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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tragicomedia frágil (y fácil)

Carlos Boyero

Son muy pocos los retratos cinematográficos que nos llegan del pasado o de la actualidad de esa isla tan exuberante como sufrida llamada Cuba. Si la mayoría de sus habitantes lo tiene complicado para sobrevivir con lo elemental, si la obligación cotidiana impone eso tan fatigoso del buscarse la vida, se supone que lo de rodar películas es un lujo cercano a lo prohibitivo para los nativos, aunque mucho alumno foráneo que estudió en la escuela de cine de San Antonio de los Baños (Mariano Barroso, Benito Zambrano y Jaime Rosales, entre otros directores españoles) testifique su emocionado recuerdo de ese ejemplar aprendizaje.

Steven Soderbergh, un director atractivo y extraño que ha logrado compaginar las arriesgadas y muy personales películas que desea hacer con los productos computerizados e impecables que le hacen millonario, recreaba hace poco tiempo con notable credibilidad en El Che. El argentino el nacimiento de la revolución cubana, la fe y la convicción de gente tan sacrificada como reivindicativa de que se debía y se podía cambiar el corrupto y lamentable estado de las cosas.

EL CUERNO DE LA ABUNDANCIA

Dirección: Juan Carlos Tabío.

Intérpretes: Jorge Perugorría, Enrique Molina, Paula Alí, Vladimir Cruz, Mirtha Ibarra, Yoima Valdés.

Género: comedia. España, Cuba, 2008.

Duración: 108 minutos.

Juan Carlos Tabío nos describe en El cuerno de la abundancia lo que ha ocurrido 50 años después de la rebelión en la granja. Y aunque utilice la farsa y la fábula, nos hace pensar que en esa desgraciada tierra todo está muy crudo, que se cae a pedazos, que se impone el trapicheo y el sálvese quien pueda para seguir tirando. También que soñar es gratis y que supone un incombustible motor vital.

Como los compadecibles y tragicómicos habitantes de Villar del Río, los protagonistas de El cuerno de la abundancia también esperan la inminente llegada de míster Marshall, aunque en su caso el milagro que les va a sacar de la permanente ruina sea la aparición de la mitológica y oculta herencia de unas supuestas familiares que vivieron en el siglo XVIII.

Ese descubrimiento ocurre gracias a Internet, invento que permite saber lo que ocurre en el ancho mundo a gente cuya ilusión puede estar concentrada en poseer un frigorífico lujoso y un dormitorio que permita intimidad.

Y se supone que Tabío está utilizando la comedia costumbrista y el humor disparatado para pintar la vida misma, su complejidad, sus miserias, sus equívocos y su ternura. Esa realidad funcionaba con dramatismo y comicidad en Fresa y chocolate y en Guantanamera, que codirigió junto a Tomás Gutiérrez Alea. Pero aquí el pretendido esperpento tiene escasa gracia, la ironía es burda, los personajes y las situaciones huelen a caricatura.

Es una película que busca la inmediata complicidad con el receptor (qué cansino ese recurso del narrador hablándole en primer plano a los espectadores), con la que intento integrarme y disfrutar de su humor. En vano. Y va a peor de forma alarmante. La postrera secuencia de la boda es digna del cine de Mariano Ozores. En este caso, la necesidad de describir la realidad no ha conseguido ningún milagro artístico.

Vladimir Cruz (izquierda) y Jorge Perugorría, en un fotograma de <i>El cuerno de la abundancia.</i>
Vladimir Cruz (izquierda) y Jorge Perugorría, en un fotograma de El cuerno de la abundancia.
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