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La casa de los horrores

Un enigmático electricista con carácter dominante

Josef no ha explicado cómo elegía los niños que se llevaba a vivir con él

El supuesto secuestrador y violador de su propia hija, Josef Fritzl, es técnico con formación en electrotécnica. Además, se dedicaba a negocios de inmobiliaria. Había comprado algunos terrenos en la zona. El diario Die Presse entrevista a la hija de un antiguo patrón de Fritzl en una empresa que comercia con material de construcción, que le contrató a pesar de que corrían rumores de que Fritzl había intentado violar a una mujer en 1960. Los compañeros de trabajo califican a Fritzl de "trabajador y habilidoso".

El hombre, que tiene 73 años, ha confesado con tal entereza sus crímenes que la policía está convencida de que actuó solo. Para ello, según los datos que filtran los investigadores, fue capaz de mantener una doble vida durante más de dos décadas: una familia tradicional con su esposa Rosemarie, de 63 años, y siete hijos, a los que se añadieron los tres supuestos nietos que él aseguraba habían sido abandonados por Elisabeth. Además, mantenía, metros más abajo, una familia paralela, con su hija y otros tres hijos-nietos.

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"Fritzl engañó a todos: a su mujer, su familia y sus vecinos"

Los investigadores consideran que sólo una persona "muy inteligente" puede haber mantenido la ficción durante tanto tiempo. Varios psicólogos indican además que Josef Fritzl debe tener un carácter dominador; aterrorizaba a sus familiares que, por su parte, no se rebelaban y vivían como súbditos reverentes. Sorprende que su esposa, a pesar de la desaparición de la hija Elisabeth y de la aparición sucesiva de sus hijos abandonados en la puerta, no se enterara de nada. Los expertos señalan al respecto que se trata de un caso de autorrepresión.

La organización de la vida diaria de la familia es lo que más intriga a los investigadores. Para regular el acceso al calabozo, Fritzl aprovechó sus conocimientos de electrónica. Un sistema de clave numérica impedía que nadie accediera al sótano sin su consentimiento. La puerta estaba tras unos paneles que sólo se podían mover con un mando de control remoto.

Para alimentar y vestir a su segunda familia -una mujer y tres chicos- acudía a mercados fuera de su ciudad. Aprovechaba unas tierras y algunas posesiones fuera de Amstetten para justificar los viajes y aprovisionarse.

De todas formas, lo que más intriga es el doble comportamiento que mostraba hacia sus propios hijos-nietos. Fritzl se ha negado a explicar en función de qué criterios elegía los que se quedaron encarcelados y los que pudieron vivir con él y su esposa. Según todos los testimonios, con estos últimos se comportaba como un abuelo cariñoso.

Josef Fritz, en una imagen de la policía
Josef Fritz, en una imagen de la policíaREUTERS

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