_
_
_
_
_
Gracias y desgracias
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Isla de los escritores

Eugenia de la Torriente

Más Afuera es un deshabitado islote chileno rebautizado como Alejandro Selkirk en honor del aventurero que inspiró Robinson Crusoe. Allí viajó en enero el escritor estadounidense Jonathan Franzen, empujado por el aburrimiento, el alcohol y la cafeína. Exhausto por la promoción de su novela Libertad -en septiembre se editará en España- y con un extraño equipaje: modernos útiles de cámping y las cenizas de su amigo, el fallecido escritor David Foster Wallace.

Franzen relata su periplo en un artículo publicado en primavera en The New Yorker. Trenza su fracaso como solitario aventurero con una reflexión sobre el género de la novela y un ejercicio de aceptación de la muerte. Franzen y Foster Wallace tuvieron una relación en la que el amor fraternal fue también comparación y competición. El padre de Franzen, "inveterado abogado del hazlo tú mismo", adoraba acampar y el trabajo manual. El de Foster Wallace, profesor de filosofía, jugaba a inventar palabras en familia. Sus caracteres se filtran en el estilo de sus hijos. La infinita fragmentación y las contorsiones de Foster Wallace frente a la directa narrativa de Franzen.

"La diferencia entre su inmanejable desdicha y mis manejables descontentos era que yo tenía una vía de escape en el placer de observar pájaros", escribe Franzen. Dos años después del suicidio de su amigo, deshace su refugio de cabreo. Mientras se entrega a la ornitología y busca infructuosamente el rayadito de Más Afuera, habla de cómo su depresivo colega encontró un éxito póstumo que terminó por infligir más sufrimiento a los que le querían. "Era difícil no sentirse dolido porque hubiera elegido la adulación de extraños antes que el cariño de sus cercanos. El amor no aparecía en su trabajo porque nunca sintió que mereciera recibirlo".

Tan diferente como su prosa es su lidia con los sentimientos -Franzen ausculta el amor al detalle- y el aburrimiento. Foster Wallace dejó inacabada una novela que habla del tedio como antídoto a la dependencia de Estados Unidos del entretenimiento. "La libertad consiste en ser consciente de a qué prestas atención y en elegir cómo construyes el significado de tu experiencia", dijo Foster Wallace en 2005. Definición que les une, porque anticipa el eje de Libertad. Lo que finalmente decidió su competición -lo que hizo que uno pudiera con la vida y el éxito- fue la capacidad de manejar lo esencial. Ver pájaros. Amar. Se pregunta Franzen, tras su viaje a Más Afuera, "mientras existan las complicaciones de las relaciones humanas, ¿cómo podemos aburrirnos?".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_