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Reportaje:

Fusión de lenguajes escénicos

Mercedes Peón impone la potencia de su directo en 'Kiosco das almas perdidas'

Un formidable barullo de danza, teatro con puntos circenses, música, ilusionismo e imágenes animadas recrean en el escenario la indescriptible atmósfera del Kiosco das almas perdidas, ese mítico afterhour del puerto vigués de O Berbés que presta su nombre a la última producción del Centro Coreográfico Galego.

El espectáculo estrenado el viernes en A Coruña, punto de partida de una gira de cinco meses por Galicia y otras ciudades españolas, sorprende por heterodoxo. Ideado por el coreógrafo catalán Roberto Oliván durante tres meses de estancia en Galicia, el montaje no sólo ofrece una visión innovadora de la danza, sino que, al mezclarla con otras disciplinas artísticas, muestra nuevos lenguajes escénicos. Animado por 11 bailarines de formación y nacionalidad dispares, protagonizan el espectáculo la potente voz y la música en directo de Mercedes Peón.

Sentada en un lateral del escenario tras una batería, la artista gallega se convierte en una omnipresente mujer-orquesta que, acompañada ocasionalmente al acordeón por Xosé Lois Romero, canta y alterna la pandereta, la gaita o la flauta mientras dialoga con los bailarines y dirige sus movimientos rítmicos al son de unas composiciones musicales que en ocasiones rayan con la estridencia, aunque sin resultar nunca chirriante. Peón, que abre y cierra el espectáculo, incluso interpreta en solitario una pieza animada por un vídeo de imágenes acuáticas.

Entre los bailarines, destacada es también la actuación de su hermano, Henrique Peón. Profesional de la danza tradicional de Galicia, irrumpe a bordo de un féretro, haciendo "de muerto que está vivo o de vivo que hace de muerto", y se encarga de dar aires de romería, con pasos de muiñeiras, a la confusión, desorden y mezcla de estilos y personajes que conforman un montaje con ánimo de ser una reflexión sobre la vida y la capacidad de responder ante ella.

"Los locos sois vosotros", espeta al público una bailarina de vestido blanco con plumas, uno de los personajes desconectados de la realidad que Oliván ideó para mostrar, sin artificios, "el alma desnuda del ser humano". Especial relevancia tiene también la videoanimación, con una cuidada selección de imágenes proyectadas en continuo en una pantalla gigante.

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