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"¡Mamá, sálvame!"

"México es el país donde se dan más secuestros económicos en el mundo, más que en Colombia. En el Distrito Federal y sus alrededores se dan de 90 a 100 secuestros exprés [de unas cuantas horas] diarios", cuenta Max Morales, experto en asuntos de seguridad y dedicado desde hace 20 años a asesorar a familias de secuestrados. Las autoridades reconocen que se cometen más de 1.200 secuestros cada año. Morales afirma que son miles.

La gente denuncia apenas el 10%, el resto suma "la cifra negra". No existe confianza en policías y fiscales, la impunidad reina. Max Morales no duda de que los "secuestros económicos largos, en los que se amenaza y amedrenta a la familia", son los más dramáticos, pero los más numerosos son los exprés. Ocurren en taxis. La víctima sube y unos metros más adelante el conductor permite que lo aborden uno o dos delincuentes. Golpes y amenazas, pistola o puñal en mano. El objetivo principal son las tarjetas de crédito. Ex policías o gendarmes en activo forman parte del entramado. Hay también secuestros virtuales, donde no hay rehén. Se hacen vía teléfono móvil desde prisiones de la ciudad. Un grito de "¡Mamá, sálvame!" o un "Soy yo, me tienen secuestrado", se escucha en una casa, muchas veces elegida al azar. Hay quienes al oír esto se paralizan mentalmente y pagan rescate, pues creen que un familiar está en peligro.

Los delincuentes van a por unos cuantos miles de pesos. Los quieren rápido, depositados en una cuenta de banco o en teléfonos prepagados.

Max Morales afirma que México tiene el récord del pago de rescate más alto en el mundo, los 37 millones de dólares [26,8 millones de euros] que obtuvo en 1994 la guerrilla del Ejército Popular Revolucionario por liberar al ex banquero Alfredo Harp Helú. Fuentes del espionaje mexicano afirman que los rebeldes ya no llevan a cabo secuestros propagandísticos o sociales para exigir la liberación de sus compañeros presos, sino "para financiarse". "Lo hacen por dinero. Es su principal y casi única fuente de entrada de dinero", añade.

Los sicarios del narco también secuestran y hacen levantones. Comúnmente los capturados aparecen muertos. Hace años, el levantón no era un secuestro, sino el depósito de una persona para garantizar un negocio de droga. Si el pacto se rompía, el levantado moría.

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