_
_
_
_
_
Necrológica:En memoria del actor Alberto de Miguel
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Un tipo que te animaba a seguir

Tengo la oportunidad de despedirme de Alberto desde mi periódico a través de trescientas palabras. Descubro que me faltan miles y me sobran todas. Intento explicárselo a quien no lo conociera: hay actores que uno querría tener siempre en su compañía; tipos que uno querría tener siempre a su lado. Alberto de Miguel, fallecido el pasado 12 de marzo a los 58 años, es uno de ellos. De los que te animan a seguir. De los que hacen que todo sea fácil. De los que hacen que cualquiera, a su lado, tenga ganas de vivir.

Como actor y director -sus trabajos en ópera, en los últimos años, eran su pasión-, llevaba el sello Layton / Pequeño Teatro: un profesional serio, minucioso, inagotable. A esas cualidades, añadía una sabiduría sin aspavientos y toneladas de generosidad.

En mi cabeza hay docenas de sus personajes: en Calderón, El jardín de los cerezos, Carolina del Sur, Caricias, El embrujado, Como reses, Comedias Bárbaras, Hamlet, Eloísa, Aquí no paga nadie... He tenido la suerte de contar con él en tres obras mías: Para quemar la memoria -en 1995, apostando por un principiante-, La tierra y El que fue mi hermano; en esta obra, Alberto era uno de los soldados muertos del Yakolev. No he podido evitar el recuerdo de las palabras que pronunciaba el personaje de Mélida Molina: "La ausencia es otra cosa. Esto es un vacío que no te deja respirar". Pero no siento un vacío.

Creo que los que hemos conocido a Alberto, los que hemos compartido algún tramo de su viaje a Ítaca, no nos sentimos vacíos. Sentimos la fortuna de haber estado con él, de haber visto sus trabajos, de haber disfrutado de su cercanía. Soy afortunado porque entre los tesoros de mi vida, además de los trabajos que hizo Alberto con mis textos, están sobre todo nuestras conversaciones sobre música y teatro, sobre Verdi, sobre las cosas que andábamos escribiendo, sus palabras de ánimo y sus críticas: es decir, su amistad.

Algunas personas son más afortunadas: Sergio tiene la fortuna de parecerse a su padre; Amaya, su hermana, tiene la fortuna de recordar todos sus años juntos; Mélida (que ha seguido subiendo al escenario del Español, como querría Alberto) tiene la fortuna de un amor que no cabe dentro de una vida, de un amor de todos los minutos, hasta el último instante; y del infinito territorio del recuerdo.

Es fácil que todos sus amigos nos conjuremos y neguemos este final inesperado. Alberto está de gira.

José Ramón Fernández es dramaturgo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_