión de que el único estilo aceptable de poli se caracteriza mejor como un ‘harén chino imperial’... ninguna de estas tonterías no jerárquicas. Todos deberían tener una clasificación de sus parejas, la gente debería saber dónde se ubican en la clasificación y debería haber luchas de poder por las clasificaciones”, dijo.

Bankman-Fried se mostraba molesto en una entrevista reciente cuando le preguntaban por ello, tras publicarse las primeras informaciones al respecto: “En mi humilde opinión, como sociedad ya hemos gastado el tiempo suficiente esta semana tratando de averiguar si alguien que vive en Albany practicaba el poliamor”, contestó. El fundador de FTX asegura que ya no mantenía ninguna relación sentimental con Ellison. Publicaciones especializadas aseguran que ha sido vista en Nueva York y especulan con que esté negociando colaborar con las autoridades en las investigaciones contra Bankman-Fried.

Medicación

Estimulantes, antidepresivos y otros fármacos formaban parte también de la dieta habitual de la mansión de Albany. “Nada como el consumo regular de anfetaminas para apreciar lo tonta que es la experiencia humana normal, no medicada”, tuiteó Ellison el año pasado. “Estimulantes al despertar, somníferos si los necesitas al dormir”, tuiteó en 2019 Bankman-Fried, que en una entrevista para un podcast aseguró en 2020 que “probablemente la mitad de la gente o más debería tomar medicamentos de algún tipo, porque simplemente te hacen la vida mucho mejor”.

Alababa especialmente los nootrópicos, o fármacos que potencian el cerebro, que te pueden “cambiar la vida”. En una entrevista reciente en un foro del New York Times aseguraba que nunca vio que se consumiesen drogas ilegales en la oficina o en las fiestas de su mansión. Precisaba luego que eran más bien cenas, que no había fiestas salvajes y que ni siquiera se bebía apenas alcohol. “Cuando hacíamos fiestas jugábamos a juegos de mesa”, aseguraba.

Bankman-Fried asegura que consumía fármacos que le habían recetado para concentrarse. En la vista de la libertad condicional lo primero que hizo fue reclamar su medicación, que le había sido retirada en la detención. Cuando dijo que para ponérsela tenía que quitarse la camisa, el juez le dijo que saliera. El fundador de FTX usa parches de Ensam, un potente antidepresivo.

La montaña de engaños tuvo un gran envoltorio. Antes del colapso del grupo, Bankman-Fried se había gastado 135 millones de dólares en patrocinar a los Miami Heat, el equipo de la NBA. También había fichado a famosos como la supermodelo Gisele Bundchen, su exmarido Tom Brady, el mejor jugador de fútbol americano de la historia, o la estrella del baloncesto Stephen Curry. Colocó un anuncio en la Superbowl. También hizo donaciones multimillonarias al Partido Demócrata y al Republicano, que la fiscalía considera ilegales porque se financiaban con los fondos de los clientes de la plataforma.

La fortuna de Bankman-Fried llegó a superar los 25.000 millones de dólares —sobre el papel— cuando FTX valía más que el Deutsche Bank. Recibió cientos de millones de dólares en “préstamos” de la empresa, de nuevo con dinero de los clientes. Ahora dice que le quedan unos 100.000 dólares en el banco. Tiene además deudas multimillonarias con la empresa.

Un comienzo exitoso

Bankman-Fried era un estudiante brillante. Nacido en 1992 en el campus de la Universidad de Stanford, donde ejercían sus padres, mostró su capacidad para las matemáticas desde adolescente. Lo pasó mal en el instituto y luego ingresó en el MIT, donde encajó en una fraternidad donde había más partidas de videojuegos que borracheras y conoció a Wang, ya por entonces experto en criptomonedas. Hizo prácticas en la firma de inversión Jane Street Capital y se incorporó a ella tras licenciarse. Se le daba bien. Allí conoció a Caroline Ellison.

Por entonces había empezado a mostrar interés en el altruismo y sostenía que en lugar de trabajar para un centro de ayuda a los demás era más efectivo hacerse rico y donar su fortuna. Al cabo de tres años, dejó Jane Capital y montó con Wang, experto en tecnología que por entonces había empezado a trabajar en Google, su propia firma de inversión especializada en criptomonedas, Alameda Research, domiciliada en Delaware, pero con sede en Berkeley (California).

La idea era sencilla y salió bien: se trataba de hacer arbitraje, aprovechar las diferencias de precios entre mercados. El bitcoin cotizaba mucho más alto en Corea del Sur y en Japón que en Estados Unidos. Si era capaz de vencer las trabas regulatorias y los problemas de liquidez de un mercado poco desarrollado como el de los criptoactivos, podía comprar criptodivisas en Estados Unidos y venderlas en Asia hasta un 30% más caras. Dinero fácil.

Alameda tuvo éxito. El siguiente paso parecía natural: ser él mismo el que crease una plataforma de negociación de criptodivisas para facilitar un mercado líquido y relativamente organizado que facilitase a grandes y pequeños inversores el acceso a las criptomonedas. Dio el paso en 2019. Fundó el mercado en Hong Kong, que tenía una regulación más favorable. Era en realidad una buena idea, el mercado funcionaba razonablemente bien, estaba bien diseñado y fue un éxito comercial, aunque ya presentaba deficiencias en sus sistemas de control de riesgos y en la operativa interna (se autorizaban los deembolsos con emoticonos en chats internos).

Sin embargo, desde el principio era un fraude, porque las garantías y condiciones que se imponían a todos los demás clientes, no se le exigían a Alameda, la firma del propio Bankman-Fried, algo que ocultó a inversores y depositantes. Además, los fondos de los clientes de FTX se desviaban a Alameda, que los tomaba con un préstamo, pero sin verdaderas garantías. Los fondos de FTX, dirigido por Bankman-Fried, y de Alameda, con Ellison al frente, se mezclaron.

Mientras el mercado fue viento en popa y Alameda seguía ganando con sus inversiones, Bankman-Fried pudo engañar a todo el mundo. Con la crisis de las criptomonedas emprendió una huida hacia delante hasta que se descubrió el pastel: había desviado 8.000 millones de los clientes a su propio fondo. El héroe de las criptomonedas era un villano, según los cargos presentados contra él. Si resulta condenado, le espera una larga temporada entre rejas.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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