La magnitud de la crisis empuja a varios bancos centrales latinoamericanos a territorio desconocido
Colombia y Chile ponen en marcha modestos programas de inyección de liquidez a través de la compra de deuda. No son del tamaño de los de Europa y EE UU, pero sí una señal
Dos letras (QE) que salvaron a Estados Unidos y a Europa de la parálisis total en la Gran Crisis de una década atrás empiezan a pronunciarse estos días en algunas capitales latinoamericanas. La embestida económica, que se prevé especialmente intensa en el mundo emergente, está forzando a varios institutos emisores de la región a ensayar con una fórmula inédita en esas latitudes: la inyección de liquidez en los mercados a través de compras de deuda pública o privada para asegurar su buen funcionamiento y, sobre todo, rebajar el coste de financiación de Gobiernos y empresas. De entre los grandes países, Colombia y Chile han sido los primeros en romper el hielo —el primero, con compras de bonos públicos y privados; el segundo, solo privados—, abriendo una senda no explorada en la región. Nada indica que vayan a ser los únicos: el instituto emisor brasileño ya ha recibido el visto bueno del Legislativo para transitar el mismo camino.
América Latina parte de una posición complicada para hacer frente a la crisis, con un margen fiscal mucho más estrecho que el del bloque rico y con los mercados al acecho: sin la protección de una moneda fuerte (como EE UU, que con el baluarte del dólar virtualmente podría emitir toda la deuda que quisiese), el paraguas de un banco central sólido (como España o Italia) o el respaldo de los acreedores nacionales (Japón), los países de la región están teniendo serias dificultades para lanzar programas ambiciosos de contención de daños con dinero público cuando ni siquiera ha llegado la fase clave de los estímulos: la de la reactivación. El secretario (ministro) de Hacienda de México, Arturo Herrera, lo exponía sin tapujos recientemente en estas páginas: “México no puede tener un programa de estímulo fiscal del tamaño de Alemania o Canadá”. La pata monetaria se antoja, en este escenario, más importante que nunca.
De una u otra forma, todos los bancos centrales de la región han dado un paso al frente. Algunos, como el mexicano, con un severo recorte de tasas de interés —y aún tiene margen para seguir bajándolas—. Pero otros, como el colombiano, el chileno o el costarricense han tomado una senda que recuerda con algunas salvedades a la transitada por las economías avanzadas una década atrás. “Es un choque de magnitud sin precedentes y el poder de la política económica, tanto la fiscal como la monetaria convencional, no bastan para mitigar los riesgos”, esboza Martín Castellano, jefe de análisis para América Latina del Instituto de Estudios Internacionales (IIF, la patronal mundial de la banca). “La pandemia ha traído consigo una nueva realidad que requiere medidas extraordinarias, y estas lo son”, completa por teléfono Alberto Ramos, economista jefe de Goldman Sachs para el subcontinente. No solo Latinoamérica va subiéndose poco a poco al tren de los programas de expansión cuantitativa o QE: otros emergentes, como Turquía, Sudáfrica y Polonia también han apostado por esta vía de emergencia ante la parálisis causada por la crisis sanitaria.
El movimiento de Colombia, Chile y Costa Rica, agrega Ramos, van fundamentalmente orientadas a asegurarse de que algunos segmentos de los mercados de deuda privada “no se congelen ni se anquilosen”. “Pero, claro, a medida que inyectas liquidez también beneficias al sector público con sus necesidades de financiación, moviendo al mercado de deuda pública a inversores que estaban en el mercado de bonos privados. Aunque no sea explícitamente el objetivo primario, es un efecto secundario importante”, añade el economista del banco de inversión estadounidense. En paralelo, algunos bancos centrales de la región —algunos de ellos enfrascados en estos QE, como el chileno— han llamado a la puerta del Fondo Monetario Internacional (FMI) para asegurarse la liquidez necesaria en estos tiempos extraños en los que el efectivo ha vuelto a ser el rey.
Las compras de deuda emprendidas hasta ahora por los institutos emisores de la región son pequeñas, pero la señal que envían a ese ente etéreo llamado mercado es importante. “Al inyectar liquidez, estabilizan las tasas a las que se financian el sector público y el sector privado”, apuntan los técnicos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). A diferencia de en EE UU, Europa y Japón, entre otros, la región ha llegado a este punto antes de agotar todos los instrumentos de política monetaria a su disposición y con los tipos de interés todavía muy por encima de cero en todos los países de la región. Pero la necesidad de este tipo de medidas extraordinarias, subrayan varios especialistas consultados, está directamente vinculada con la cuantiosa fuga de dinero de los mercados financieros latinoamericanos a plazas más seguras en el bloque de países ricos.
¿Funcionará? Depende, en última instancia, de la expectativa de demanda que haya: las políticas de expansión cuantitativa solo funcionan si hay expectativa de demanda. “Es la forma más rápida de proveer liquidez y respaldar la actividad económica. Es una opción válida y hay margen de inflación para hacerlo, con toda la cautela a la que obliga el pasado inflacionario de la región”, subraya Castellano. Ese flanco parece preocupar poco hoy: son también los países que tienen, en palabras del técnico del IIF metas de inflación “más creíbles”, el nivel general de precios es tan bajo y los marcos legales en la mayoría de países son muy restrictivos en lo que a la compra de deuda pública se refiere. Si había un momento para dar el paso, es este.
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