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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El primer Wimbledon

Rafael Nadal conquista el mítico torneo de hierba a los 42 años de la gesta de Manuel Santana

Es el primer Wimbledon de Rafael Nadal, porque apostamos a que esto no ha hecho más que comenzar; o, mejor, el tercero del tenis español, después de Manuel Santana, que inauguró la cuenta de honor en 1966, y de Conchita Martínez, que corroboró para la mujer aquel éxito en 1994.

Ya hace alrededor de medio siglo, en una España dictatorial y cejijunta que experimentaba con el desarrollismo, el deporte vivió una cierta primavera; tras la victoria precursora de Federico Martín Bahamontes en el Tour de 1958, hubo unos años sesenta que prometían con dos Roland Garros, el ya citado Wimbledon, todos del propio Santana, y en 1964, la primera Eurocopa de fútbol. Era un aviso.

El tenis siguió a buen nivel, con Orantes y el postrer Gimeno, pero la verdadera explosión fue de los noventa, ya en plena democracia: cinco tours de Indurain, tantos Roland Garros que el trofeo parecía en propiedad de España, las 22 medallas de los Juegos de Barcelona, con ese oro purísimo de los 1.500 que se apuntó Fermín Cacho; o los dos masters de Augusta de José María Olazábal que ratificaban los triunfos previos de Seve Ballesteros.

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Pero más que mediada esta primera década del siglo XXI, la explosión ya es en cadena; el Tour en 2006 y 2007, y este año gran opción a un tercero; la segunda Eurocopa para el que muchos creen que es el mejor equipo del planeta; campeones mundiales de baloncesto; entre una lista de éxitos. Y para todo ello, este triunfo ante un contrincante excepcional de nobleza y clase, Roger Federer, es el mejor broche de oro.

En una crónica puramente deportiva quedaría que Federer, el monarca destronado que no pudo ganar su sexto Wimbledon consecutivo, falló demasiados golpes, sobre todo del revés que le buscaba como un martillo pilón el español, pero que tuvo un servicio que funcionó como un auténtico salvavidas. El tenista de Manacor que, por primera vez tenía el pronóstico de los expertos a su favor, había ido este año si cabe aún más lejos, desplegando una suerte de pánico escénico, como el que dicen que sobrecogía al equipo visitante cuando tenía que enfrentarse al Madrid. Esa magia funcionó durante los dos primeros sets, que el español ganó con alguna claridad. Pero enfrente tenía al campeón en ejercicio, que no iba a rendirse sin vender cara su piel. Y así Nadal vio cómo se estiraba el partido hasta un quinto set épico, en el que, por fin, el pronóstico se cumplía.

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