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Estímulos en periodos de crisis

La rápida reacción de las autoridades, así como la falta de dudas sobre el tipo de políticas que debían tomarse al respecto, nos deja totalmente al margen de lo observado en la gestión de la última crisis económica que se vivió en el área euro.

La recesión económica global en la que ya estamos inmersos, sin duda entrará en los manuales de historia económica. Esta crisis carece de precedentes en, al menos, dos factores: su origen y su gestión.

Mucho se ha escrito sobre la pandemia mundial que ha llevado a la práctica totalidad del mundo a quedar paralizado durante varias semanas (meses, en muchos casos). La congelación de la actividad económica conlleva, de forma forzosa, a una caída de la producción y, por tanto, de las medidas clásicas y comúnmente aceptadas de medición del pulso económico, como es el PIB. Este origen sanitario de una recesión económica nunca había ocurrido en la historia, pues todas habían venido explicadas por un origen, en mayor o menor medida, financiero.

Pero también lo ha sido en la respuesta de las autoridades. La rápida reacción de las autoridades, así como la falta de dudas sobre el tipo de políticas que debían tomarse al respecto, nos deja totalmente al margen de lo observado en la gestión de la última crisis económica que se vivió en el área euro. Frente a las políticas de austeridad generalizadas en 2012, durante esta primavera se ha observado cómo la práctica totalidad de los estados no han dudado en el tipo de medidas que se debían aplicar: ayudas a empresas y familias más afectadas por la pandemia.

Más allá de estas medidas que tratan de proteger aquellos sectores y agentes más afectados directamente por los confinamientos forzosos, ahora queda gestionar la salida de la recesión. Por el momento, los bancos centrales cobran más protagonismo gracias a su mayor flexibilidad en la toma de decisiones.

La Reserva Federal de EEUU, así como, en menor medida, el BCE, no han dudado en llevar a cabo políticas que ofrecieran la liquidez suficiente al mercado para evitar tensiones (subidas de tipos de interés, fuertes y sostenidas caídas de renta variable, ampliación de spreads de crédito) que pudieran ampliar los efectos negativos que ya se anticipaban sobre la economía. La principal novedad es que las medidas que se introdujeron en la anterior crisis por parte de los bancos centrales de los países desarrollados (programas de compra de deuda soberana y corporativa), se han generalizado a los países emergentes.

La aversión al riesgo global, derivada de las dudas sobre la evolución de la actividad mundial, impactó de forma significativa sobre las economías emergentes. Un elevado número de países han llevado a cabo ya anuncios de programas de compras de deuda y, aquellos que no lo han hecho, han permitido su posible aplicación. La principal ventaja que ofrecen este tipo de políticas va más allá de la propia relajación de las condiciones de financiación de los Estados, que precisan de buenas condiciones de mercado para poder financiar los programas de gasto público que pueden venir en los próximos meses.

La percepción de los inversores internacionales, de que las instituciones de estos países pueden estar dispuestos a llevar a cabo todas las medidas necesarias para poder salir de la crisis lo antes posible, permite que estas medidas de incremento de la liquidez en las divisas locales provoquen, a su pesar, una apreciación de las divisas de los mismos. En definitiva, aunque cada país dispone de unas características propias que la implementación de políticas económicas debe tener en cuenta, la hoja de ruta que marcan otras instituciones o países pueden adelantar cierto trabajo a aquellos países que lo necesiten.

Pero esto no termina aquí. El BCE se empeña en dejarlo claro en cada oportunidad: llega el turno de la política fiscal. Al igual que cuando dio comienzo la pandemia se generalizó la idea de que debíamos evitar el contacto y la mejor forma de atajar el problema era el confinamiento, debemos también tener claro ahora que la forma de volver a la actividad es a través de políticas económicas expansivas. Lo que está claro, es que en tiempos de crisis, la creatividad es clave.

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