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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Golpe en Burdeos

La caída de la cúpula terrorista debería reforzar el pacto no escrito que empieza a esbozarse

Una operación conjunta de las fuerzas de seguridad de Francia y España, fruto de una colaboración cada vez más estrecha, permitió detener en Burdeos a la cúpula dirigente de ETA, apenas horas después de que el lehendakari se entrevistase con el presidente del Gobierno. La coincidencia en una sola jornada del encuentro en La Moncloa, celebrado por la mañana, y el arresto de los terroristas, ocurrido poco antes de la medianoche, acentúa los contrastes entre la estrategia que patrocina Ibarretxe y la que ha adoptado el Gobierno tras constatar el fracaso del final dialogado del terrorismo, y que está siendo apoyada por todos los partidos, incluido preliminarmente el PP.

Entre los detenidos se encuentra el actual número uno de la banda y principal interlocutor en el tramo final de las conversaciones, Javier López Peña, Thierry, impulsor de la ruptura de la tregua y responsable, entre otros atentados, de la voladura de la T-4, en la que murieron dos ecuatorianos. Al presentarse en La Moncloa con una versión de los documentos que los terroristas rechazaron -que rechazó, en concreto, el jefe de la banda detenido ayer en Burdeos-, Ibarretxe se entregó a un ejercicio de voluntarismo tan arriesgado como inútil. Desde la ruptura de la tregua, ETA ha demostrado que no tiene en cuenta su plan soberanista para seguir perpetrando crímenes, y el Gobierno, por su parte, que no lo necesita para cumplir con la tarea de detener a los asesinos. El lehendakari, en cambio, ha perdido una ocasión única para desempeñar el papel que cabe esperar de él y su partido: la deslegitimación social del terrorismo. Y perderá otra ocasión más grave si no desiste de su consulta ilegal.

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Entre los detenidos en Burdeos se encuentran algunos dirigentes de diversas franquicias con las que ETA concurrió a las elecciones durante los últimos años, como es el caso de Ainhoa Ozaeta Mendiondo, ex concejal de Batasuna; Jon Salaberria, ex parlamentario vasco de la izquierda abertzale, e Igor Suberbiola, ex militante de Jarrai y Haika. Más tarde, en Andoain, fue también detenido Antonio Barandiarán Ezama, ex alcalde de Euskal Herritarrok. La pasarela entre la dirección de la banda y sus sucesivos brazos políticos ha quedado, una vez más, de manifiesto, lo que invalida para el próximo futuro cualquier estrategia que pretenda ver distinciones artificiales.

Las detenciones de Burdeos suponen un apoyo inesperado al pacto no escrito que parece abrirse paso entre los partidos democráticos. El Gobierno tiene ahora la ocasión de afianzarlo, compartiendo información con las restantes fuerzas políticas, y éstas, por su parte, están obligadas a responder desde la lealtad en la lucha contra el terrorismo. La iniciativa de Ibarretxe no sólo parece fuera de lugar, sino que acentúa la soledad hacia la que se encamina el PNV. Descabezada, ETA puede seguir matando, pero estará cada vez más encerrada en la burbuja sangrienta que la acabará asfixiando.

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