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Crítica:Lawrence Weiner | ARTE | Exposiciones
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Palabras sin sustento

Han pasado ya más de cuarenta años desde que Lawrence Weiner (Nueva York, 1942) formulase aquella célebre declaración de intenciones que alguno ha considerado como el acta de nacimiento del arte conceptual: "1. El artista puede construir la pieza. 2. La pieza puede ser fabricada. 3. La pieza no necesita ser construida". Y añadía: "Cada una de estas posibilidades es idéntica y consecuente con la intención del artista", de modo que la decisión final quedaba en manos del receptor.

Teniendo en cuenta la valiente radicalidad de aquellos propósitos, no deja de sorprender su pervivencia sin grandes variaciones. De hecho, el propio Weiner ha venido a reconocer en algún momento lo difícil que resulta prescindir de la forma (que no es sino la materia del arte). Como difícil se hace no hacer público el "concepto", da igual en qué soporte, si no quiere uno hundirse en el autismo.

Por otro lado, los artistas conceptuales no siempre coincidían en la interpretación de sus intenciones. Joseph Kosuth apelaba a Wittgenstein tanto como a Duchamp, defendiendo la idea del arte como filosofía mejor que la filosofía. Por su parte, Sol Lewitt sostenía que "los artistas conceptuales son místicos, más que racionalistas", puesto que van más allá de la lógica. Uno piensa en el final del Tractatus de Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse" (id est "lo místico"). Pero ¿qué vino después en el arte conceptual?: palabras y más palabras. No para ser leídas, sino para mirarlas.

Pero ¿basta con mirar atenta y morosamente unos agregados de palabras (Weiner "no distingue entre sustantivos y verbos", se ha dicho) para encontrarles un significado, o algún sentido que llevarse a casa? Claramente, no. Una de las características principales de la obra de Weiner es su resistencia al sentido a pesar de su reiterado uso del lenguaje (o mejor: del "material lingüístico"). Sus palabras, salvo cuando enuncia "intenciones", no son propiamente poesía (¿o tal vez poesía visual?), ni filosofía, ni parecen exigir una interpretación, ni laxa ni estricta, por muy herméticas que se nos presenten.

Lo interesante de Weiner es que, en efecto, el receptor no sabe muy bien por qué esa obra ha sido construida. Pero es que si el arte conceptual se centra en la "idea", ésta no consiste en el concepto que presuntamente se transmite (para ello existen otros medios más económicos), sino algo que sólo se aclara cuando entendemos que el único concepto esencialmente relevante en el arte conceptual es el concepto de arte.

Y es de ello de lo que se ocupa Weiner en Castellón. Su intervención, junto a una selección de sus películas y vídeos, incluye tanto la exposición ahora visitable como un proyecto público destinado a quedarse en un parque de la ciudad, pero al que la muestra también alude: Bajo el sol es el título común, pero responde más a la obra prevista para la intemperie. En el espacio expositivo vemos las palabras que Weiner suele inscribir en la pared. Por ejemplo: "Movido a la fuerza de la sombra al sol y del sol a la sombra"... ("hasta la formación de un círculo de luz y de oscuridad"). Puede haber aquí un motivo taurino ("matar un toro" es una frase que aparecerá sobre las curvas de material cerámico, de un metro de altura, que se construirán en el parque), pero no importa. Vale más fijarse en cómo Weiner cuestiona el sentido de la (su) escultura pública, y, sobre todo, la manera en que, con sus palabras en las paredes, vacía espectacularmente el espacio que las acoge. Han pasado cuarenta años y el problema (la "idea" del arte) todavía no ha sido resuelto. Mejor así.

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