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Izquierdas nacionales y federales

La multitudinaria manifestación del pasado sábado tenía el mérito de la transversalidad, pero también el demérito de la confusión en su planteamiento y objetivos. ¿A qué se iba? ¿A exigir el cese de Magdalena Álvarez? ¿A reivindicar el derecho a decidir sobre nuestras infraestructuras? ¿A exigir la publicación de las balanzas fiscales? ¿A reivindicar una financiación justa para Cataluña? ¿O, simplemente, a proclamar "som una nació i tenim dret a decidir"? Cada cosa por separado puede tener sentido, pero todo junto y revuelto es confusión. Ciertamente, lo más positivo fue la demostración cívica de centenares de miles de ciudadanos pidiendo un cambio radical en la forma de gobernar con relación a Cataluña, exigiendo respeto para la nación catalana. La convocatoria de la manifestación fue un éxito indiscutible, lo que debe hacer reflexionar a las organizaciones políticas y sindicales que se mantuvieron al margen. Se equivocaron, y su ausencia ha facilitado la lectura nacionalista o soberanista de la misma.

Zapatero debe escuchar y el PSC asumir que había motivo para la manifestación

Cuando los ciudadanos se manifiestan, alguien debe recibir las quejas, porque si no, estamos únicamente ante un brindis al sol. Es el Gobierno de Zapatero el que, en primer lugar, debe responder. El empecinamiento en no tocar a la ministra de Fomento ha sido un error, que ha exaltado todavía más los ánimos. Se pueden cambiar varios miembros del Gobierno por razones electoralistas y, al mismo tiempo, no destituir una ministra tan arrogante como manifiestamente incompetente. La credibilidad de Zapatero se resentirá si se va acostumbrando a este modo de hacer política, y a mirar hacia otra parte cuando así le convenga. El PSOE no debería estar tan seguro de que tiene en Cataluña un cheque en blanco, en el que sólo hay que escribir los votos que conseguirán. Ojalá la dirección del PSOE asumiera con relación a Cataluña y al País Vasco lo que ha escrito Santiago Carrillo en las páginas de este periódico en distintos artículos, un Santiago Carrillo muy distinto de cuando era secretario general del PCE e interfería en los asuntos del PSUC. No he leído todavía algo similar, escrito por Felipe González, por ejemplo, con relación a la España plurinacional.

Las izquierdas estatales, principalmente el PSOE pero también sectores de IU, tienden a confundir el centro con el interés general. Viene de lejos la concepción de que desde el centro se defiende mejor la igualdad. No es así, como reiteradamente se ha demostrado. El centro se defiende a sí mismo y se confunde con el todo. En la vigilia del 29º aniversario de la Constitución española de 1978 es oportuno preguntar: ¿Habría Estado autonómico, si no fuera por que desde la periferia, particularmente desde el catalanismo, se ha defendido mejor el interés general, con relación al modelo territorial? Sin el impulso del catalanismo no existiría el Estado autonómico, ni habría expectativas para su desarrollo, como ha sucedido con las recientes reformas estatutarias. En sentido territorial, el interés general de España no puede ser otro que el reconocimiento y representación de la plurinacionalidad.

En la actualidad, las izquierdas catalanas tienen la responsabilidad política de impulsar el desarrollo federal y plurinacional del Estado autonómico. Lo que equivale a oponerse a la tentación de un giro neocentralista del PSOE y, también, evitar la salida a ninguna parte del soberanismo nacionalista. El olvido del Estatuto de 2006, y el salto hacia adelante con un lema tan ambiguo como vacío del "derecho a decidir", favorece las estrategias nacionalistas de uno y otro lado. El pueblo de Cataluña decidió aprobar el nuevo Estatuto de autonomía de 2006, y esta decisión debe ser respetada y cumplida mediante el desarrollo estatutario, que implica a la Generalitat y al Gobierno del Estado. Esto es impulso federal.

Sin embargo, no se vive precisamente un ambiente político en España propicio para desarrollos federales de la Constitución de 1978. Más bien se leen artículos (en este mismo periódico) de rectificación constitucional y de reconducción unitarista del Estado. Parece que en la política española el PSOE siempre queda prisionero del nacionalismo extremo de la derecha, lo que condiciona a los socialistas de las nacionalidades. Cada vez que el PSC es prisionero de su dependencia del PSOE, el Gobierno tripartito lo paga en credibilidad. Los debates y votaciones sobre infraestructuras en el Congreso de Diputados lo han puesto nuevamente en evidencia. El PSC, como partido nacional, requiere de un grupo parlamentario propio, o bien mostrar con claridad su independencia del PSOE en asuntos que afectan a la política catalana. Una izquierda nacional y federal implica, por un lado, un proyecto social y nacional propio e independiente y, por otro lado, la defensa de este proyecto atendiendo a la existencia de otras izquierdas homónimas en territorios distintos, dentro de una relación federal basada en la justa reciprocidad y solidaridad. El PSOE en su concepción territorial practica más la verticalidad que la reciprocidad.

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Por otra parte, un partido político, como el PSC, tan determinante en la política catalana por su posición predominante en los poderes públicos nacionales y locales, tiene una responsabilidad añadida como partido nacional catalán. El riesgo de un partido tan instalado en la estructura de poder es su alejamiento de la ciudadanía. Puede dominar la gestión, pero no tener liderazgo cívico y nacional. Las izquierdas catalanas se alejarán de la sociedad civil y de sus propios presupuestos ideológicos si encumbran al político gestor. Aquel político que dice dedicarse enteramente a resolver los problemas de la gente, sin detenerse en discusiones ideológicas inútiles, cerrado en su despacho, invadido de informes. Tanta gestión puede acabar en indigestión. Hay tiempo para rectificar. Los ciudadanos han hablado, Zapatero debe escuchar y el PSC asumir que había motivo para la manifestación.

Miquel Caminal es profesor de Ciencia Política de la UB.

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