_
_
_
_
_

El miedo a una recesión sacude los mercados: las Bolsas se desploman y suben los bonos de deuda soberana

El temor a que la Reserva Federal suba los tipos con fuerza y provoque una recesión penaliza a los activos de riesgo. El Ibex 35 cae un 2,47% y cierra en 8.183 puntos

Operadores de la Bolsa de Nueva York, el pasado viernes.
Operadores de la Bolsa de Nueva York, el pasado viernes.SPENCER PLATT (AFP)
Álvaro Sánchez

La huida de los activos de más riesgo está provocando un auténtico vuelco en los mercados financieros. Las autoridades monetarias están teniendo dificultades para lidiar con el binomio inflación-crecimiento. Si las subidas de tipos de interés con las que los bancos centrales buscan frenar la escalada de los precios se pasan de frenada, el avance del PIB se pone en riesgo al encarecerse la financiación. Y si se quedan cortas, el peligro de una espiral de precios se acentúa, y con ella aumentan las tensiones sobre el consumo y los márgenes de las empresas. En ese contexto, el mal dato de inflación de mayo en EE UU ha inclinado la balanza: los inversores están descontando la posibilidad de que la Reserva Federal se vea empujada a subir los tipos más agresivamente este año, lo que amenaza con desencadenar una recesión en la primera economía del planeta.

Las consecuencias de esa creciente incertidumbre son visibles en los mercados este lunes. Las Bolsas profundizaban en las caídas de las últimas semanas, con descensos del 2,47% en el Ibex 35 hasta los 8.183 puntos, y un desplome similar en el Eurostoxx 50. El selectivo español ha perdido cerca del 7% en lo que va de año, y aunque su comportamiento está siendo mejor que el de sus pares europeos, también fue peor el año pasado, cuando el resto volvió de la pandemia con más fuerza, y se esperaba que este 2022 pudiera remontar el vuelo con el impulso de los fondos comunitarios y de una potente recuperación española a la que la guerra en Ucrania y la subsiguiente crisis energética han restado entusiasmo.

En los principales índices estadounidenses la sangría está siendo aún peor, con el Nasdaq tecnológico dejándose más de un 4% mediada la sesión y el S&P 500 haciendo lo propio un 3,5%. Eso significa que este último índice ha entrado en el denominado bear market, o mercado bajista, la expresión que se usa en EE UU para hablar de caídas superiores al 20% desde máximos.

Los temblores también llegaron a la deuda. Las primas de riesgo de los países de la periferia europea no dejan de subir. La de España repuntó por encima de los 130 puntos, la de Italia sobrepasó los 240, y la de Grecia ronda los 280, umbrales que no se veían desde la pandemia. Detrás de esos movimientos está el aumento de la rentabilidad de los bonos a diez años, que en el caso español roza el 3%, máximos de 2014, en el italiano el 4%, y en el griego el 4,5%, lo que contribuye a elevar el diferencial con el alemán, del 1,6%. Por su parte, el bono estadounidense a diez años ofrece un 3,28% de rentabilidad, la más alta desde 2011.

En una inversión menos ortodoxa, pero cada vez más extendida, como la de las criptomonedas, tampoco hubo tregua. Protagonizaron su enésima jornada de pérdidas, con el bitcoin rompiendo a la baja los 24.000 dólares, esta vez ante el estallido de la crisis de Celsius Network, una de las grandes plataformas, que congeló las retiradas de fondos a sus clientes por problemas de liquidez.

En paralelo, los valores refugio están funcionando como tales: el oro se mantiene en niveles históricamente altos más allá de los 1.800 dólares, y el dólar no está lejos de una paridad con el euro que no se ve desde hace 20 años. Solo el yen japonés está incumpliendo su habitual papel de refugio frente a las turbulencias: su banco central ha optado por una política monetaria flexible que ha llevado a la divisa a mínimos de 24 años frente al dólar.

Natalia Aguirre, directora de Análisis y Estrategia de Renta 4, lo resume así. “El viernes se esperaba un dato de IPC americano que confirmase que ya habríamos visto el techo de inflación en EE UU. Y no fue así, sino que volvió a marcar un nuevo máximo. En el caso de Europa, tampoco está claro dónde está el techo de inflación, especialmente teniendo en cuenta la elevada dependencia energética y el embargo al crudo ruso. Así que los bancos centrales se enfrentan al difícil escenario de tener que primar el control de la inflación sobre el crecimiento, y el mercado está descontando cada vez más subidas de tipos para controlar la inflación”.

