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Francisco García Paramés: “La burbuja en Bolsa es similar a la del año 2000 y las 'puntocom”

Los fondos de Cobas AM pierden más del 40% desde el inicio del año, pero su presidente pide paciencia a los partícipes y cree que “se acabará reconociendo el valor de nuestras inversiones”

David Fernández
Francisco García Paramés posa en la sede de Cobas en Madrid, el pasado lunes.
Francisco García Paramés posa en la sede de Cobas en Madrid, el pasado lunes.INMA FLORES (EL PAIS)

—¿Ha perdido su magia a la hora de invertir?

—Yo no sé si tenía magia o qué, lo que sí le puedo asegurar es que hago lo que siempre he hecho. Hasta el momento, los resultados de nuestros fondos no son buenos, pero el mercado acabará reconociendo el valor de las compañías que tenemos en cartera. Es inexorable.

La aventura en solitario de Francisco García Paramés no está siendo un camino de rosas. La presión por obtener resultados crece. Él repite como una letanía que es una cuestión de tiempo. Desde que en 2017 lanzó su gestora, los fondos principales de Cobas AM arrastran pérdidas, que en el caso de este año superan el 40% en sus principales productos. Muchos de sus clientes llevan con él durante más de una década y han atravesado rachas malas, pero no tan largas como la actual. “Personalmente, no me preocupo por mi dinero [coinvierte en los fondos que gestiona], pero entiendo que haya clientes que tengan cierta inquietud”.

La fe en el autoproclamado como discípulo español de Warren Buffett —el mejor inversor de la historia— se mantiene. El pasado mes de junio, Cobas administraba 860 millones de euros, la mitad que en junio de 2018. Esa pérdida de tamaño se debe fundamentalmente al menor valor en Bolsa de las compañías en las que ha invertido y no tanto a retiradas de dinero de los partícipes. De hecho, en 2020 los reembolsos netos (salidas de capital menos nuevas entradas) fueron de 37 millones. “Cuanto más tarde el mercado en reconocer nuestras inversiones, mayor será la subida. Las compañías que tenemos cada año mejoran sus beneficios, es decir, están creando valor”.

El PER, el principal termómetro para saber si una acción está barata y que refleja el número de veces que los beneficios de una empresa están incluidos en su cotización, es su salvoconducto hacia esa tierra prometida. El ratio de sus fondos está en cinco veces las ganancias, mientras que el múltiplo medio de la Bolsa es más del doble. Pero la paciencia de los clientes suele tener un límite. Quizás por eso Paramés anuncia que está dispuesto a tocar algo que hasta ahora parecía sacrosanto: las comisiones. “Somos conscientes de que trabajamos con márgenes muy altos. Muchos de los partícipes de los fondos son casi amigos y creemos que hay que agradecerles de alguna manera el excelente comportamiento que han tenido estos años”. Asegura que la idea de abaratar los productos de Cobas parte de él, que no ha recibido presiones, pero no dice una fecha para su aplicación ni cuánta será la rebaja.

El aura de infalibilidad de Paramés está en horas bajas, pero no siempre fue así. En su primera etapa profesional se labró a pulso fama de inversor sagaz, un hombre de éxito distinto al resto de gestores. Nació en Ferrol en el año 1963 dentro de una familia que él califica como “bastante normal”. Su padre era ingeniero naval y su madre, ama de casa, estaba al cuidado de cinco hijos. Estudiante del montón —aprobó la Selectividad en septiembre—, hizo la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad Complutense de Madrid sin tener claro a qué se quería dedicar. La bombilla se encendió en quinto curso. Gran aficionado al baloncesto, una foto de Patrick Ewing ocupando la portada de BusinessWeek en 1985 llamó su atención. Compró la revista, devoró todos los artículos de ese número y empezó a leer la publicación con asiduidad. “Gracias a ella, me empezó a interesar el mundo de la empresa”, narra en su autobiografía Invirtiendo a largo plazo (Deusto). Tras terminar los estudios, trabajó durante un breve periodo en El Corte Inglés como administrativo antes de cursar un MBA en el IESE.

Del máster salió directamente a Bestinver, la sociedad de gestión de activos de la familia Entrecanales. Empezó en 1989 como analista de base —la primera empresa que cubrió fue Acerinox— y de ahí fue ascendiendo hasta ser responsable de la gestión de carteras, primero, y de los fondos de la firma después. En Bestinver, donde estuvo 25 años, hizo ganar mucho dinero a la familia Entrecanales —la gestora creció de forma exponencial hasta administrar 10.000 millones de euros—, a los partícipes de los fondos —la rentabilidad media anual desde 1993 hasta 2014 fue del 16%—, y gracias a ello él también se hizo multimillonario. En sus últimos 10 años en Bestinver cobró más de 100 millones de euros, incluida la indemnización de no competencia cuando dejó la firma, solo en retribución variable, según publicó Cinco Días. A ese bonus habría que añadirle los seis millones de sueldo fijo que cobró durante su última etapa en la gestora.

