Actos de sinceridad histórica
En Austria, la recomendación favorable emitida por el Consejo de Restitución de arte expoliado para la devolución de cinco obras en papel de Egon Schiele es uno de los numerosos capítulos finales que vamos presenciando de una larga historia de sinceramiento histórico y de admisión de complicidad por parte del Estado austriaco.
A partir de 1938 y del Anschluss nazi que convirtió a Austria en parte integrante del Tercer Reich, los austriacos se lanzaron con entusiasmo en la construcción de aquella futura Alemania que Hitler prometía con tanta claridad. Entre aquellos nuevos forjadores del Reich, se encontraron los propios conservadores de los museos nacionales que pusieron entonces sus conocimientos a disposición para saquear las colecciones de arte pertenecientes a los judíos de Austria. Muchos participaron activamente en el allanamiento de las residencias de sus compatriotas no arios estableciendo los detallados inventarios de confiscación de obras que, de forma tan organizada, el nazismo levantaba.
La recomendación favorable de ayer es, pues, otro acto de justicia más por parte de un Estado austriaco que se desempeñó como agente activo en la destrucción de los judíos de su país y al que solo intermitentemente se le ha ocurrido admitirlo, prefiriendo presentarse ante sí como víctima del nazismo y considerarse más bien otro país más invadido por los alemanes.
Al concluir la II Guerra Mundial, Austria consideró que no existía motivo extraordinario para que una gran parte de las obras confiscadas por los nazis regresaran a manos de sus anteriores dueños. Muchas de ellas dieron en el mercado del arte y entraron a formar parte de colecciones privadas o nacionales, como las de la Albertina o las del Museo Kunsthistorische.
Como siempre ocurre en la historia del expolio nazi, el destino del propietario y de los cinco dibujos de Schiele que se encuentran en el Museo Albertina es triste.
Pertenecieron al coleccionista vienés Karl Mayländer que murió asesinado por los nazis en Polonia, a donde fue transportado en 1941. Como era de esperarse y como ocurrió con la mayoría de los deportados, Mayländer falleció sin testamento y, al finalizar la guerra, el Gobierno austriaco se incautó de los bienes para subastarlos. Una conocida de Mayländer adquirió los dibujos que, luego, terminaron en el Albertina.
Son ya cientos las pinturas, dibujos y esculturas que Austria ha restituido a sus propietarios en la última década. Ha seguido diligentemente el ejemplo de países ocupados como Francia y Holanda. Al principio, los tres países comenzaron haciéndolo a regañadientes, presionados por la opinión pública nacional e internacional. Hoy, la restitución de arte del expolio nazi ya va haciéndose parte de las costumbres europeas y empieza a integrarse en la historia nacional de cada país.
Héctor Feliciano, escritor y periodista, es autor de El museo desaparecido. La conspiración nazi para robar las obras maestras del arte mundial (Destino).
Babelia
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