"No creo en la diversidad cuando te cierra puertas"
Richard Rodríguez (San Francisco, 1944) bebe con gesto lento de su copa de vino antes de decirlo sin tapujos, aunque con tono grave: "Yo no quería ser mi padre, quería ser una persona nueva". Hijo de inmigrantes mexicanos, sin apenas recursos económicos, a este escritor estadounidense le cuesta todavía hablar de cómo tuvo que romper con su pasado para formar parte del sueño americano. "Mi madre me decía que no leyera a los gringos, que éramos una familia. Pero yo quería ser americano, quería tener un futuro", cuenta el escritor, que ha sido invitado por el Instituto B. Franklin para dar una conferencia en la Universidad de Alcalá de Henares.
El ruido le acompaña desde hace tiempo. Muchos hispanos le acusan de "traidor" y no le perdonan su tesis: está en contra del bilingüismo en Estados Unidos. Cree que el español como lenguaje privado limita a los hispanos para competir en igualdad de condiciones en la exigente sociedad norteamericana. "Me preocupa que los hispanos de hoy en California, por ejemplo, no sepan hablar ni español ni inglés bien. Están en un limbo lingüístico y eso no es bueno".
El escritor está en contra de que los hispanos hablen español en EE UU
Rodríguez se detiene en el menú y pregunta en qué consiste el salmorejo. Pero, finalmente, se decanta por la ensalada césar que, dicho sea de paso, pronuncia en un magnífico inglés.
En pleno debate de la inmigración en EE UU y Europa, su historia adquiere de nuevo resonancia. En 1981 publicó su primer libro, Hunger of memory: the education of Richard Rodríguez, un testimonio que rompió un tabú en la comunidad hispana: los valores familiares. En este relato personal cuenta cómo abandonó su hogar y el rol de mexicano que no pierde sus costumbres y su lengua en Sacramento para acceder, como cualquier estadounidense, a la Universidad -Columbia y Berkeley- e intentar ser un cosmopolita no limitado por su condición y entorno. "Era como una especie de diario, donde me confesaba al resto del mundo porque no se lo podía decir a mis padres. "Pero me sentí muy solo y un traidor con México, con mi familia y conmigo mismo".
A pesar de caer en desgracia en buena parte de la comunidad latina, Rodríguez se ha convertido en uno de los escritores de origen hispano mejor valorados por la crítica literaria estadounidense. Comparado con Albert Camus o James Baldwin, sus ensayos sobre la identidad cultural y racial, centrados en la herencia india norteamericana y las raíces hispanas, no son políticamente correctos. "No creo en la diversidad cuando te cierra puertas", explica. "Y la lengua es poder y el poder es una oportunidad más grande", añade.
El escritor descarta la fruta y el helado y pide tarta de quesos con arándanos para rematar la conversación: "América es una cultura de magnates. Y la diversidad no es un valor si no es justa". Y hace su pronóstico: "El color de la piel en EE UU será marrón para 2030. Una mezcla de todas las razas". Rodríguez también ha tenido que defender su homosexualidad. "No me gusta la palabra gay porque se asocia a algo feliz". "He sufrido el sida. Perdí a un amigo hace 20 años. Lo he visto en San Francisco durante mucho tiempo", explica.
Rodríguez, que prepara un ensayo sobre religiones, se despide, a modo de coda con una sonrisa: "Soy muy melancólico. Conservo esa tristeza especial mexicana. En el fondo, me siento mexicano".
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