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Columna
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¿La hora de los poetas?

Hay días en que los noticiarios parecen redactados por un poeta ebrio y visionario que maneja una calculadora averiada: todo son cifras enloquecidas y opacas (índices bursátiles, inflación, euríibor, tipo de interés, paro...), pero quiero creer que efectivamente es un poeta el que comanda la calculadora porque permanece invariable y permanente un indicador intangible, la confianza, la confianza de los consumidores, de los inversores y, lo que todos imputan a la base de la actual crisis, la desconfianza de los bancos entre sí.

La confianza y la desconfianza por mucho que se quieran medir pertenecen al territorio difuso pero real de las emociones y es bien curioso que en los últimos días el poeta loco de la actualidad las haya tenido que combinar con otra emoción: la ilusión. Y la ilusión también es oriunda de lo emocional y estos días tiene nombre propio: Obama.

El cambio llegó a Galicia tarde, pero no deberíamos desperdiciar la épica necesaria para avanzar

No deja de resultar paradójico que cuanto más se invoca el pragmatismo, más se habla de emociones. El triunfo de Obama está en deuda directa con la capitalización de la emotividad. El relato positivo de uno de abajo que aspira a llegar a lo más alto (el primer negro que llega a presidente USA) se ha sumado a un tsunami emocional y colectivo que arrasa entre la opinión pública americana que desgarradamente se avergüenza de la tenebrosa era Bush: una guerra en Irak que no sabe ganar pero no acaba de perder y una chapuza financiera que acaba de explotar.

Para que no le falte realismo al asunto y competitividad emocional, al final, la diferencia entre Obama y Mac Cain sólo ha sido de un 5%, justamente el mismo porcentaje poblacional que se ha apuntado al censo para votar por primera vez. Pero el poeta oculto que escribe las palabras de Obama ha ganado y así el "yes, we can" debe incorporarse a la antología de la poesía universal porque universal ha sido su eco. En la noche electoral me hubiese gustado empatizar con la imágenes coloristas y musicales de esa tribu de Kenia originaria de los Obama que celebraba el triunfo por adelantado. Por aquí, en la vieja tribu de Gallaecia también la ilusión debería ser un bien en alza, aunque a nuestra ilusión, más que un líder y un nombre propio, le hace falta patrimonializar otra emoción enorme: la autoestima. Pero no sé si la autoestima, aunque avanza entre nosotros, alcanzará debidamente el nivel de tsunami colectivo.

El cambio llegó a Galicia tarde y discretamente pero no deberíamos desperdiciar la épica necesaria para avanzar, incluso si lo que hace falta es un estímulo-respuesta (el Prestige lo fue) para que nos cabreemos suficientemente, no dejemos pasar impunes algunas muestras de la ruindad que puede revivir en el país si vuelven al poder los de antes, porque no es otro el coraje que deberíamos oponer a la demagogia de los últimos días. ¿Es posible miseria mayor que la de inventar affaires como el de la nevera de Quintana o el coche del director general de CRTVG en pleno azote de la crisis y el paro? El PP, desde luego, no cuenta con poetas en su staff, sino sólo con malos novelistas plagiarios y erráticos.

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Construir la ilusión y restaurar la confianza es tarea exclusiva de poetas, no de poetas singulares, sino del poeta imaginario que todos y todas llevamos dentro. La perplejidad es el principio del conocimiento y hace falta imaginación para ponerla en valor. No puede ser que si el problema viene de la hegemonía abrasadora de la economía financiera y especulativa frente a la economía real, la productiva, la solución se alimente sólo de parches financieros y bancarios. Y en todo ello, la política tiene que funcionar, ser patrimonio y resultado de la participación.

Estos días anduvo Jordi Pujol por Galicia. Puedo discrepar de él en algunas cosas pero es un amigo de Galicia y nos dijo algo sabio ("Sólo se puede hacer poliítica con pasión y emoción"). Los poetas son los que ponen palabras a las emociones y cuando las emociones se averían las curan los psicoterapeutas. Prefiero pensar que aún es tiempo para los poetas políticos.

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