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Columna
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Caspa y democracia

Ya lo dice Alf: "¡Tengo caspa con más años que vuestra democracia!"

Alf no es el nombre cariñoso de Alfredo Pérez Rubalcaba, sino el de un alienígena, comegatos y peludo, que convivía con una familia media americana. Su nombre lo forman las iniciales de alien life form y tenía su propia serie de televisión. Intentaba adaptarse a la american way of life (al igual que los terrícolas extra-americanos, dicho sea de paso) pero su condición de sin papeles le permitía pasarse tres galaxias a la hora de juzgarla. Es la ventaja que tienen los anglosajones: un platillo volante puede aterrizar en Nueva York o Londres y eso a nadie le extraña. En cambio, si llega a Cospeito o la Quintana, solo puede tratarse de una parodia. Nunca nos americanizaremos lo suficiente para tomarnos en serio una invasión marciana.

Vivimos en elecciones permanentes, con perdedores anunciados y programas sin hacer

"¡Tengo caspa con más años que vuestra democracia!". Alf se refería a la democracia yanqui y no a la nuestra, lo que nos da dos pistas: los habitantes de Melmac, su planeta de origen, viven más tiempo que nosotros y allí la democracia no es como la nuestra (en caso de que exista). Aquí vivimos en elecciones permanentes con algunos puntos de inflexión, como el 20-N que se aproxima con la lentitud vertiginosa y la rapidez exasperante de unos exámenes finales. Ya lo teníamos que haber sospechado desde que Feijóo arrojó aparentemente la toalla en su viejo afán por dar el salto a Madrid: los programas electorales aún están por hacer y las declaraciones que se suceden parecen contraproducentes. Ana Pastor dice que el PP se va a cargar la ley del aborto nada más ganar, lo que objetivamente puede restar votos al partido (los antiabortistas ya les votan siempre). Preguntado Rajoy por estas aviesas intenciones, el candidato popular remite al inexistente programa en su inquebrantable estrategia de nunca decir nada por si las moscas. ¿Para qué, si sus compañeros ya hablan por los codos? No sé si es una impresión equivocada, pero Mariano vuelve a aparecer en público con aquel gesto desorientado de los días del Prestige quizá porque sabe lo que se le viene encima. Por su parte, los que se saben perdedores anunciados se desmelenan y radicalizan sus posiciones para quedar bien aunque pierdan votos (¡después de mí, el diluvio!). Rubalcaba, por ejemplo, parece no haber pasado por el gobierno en estos últimos años; y otro perdedor de antemano, Llamazares, se suelta ese pelazo que no tiene Alfredo porque ya qué más da. Y esta es la novedad: nadie quiere ganar estas elecciones, al menos en apariencia. Que me aspen si lo entiendo.

"¡Tengo caspa con más años que vuestra democracia!". Al sistema electoral español le hace falta la ayuda internacional, con toneladas de champú, para quitarse la caspa de encima. El caso de Izquierda Unida, con más votos que PNV, BNG y CiU juntos pero con una representación parlamentaria ridícula, ilustra este desastre capilar. Quizá el viejo internacionalismo rojeras les impide hacerlo pero, si no se presentasen en todas las provincias, podrían conseguir más diputados, sin contar con el ahorro en carteles y mítines. Otra propuesta, que circula por Internet, es la de dejar el sobre del Senado vacío para que se den cuenta de que sobran. Y otros dos viejos marginados, el voto nulo y el voto en blanco, siguen soñando con un reflejo de su incidencia en forma de bancos vacíos. El movimiento del 15-M no parece capaz de repetir el éxito de aquel día de marzo que les puso nombre. Ante este panorama y la tantas veces señalada falta de una banda sonora que les identifique, la Fundación Robo (www.fundacionrobo.org) cuelga canciones en la red que de alguna manera sirvan de testimonio urgente. La última es Teófilo Garrido, de Albert Pla. Altamente recomendable, es un anticipo de su nuevo disco y cuenta la historia de una manifestación espontánea de amigos del personaje que van surgiendo de la nada. Si no está escrita para estos tiempos descreídos y mosqueados, sí que es una firme candidata a ser el Grándola, Vila Morena del cabreo general, al que le hace falta, parafraseando a Lichis, algo más que ilusión para dejar de ser iluso: ¿acaso lavar las urnas con champú anticaspa?

julian@discosdefreno.com

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