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El renovado éxito de las estufas de butano

Si en Andalucía, según la creencia popular, se vivía de puertas afuera, tras la aprobación de la ley antitabaco, los techos no cobijan prácticamente a nadie. Las terrazas y los veladores de bares, cafeterías y restaurantes, a pesar del frío, están hasta arriba. De día y de noche. Basta con dar un paseo por Sevilla, Cádiz o Huelva para comprobar el cambio de paisaje urbano.

Para poder fumar y no helarse, los clientes se aglomeran alrededor de estufas de butano con forma de seta gigante. Encajando unas mesas con otras, como en un rompecabezas, se organizan en círculos, mirando al fuego. Muchas ferreterías han agotado sus existencias de este tipo de calentador para exteriores. Los precios oscilan entre los 150 y 500 euros, según la potencia y el tamaño. "O ponen calefactores o se arruinan", resumen desde Ceosa, uno de los locales de venta al por mayor.

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Las mesas y las sillas se han multiplicado y, en algunas avenidas, es difícil caminar sin chocarse. Forman una barrera uniforme de metal y plástico. "No podemos colocar más mesas porque ya estamos unidos a las del vecino", bromea un camarero sevillano. También hay que esquivar los cubrimientos laterales de los veladores y la gente sentada en la calle. Pero lo que más proliferan son las estufas Las sillas más alejadas están vacías pero alrededor del aparato se congregan los fumadores.

Las tiendas de calefactores renuevan sus escaparates. Y los ambulantes, sus trucos. En el restaurante de la Plaza de las Monjas de Huelva, en el centro, han pasado hasta tres vendedores "sospechosos". "Pedían 300 euros por una lámina de calor que, decían, era muy potente", advierte Manuel Domínguez, el gerente.

El ingenio se va agudizando. Antonio Bonilla, propietario de dos negocios en la avenida Pablo Rada, la vía con más bares por metro cuadrado de Huelva, colocó mesas extra, repletas de ceniceros, cerca de la puerta (de par en par), para aprovechar el calor que sale de dentro.

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En la Alameda de Hércules de Sevilla, zona de ocio alternativa, el bar Los Leones ha optado por la colocación, en plena plaza, de la tradicional mesa camilla con brasero. Los más modernos, sin complejos, se sientan bajo las faldillas a consumir, conversar y esa actividad ahora perseguida: fumar. "Viene mucha más gente, ¿cómo no?", celebra el hallazgo Jesús Alles, dueño del local.

En Cádiz, los trucos son distintos. Algunas cafeterías del centro, sobre las 17.00, echan las cortinas, entre amigos, y se permite fumar puros con doble disfrute: nicotina y clandestinidad. Los más legales, cambian los ratos con amigos por el paseo al perro por la playa, al sol, parando cada dos por tres a echarse un cigarro. Estos días, durante los ensayos de las chirigotas de carnaval, en el barrio de La Viña, no tienen problema para fumar en las abarrotadas calles. "El calor nos lo damos unos a otros", bromean.

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