Jorge Guillén, puro poeta
Mañana EL PAÍS, dentro de la colección dirigida por José Caballero Bonald de los mejores poetas del siglo XX en castellano, pone a la venta una antología de los poemas del vallisoletano Jorge Guillén (1893-1984), una de las voces más personales de España, según Rafael Alberti.
El literato, perteneciente a la generación del 27, es considerado el máximo representante español de la poesía pura, que él mismo define como "matemática y química y lo que permanece en un poema después de haber eliminado todo aquello que no es poético".
Su primera poesía se da a conocer a través de la Revista de Occidente, donde se publica la primera edición de Cántico, con 75 poemas, que crecería hasta las 334 composiciones de la cuarta y última edición (1950). Se trata de una obra vitalista y entusiasta que exalta la perfección del universo: "El mundo está bien hecho", dice Guillén.
Las guerras, dictaduras, injusticias, muerte y tiranías de mediados del siglo pasado marcan un giro en la visión del mundo del poeta que, a pesar de mantener su espíritu inicial, se tiñe más amargo y melancólico. Esa actitud se refleja en Clamor, que lleva como subtítulo 'Tiempo de historia' y que a su vez se subdivide en Maremágnum (1957), Que van a dar la mar (1960), Y a la altura de las circunstancias (1963). Por el contrario, en Homenaje (1967) vuelve al enfoque de primera poesía con versos dedicados a la cultura, el amor y la amistad.
Sus últimos trabajos fueron Y otros poemas (1973) y Final (1981), en donde, según el propio autor, aclara toda su obra. En su último libro las reflexiones sobre el mundo le llevan a consagrar su fe en la poesía, en la libertad y en la paz, para acabar su obra con un contundente: "Paz, queramos paz".
En 1977, un año después de recibir el Premio Cervantes, regresa de Estados Unidos a España. Vuelve del exilio al que le condenó la Guerra Civil. "Estalló entonces el acontecimiento / después de cuarenta años implacables, / a los cuarenta en punto de la Historia. / El exilio voluntario había concluido".
Como crítico, el poeta prologó Obras completas de Federico García Lorca y de Pedro Salinas, y estudió a Gonzalo de Berceo, Góngora, san Juan de la Cruz y Gustavo Adolfo Bécquer. Destacan sus ensayos Federico en persona y Semblanza y epistolario. Fue traductor de Paul Valéry, Paul Claudel y Jean Cassou.
El prólogo de la antología que se vende mañana junto con EL PAÍS es del escritor Mario Hernández.
Babelia
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