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Columna
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¿Dónde encontrar la diferencia?

Cuando en 1984 elegimos el primer claustro democrático se comenzaba una nueva etapa en nuestra universidad. Necesaria, pues había que adecuar la institución a los nuevos tiempos sociales y políticos. Para los que vivimos aquellos primeros rectorados democráticos fue una magnífica oportunidad. En el camino, sin embargo, ha habido luces y sombras o más sombras que luces, según se mire. Tiempo habrá de hacer historia. Quien como yo crea que cualquier tiempo pasado no tiene que ser necesariamente mejor, quizá coincida conmigo en valorar la tensión positiva que se percibe en el proceso electoral que estamos viviendo: cuatro candidatos, entre ellos una mujer, equipos jóvenes en muchos casos, paritarios todos ellos. Con nuevos temas que discutir, como el de la igualdad entre hombres y mujeres, que al debatirse públicamente tuvo una inesperada afluencia de público de ambos sexos y de edades y estamentos muy distintos. Es un asunto más entre muchos otros, orientados al contraste de las ideas, en que los universitarios, los medios y los candidatos están haciendo un esfuerzo considerable.

Las ideologías no son nada si no sirven para sustentar las prácticas políticas de los candidatos

Sin embargo, los que en esta elección (como en muchas otras) esperamos que se abran nuevas perspectivas nos inquietamos cuando oímos decir o leemos que no hay debate, que todos los candidatos son iguales, etc. Los candidatos mismos tratan de no distinguirse demasiado de lo que creen que piensan sus votantes, para no alejarse de ellos. En este sentido, es curioso observar cómo en nuestra universidad en que, según dicen los expertos, dominaría un pensamiento de izquierdas, progresista, todos los candidatos buscan situarse en este espacio ideológico.

¿Dónde encontraremos pues la diferencia entre unos y otros candidatos? En las ideologías, por supuesto, que sin duda nos diferencian, como siempre. Pero las ideologías no son nada si no sirven para sustentar las prácticas políticas de los candidatos, que deberán de ser acordes con sus valores y principios democráticos que todos dicen defender. El rectorado que venga debe de gobernar, como se ha dicho, una universidad que se dice plural. Plural, ciertamente, y dividida también por nuestros pequeños y medianos intereses. Una universidad en la que el "¿qué hay de lo mío?"; "¿cómo va a resolver usted los problemas de mi centro?", ¿o de mi grupo estamental o generacional? parecen las preguntas decisivas que han de tener en su cabeza los candidatos, pues los votantes las hacen aflorar, con mayor o menor sutileza, en todos los debates.

Las cosas son así y no cabe escandalizarse por ello: al menos, no más de lo necesario. Los universitarios, como la mayor parte de los mortales, sabemos la fuerza de los intereses que nos mueven. Pero sí nos preocuparía que en nuestra universidad los intereses no se respetaran igualmente en todos los casos y que dominaran los de unos pocos privilegiados: los centros más cercanos al poder, los estamentos más influyentes e incluso algunas personas determinadas. Porque pierden entonces los más débiles, que, en general, son la mayoría: empezando por los estudiantes, siguiendo por los colectivos más jóvenes y, en cierta medida las mujeres, que apenas acaban de llegar a la política universitaria.

Sabemos que esto ocurre porque los presupuestos son escasos, porque la pobreza de medios nos empobrece y nos convierte en supervivientes. Lo sabemos y es posible que hayan disminuido nuestras esperanzas. Muchos compañeros no se han acercado a escuchar ni siquiera al candidato que van a votar y otros muchos prefieren ser ambiguos y no pronunciarse sobre su voto.

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En mi caso voy a votar con convicción a Vicent Soler por las razones que he dicho: porque quiero un rector progresista que gobierne atendiendo a los intereses de la mayoría de las personas, un rector cercano , transparente y con voluntad de dar un nuevo impulso a nuestra Universitat, y de dirigirla hacia fuera para trasmitir nuestro conocimiento y valores cívicos a la sociedad valenciana.

Isabel Morant es profesora de Historia de la Universitat de València.

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