Y si fueran ellos los que la sufrieran...
Iniciamos una serie de colaboraciones con profesionales ajenos a este mundo que analizan aspectos sobre la publicidad o determinadas acciones publicitarias desde su personal punto de vista
Si lo reflexionamos detenidamente, “esos días”, la regla, la menstruación, es una chapuza evolutiva de primer orden. Preparar el cuerpo de todas nosotras cada cuatro semanas para un embarazo improbable con todas las consecuencias físicas, emocionales, sociales, de higiene y antropológicas que semejante tostón tiene, parece, sin duda, un error de diseño o una tomadura de pelo cósmica.
Si los perros, en su proceso de domesticación, han conseguido que sus hembras sean monoéstricas estacionales limitándose a dos celos al año, me cuesta entender que nosotros, que hemos inventado Internet, el chupa-chups y la tortilla deconstruida, no hayamos sido capaces de evolucionar hacia la racionalización del periodo.
Porque si lo de sangrarnos por la pata abajo ha sido un problema muy mal solucionado hasta que la higiene íntima llegó a nuestras vidas, a nuestras nubes y a nuestra publicidad, el perenne riesgo de embarazo que supone semejante fertilidad ha cambiado el panorama geopolítico de, al menos, los últimos dos milenios. Y nuestra triste posición en él.
Menos mal que los publicistas, en modo aliado sensible, se han tomado la molestia de sentirse solidarios y tener una regla imaginaria para vender bragas que absorben la sangre menstrual, un invento que nadie necesitaba. El día que alguien se tome la molestia de desarrollar un sistema de “regla on demand” sabremos que la igualdad real ha llegado a nuestras vidas.
Paloma Llaneza es abogada y auditora de sistemas.
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