Batalla legal

El idilio entre Paramés y los Entrecanales se rompió en 2014 cuando decidió abandonar Bestinver al no lograr el control de la misma, algo que él consideraba indispensable para preservar su independencia. Comenzaba un periodo de barbecho de dos años para él y un vía crucis judicial con sus antiguos jefes. ¿Han podido distraer los problemas legales a Paramés a la hora de buscar buenas oportunidades de inversión en Cobas? Él asegura que no. “El grueso de los pleitos los tuve antes de lanzar la gestora. De los cuatro litigios solo queda uno abierto. Gané en primera y segunda instancia y ellos lo han recurrido al Supremo”.

Si sonada fue su salida de Bestinver no menos controvertida fue su vuelta al ruedo bursátil. Tras cumplir los dos años de no competencia se daba por hecho que Paramés se uniría a AzValor, la gestora que habían fundado sus dos lugartenientes en su antigua casa, Álvaro Guzmán y Fernando Bernad. En el último momento dio un volantazo y optó por ir en solitario. Las explicaciones sobre esa decisión nunca han sido muy claras, pero cuatro años después no se arrepiente del camino que eligió. “No nos pusimos de acuerdo. Las dos opciones eran buenas. Tuve la suerte de que la mayor parte del equipo de Bestinver se vino conmigo”.

Paramés cree que el momento actual es bueno para invertir. Dice sentirse como “un niño en una tienda de caramelos” debido a las oportunidades que observa. Pero de momento, el dinero solo tiene ojos para los grandes valores tecnológicos estadounidenses. “Estamos en un entorno de burbuja parecido al que hubo en el año 2000 con los valores puntocom. Que compañías como Tesla valgan 400.000 millones de dólares me parece insano. Nuestro estilo de inversión está muy alejado de este tipo de estrategia. Debemos esperar pacientemente a que los flujos de dinero vuelvan a mirar a otros sectores”.

Paramés es el apóstol en España de la denominada gestión value. Este estilo de inversión —ahora orillado por el boom de la gestión pasiva con fondos mucho más baratos que se limitan a replicar la evolución de los índices bursátiles— consiste básicamente en encontrar buenas compañías que por diferentes circunstancias coticen a precios muy bajos, con la idea de que el mercado acabe reconociendo su valor. Este tipo de inversores buscan sobre todo compañías familiares, con baja deuda y que operen en sectores con barreras de entrada a nuevos competidores. Ha estudiado miles de compañías a lo largo de su carrera y se ha entrevistado con sus directivos para conocer de primera mano sus planes. En uno de estos viajes, el 7 de marzo de 2006, Paramés, junto a otros tres miembros de Bestinver y dos pilotos, sufrió un accidente en Pamplona. Fue la única vez en 25 años que usaron un avión privado y fallecieron dos personas, un compañero y un piloto.

A todo gas

Autodidacta y lector voraz, siempre se ha caracterizado por ir a la contra. En un mundo que camina hacia un modelo bajo en emisiones, la mayor exposición de los fondos de Cobas es al sector de los hidrocarburos. “El 25% de la cartera lo tenemos invertido en el negocio del transporte del gas natural o GNL. Un sistema energético que se base solo en renovables está a años luz de consolidarse. El GNL es el combustible fósil menos contaminante y será clave en la transición energética de las próximas décadas”, asegura.

La pesadilla de Paramés tras fundar Cobas tiene nombre: Arytza. En esta compañía suiza de bollería industrial —provee a McDonald’s de los panecillos para las hamburguesas— creyó encontrar un mirlo blanco. En enero de 2017, con la compañía cotizando a casi 10 francos suizos por acción, sus fondos empezaron a comprar. Tras una ampliación de capital de 800 millones para salvar a la empresa, cambios en el equipo directivo y luchas intestinas en la junta, los títulos cotizan a 0,6 francos suizos, lo que ha erosionado el valor liquidativo de los fondos de Cobas, que aún es uno de los principales accionistas con el 10% del capital. “Nuestro mayor error fue incrementar demasiado rápido la exposición a la compañía sin conocerla demasiado bien. Siempre nos podemos equivocar, pero nunca en una empresa que tenga un peso tan importante en nuestra cartera”. El consejo de Arytza negocia ahora la venta al fondo buitre Elliot. “Si hay una OPA la estudiaremos, pero lo que hemos propuesto un grupo de accionistas es que se simplifique la compañía y se rebaje la deuda”.

Las primeras acciones que compró Paramés a título personal fueron las del Banco Santander en 1990. Sin embargo, nunca ha sido fan del sector financiero. “Los balances ahora están más saneados, pero tras la covid hemos optado por estar un poco al margen. Hay demasiada confusión regulatoria y el precio de su principal negocio, los tipos de interés, está totalmente intervenido”. Esta visión le ha llevado a salir de Bankia meses antes de la fusión con CaixaBank, perdiéndose la revalorización de la entidad controlada por el Frob.

Defensor a ultranza de la escuela austriaca de economía, advierte del peligro del denominado capitalismo de Estado. “La riqueza y el desarrollo económico y social lo generan los innovadores que mejoran la eficiencia económica, ayudados por los que los financian, normalmente con ahorro privado. El Estado puede tener la función de repartir la riqueza y de organizar algunas actividades difíciles de gestionar por el sector privado pero, en general, no genera desarrollo económico en sentido estricto. No innova permanentemente, como hace la actividad privada. Por eso nunca puede ser el centro de una economía y siempre será un complemento. Cuando se convierte en el centro, la economía se estanca y aumenta la pobreza relativa”.


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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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