Pendientes de la Fed

En ese escenario de rojo, rojo y más rojo, todos miran a la reunión de la Reserva Federal de esta semana. El mercado anticipaba subidas de 50 puntos básicos para junio y julio, pero el 8,6% de inflación de mayo ha sorprendido negativamente, y ahora se especula con que la Fed irá más allá anunciando incrementos de 75 puntos básicos, algo no visto desde 1994, lo que supondría un jarro de agua fría para el gasto de los consumidores, la actividad empresarial y el crecimiento en general. Los analistas de ING no esperan que la autoridad monetaria estadounidense vaya tan lejos, y mantienen ciertas dosis de optimismo sobre la economía norteamericana en medio del escepticismo. ”Si bien los ingresos de los hogares no están a la altura del aumento del coste de vida, los consumidores parecen dispuestos a gastar algunos de sus ahorros acumulados para mantener su estilo de vida”.

Los precios en la zona euro no están evolucionando de forma muy diferente a los estadounidenses. Se situaron en el 8,1% en mayo, apenas cinco décimas por debajo de los norteamericanos, lo que mantiene la presión sobre el Banco Central Europeo. Su presidenta, Christine Lagarde, se comprometió a evitar la fragmentación en los mercados de deuda, esto es, a que las primas de riesgo de unos países se disparen frente a otras, pero no ha desvelado con qué instrumentos cuenta para frenar ese desenlace, una vez parece agotado el recurso al whatever it takes —haré todo lo que sea necesario— que en el pasado bastó al expresidente Mario Draghi para salvar los muebles.

Draghi afronta la crisis ahora desde otro puesto, el de primer ministro de Italia. Su nombre es un antídoto contra la ansiedad de los mercados. Pero hasta cierto punto. Él mismo lo ha advertido varias veces desde que comenzó su mandato hace ya algo más de un año. Pero ahora, justo cuando su Ejecutivo afronta las mayores turbulencias internas, hay señales desde el exterior de que ningún blindaje es a prueba de bombas. La prima de riesgo italiana se situó el lunes en los 243 puntos, un nuevo máximo que sitúa el aumento en 108 puntos en lo que va de año. El punto más alto desde que se decretó el confinamiento por la pandemia de covid-19, informa Daniel Verdú.

En su última reunión, el Consejo de Gobierno del BCE se comprometió a subir los tipos de interés en 25 puntos básicos en julio, el primer aumento de la tasa en 11 años, así como a volver a subir el precio del dinero en septiembre a un ritmo incluso más intenso. En su comparecencia ante la prensa del pasado jueves, Christine Lagarde recordó que el BCE dispone de instrumentos para combatir la fragmentación, como la capacidad de reinversión de la deuda adquirida bajo el programa antipandemia (PEPP), que será implementada con total flexibilidad de tiempo y jurisdicciones. Sin embargo, la falta de detalles en su explicación creó un clima de inseguridad palpable en mercados del sur de Europa como el italiano, el portugués o el español.

Esa falta de precisión en detallar futuros planes que acompañen la decisión de subir el precio del dinero ha levantado algunas críticas en Italia. Sin embargo, el país transalpino tampoco ha completado las tareas exigidas por la Comisión Europea para recibir los fondos del Plan de Recuperación, y eso despierta alguna inquietud también desde Bruselas.

Este martes la alemana Isabel Schnabel, miembro del Consejo de Gobierno del BCE, puede dar nuevas pistas en la conferencia que imparte en el gran anfiteatro de la Universidad de la Sorbona de París sobre la fragmentación financiera en Europa. Mientras, los inversores venden el riesgo de las acciones, las criptomonedas y los países más endeudados. El Barón de Rothschild solía decir que el mejor momento para comprar era cuando había sangre en las calles, un modo de señalar que en ese momento casi nada podía devaluarse más porque el miedo estaba en máximos. En los mercados, sin embargo, lo difícil es adivinar si la guerra está terminando o solo acaba de empezar.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_