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Crítica:LIBROS | Ensayo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El islam y nosotros

Ensayo. Los musulmanes han mudado la faz de Europa. Más aún la va a cambiar su religión. Los millones de inmigrantes que han ido acudiendo a nuestros países y hundiendo en ellos raíces traen consigo creencias y prácticas religiosas así como actitudes civiles y políticas que no son solo distintas de las nuestras, sino también de mayor intensidad. La tortuosa y ardua senda hacia la secularización del mundo protagonizada por la civilización europea nos ha llevado a la postre a una sociedad bastante inclinada al relativismo, amiga de la tolerancia, poco dada al fanatismo, favorable a las soluciones pragmáticas, dispuesta a aceptar buenas razones y hasta a deliberar con sosiego sobre dificultades comunes de convivencia. Los musulmanes, en cambio, poseen estas virtudes en menor grado, afirma el afamado periodista norteamericano Christopher Caldwell. Sobre este contraste se basa esencialmente su argumento.

La revolución europea. Cómo el islam ha cambiado el viejo continente

Christopher Caldwell

Traducción Javier Manera

Debate. Barcelona, 2010

414 páginas. 27,90 euros

La respuesta europea ante el problema de la falta de encaje entre las costumbres públicas de los musulmanes y la constitución política de nuestros pueblos suele ser la de esperar y fomentar la completa asimilación de los inmigrados así como la de sus descendientes asentados entre nosotros. Caldwell tiene sus dudas sobre esa posibilidad, cuya realización acariciamos la inmensa mayoría de los europeos. Piensa que el enfrentamiento no tiene solución fácil puesto que, según él, el bando islámico es el más fuerte, al ser más seguro de sí mismo, al estar más anclado en sus certidumbres, además de estar en expansión demográfica. (Al revés que los europeos). La nuestra es, según él, una cultura insegura y maleable. (Fruto paradójico, añado, de favorecer la crítica secular y la deliberación racional como criterios de convivencia y de orientación en la vida). "En esas circunstancias, palabras como mayoría y minoría significan poco", sostiene. A esta conclusión llega tras haber cubierto con soltura un luengo recorrido sobre las tensiones provocadas por la inmigración musulmana, tras haber considerado uno de sus efectos perversos, el de haber dado alas a diversos partidos de extrema derecha y de haber espoleado la xenofobia.

Más de un lector conservador (sobre todo si está algo inclinado al vicio fácil y necio de la xenofobia) entenderá La revolución europea como un alegato en contra del islam. También interpretará a su gusto las valientes observaciones que hace Christopher Caldwell -basándose a menudo en constataciones de la ciencia social- sobre las afinidades electivas entre la religión islámica con la violencia política. (Los doloridos ciudadanos de este país no olvidarán la matanza de Atocha con facilidad, ni tampoco los que sufrieron estragos parecidos tras lo sucedido en las Torres Gemelas de Manhattan o en el metro londinense). Pero siempre el buen periodismo tiene que correr con ese riesgo: sépase pues que

Christopher Caldwell no es ningún esbirro reaccionario. Al contrario, pocos como él han puesto en tela de juicio no solo el capitalismo, sino su misma moralidad, ni han señalado a las clases dominantes americanas y europeas como culpables de la presente recesión. Se trata de un escritor que, sin dejarse encasillar, señala lo obvio.

Entre el buenismo multiculturalista y bobalicón y la xenofobia más despreciable hay una tercera vía, que no es equidistante, sino esencialmente distinta de esos dos polos execrables, parece decirnos Caldwell. Esa actitud tan sensata sería la que habría que fomentar, porque conduce a una ciudadanía activa que no se deja arrastrar por posiciones que, en el fondo, son totalitarias. Así, la "guerra al racismo" o el antirracismo invocan principios muy nobles cuando, en la realidad palpable, suelen ocultar extrañas intolerancias y perversas alianzas. En nuestro país, por ejemplo, muchos se rasgan las vestiduras afirmando que no son antisemitas, pero se alían o apoyan al hampa que quiere acabar con Israel por la vía del terror y el fanatismo.

Los tiempos que se acercan no auguran nada nuevo en el terreno de la convivencia entre gentes diversas. Lástima grande: algunos creíamos que, medio siglo después del fin de la Segunda Guerra Mundial habían acabado para siempre las guerras de religión, con el combate entre las luces y las tinieblas, si me permiten ustedes la arcaica expresión. Lo malo es que de arcaica, nada tiene.

Inicio de La revolución europea. Cómo el islam ha cambiado el viejo continente, de Christopher Caldwell.

Imagen captada en París el pasado 23 de abril.
Imagen captada en París el pasado 23 de abril.AFP / CHARLY TRIBALLEAU

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