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Macron y Draghi forjan su propio eje para reformar las reglas fiscales de la UE

París y Roma cierran filas y no descartan plasmar su alianza en un documento conjunto en el que recogerían su visión sobre el futuro de la Unión

Draghi y Macron, el pasado 13 de noviembre en París.
Draghi y Macron, el pasado 13 de noviembre en París.DPA vía Europa Press (Europa Press)

El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Mario Draghi, hacen gala desde hace semanas de una clara sintonía sobre el futuro de la UE y, en particular, sobre su gobernanza económica. Y ambos están dispuestos a liderar una ofensiva para transformar de manera drástica las normas sobre fiscalidad, inversión y ayudas de Estado que agravaron la primera gran crisis del euro (2010-2014) y que amenazan con frustrar o lastrar la recuperación tras la pandemia. París y Roma cierran filas y, según varias fuentes europeas, no descartan plasmar su alianza en un documento conjunto en el que recogerían su visión sobre el futuro de la UE.

El primer gesto de acercamiento entre París y Roma fue la reciente firma del Tratado del Quirinal. La visita de Macron a la capital italiana para rubricar ese convenio de amistad bilateral sirvió también para sentar las bases de lo que debería ser un documento común que afronte los nuevos retos de la UE, desde la creación de una verdadera política de defensa a la revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero va aún más lejos: Macron ha asumido la representación de Italia en la cumbre de la UE de este miércoles con los países del llamado partenariado oriental.

La iniciativa franco-italiana, que el Palacio Chigi ha rechazado comentar, pero no ha desmentido, apunta a la publicación de un documento de doble firma en el que se recoja la visión conjunta sobre el futuro de la UE. Las mismas fuentes señalan que la visión de Draghi y Macron coincide en varios puntos, en particular, en cuanto a la necesidad de revisar las normas presupuestarias y de desarrollar la política de seguridad.

La recobrada amistad entre Francia e Italia después de años de turbulentas relaciones coincide con la reconfiguración del mapa de alianzas dentro de la UE después de 16 años de hiperdominio de la Alemania de Angela Merkel. La salida de la canciller conservadora, sustituida por el socialista Olaf Scholz, ha puesto en marcha la recolocación de todas las capitales en una Unión que, al menos de momento, dejará de tener en Berlín el eje inevitable y empezará a ser más multipolar.

En busca del apoyo tácito de Alemania

El empuje de dos pesos pesados como Francia e Italia, que suponen algo más de un tercio del PIB de la zona euro, pretende marcar el terreno ante el inicio de debates que serán fundamentales en la era pospandemia y la futura gobernanza política y económica de la UE. España ya intentó promover un documento oficioso en otoño (non paper en la jerga diplomática) que entroncaría la reforma de las normas presupuestarias con la gestación del fondo de recuperación para la pandemia. La elaboración de ese texto, sin embargo, quedó aplazada a la espera de tener un nuevo interlocutor en Berlín con la toma de posesión del nuevo canciller. Bruselas ve con buenos ojos la aportación española, como ya sucedió con el Next Generation Fund, pero la propia Comisión Europea pidió hace unos meses a España que retrasara esas propuestas hasta la presidencia francesa de la Unión y una vez pasadas las elecciones en Alemania, cuyo tripartito marcará el grado de ambición de las futuras reformas.

Berlín apunta con timidez hacia la reforma del Pacto de Estabilidad. Y Bruselas pretende que Francia e Italia, con el apoyo tácito de Alemania y más explícito de España, permitan cambios de suficiente calado. Olaf Scholz, que ya ha visitado Bruselas y París, tiene previsto desplazarse a Roma la próxima semana, según fuentes diplomáticas. El relevo de Merkel se ha mostrado abierto a buscar una salida consensuada a un debate sobre las normas fiscales que todas las capitales consideran imprescindible. Francia ya ha anunciado la convocatoria de un Consejo Europeo extraordinario en marzo para abordar la reforma del marco presupuestario. Una cita que se anticipa como el primer asalto de una dura pero inevitable batalla.

La propia Comisión Europea ya ha lanzado el debate sobre la reforma del Pacto de Estabilidad y aboga por introducir cambios que adapten el marco de vigilancia presupuestaria a la realidad de números rojos que ha provocado la pandemia. El déficit de la zona euro pasó del 0,6% del PIB en 2019 al 7,2% en 2020, más del doble que el límite previsto en el Pacto (3%). Y la deuda pública cerró el año pasado en 97,3%, muy por encima del límite del 60%. En un buen puñado de países, incluidos Italia y España, la deuda supera con creces el 120% del PIB. Con déficits muy abultados y endeudamientos de ese calibre, el cumplimiento del Pacto de Estabilidad es casi una quimera en el corto y casi en el medio plazo.

Las normas del Pacto, de momento, están suspendidas. Pero algunos países abogan por reintroducirlas en 2023 tal y como fueron concebidas cuando se estrenaron en 1997. Una idea inviable tanto para Roma como para París, que consideran que el viejo Pacto se ha quedado obsoleto, según el documento que ya tienen cerrado, según las fuentes consultadas, y que publicarán después de la visita de Scholz a Roma.

Bruselas da por descontado que, como mínimo, deberá quedar en suspenso la norma que exige reducir drásticamente los niveles de deuda superiores al 60%. Y no se descarta elevar temporalmente el nivel de deuda tolerado (se ha mencionado llegar hasta el listón del 100%) o excluir ciertas partidas de inversión, como las de tecnología, medioambiente o defensa, del cómputo de los números rojos a efecto de la aplicación del Pacto. Las ideas españolas van en esa misma línea, pero el Gobierno español se mantiene, de momento, al margen de ese debate, a la espera de que cristalice la propuesta franco-italiana y Berlín se decante con más claridad, según las fuentes consultadas en Madrid.

Los partidarios de reformar el Pacto, entre los que figura el comisario europeo de Economía, el también italiano Paolo Gentiloni, son conscientes de que necesitan generar la masa crítica necesaria en el Consejo de la UE para llevar a cabo los cambios necesarios. En un reciente encuentro con diputados italianos de la comisión de Asuntos Europeos, Gentiloni sugirió la idea de forjar alianzas para vencer la previsible resistencia de algunos países del norte (Holanda, Austria o Finlandia) a lo que interpretarán como una puerta abierta al despilfarro en gasto público. “Cuantos más países [a favor], mejor”, señaló Gentiloni durante el citado encuentro.

El comisario italiano, según fuentes europeas, tiene en mente una iniciativa para pactar un período de transición que permita pasar de unas normas a otras sin el trauma que podría suponer la reintroducción del viejo Pacto de Estabilidad.

El propio Macron señaló la semana pasada, durante la presentación en París del programa de la presidencia francesa de la UE (de enero a junio de 2022) que “debemos volver a reglas presupuestarias comunes, pero no podemos hacer como si no hubiera pasado nada”. El presidente francés dio por superado el Pacto de Estabilidad y reclamó un nuevo marco que permita las inversiones masivas que requerirán tanto la transición energética como la consolidación de una economía digital. “La Europa del pleno empleo es la Europa de la paz y la prosperidad”, proclamó Macron. Y dio por cerrada, en teoría, la era de la frugalidad. “Si para ello hace falta invertir 100.000 [millones], se hace, porque es una decisión política. No puede ser que EE UU o China invierta 100.000 y Europa solo 10.000″.

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