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Necrológica:IN MEMORIAM DE SOLEDAD ORTEGA SPOTTORNO
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

La primera orteguiana

Javier Zamora Bonilla

Nos ha dejado Soledad Ortega Spottorno. No por esperada, dada su edad (nació el 2 de marzo de 1914) y la enfermedad que arrastraba desde hacía unos años, la noticia deja de conmover el alma de los que hemos tenido la fortuna de aprender de ella.

Pertenecía a esa generación que vio truncada muchas de sus expectativas vitales por la Guerra Civil. Estudió en el Instituto-Escuela, que intentó llevar a la educación pública algo del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, y más tarde en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, durante los años de la Segunda República, cuando su padre, el filósofo José Ortega y Gasset, era sin lugar a dudas la referencia intelectual de lo que más tarde se conoció como la Escuela de Madrid, el legado filosófico más importante que España ha dado a la cultura universal con obras como las de Ortega, Zubiri, Gaos, Zambrano...

Se licenció en aquella Facultad, en la especialidad de Historia Medieval, en junio de 1936, unos días antes de que la guerra trastocara todo. Salió con sus padres del Madrid revolucionario de aquel sangriento verano, temerosos por sus vidas, y se instaló con ellos en Grenoble. Luego saltaron a París y también pasó algunas temporadas en Holanda y Gran Bretaña, donde dio clases de Lengua y Literatura españolas. Fueron años muy difíciles para todos. Su padre, enfermo, expulsado de su cátedra de Metafísica, tuvo que buscar medios para ganarse la vida, y Soledad le ayudó mucho. Tomaba notas al dictado y ponía orden en los papeles que luego iban a la imprenta para alimentar las numerosas bocas que se habían agrupado en la ciudad del Sena tras huir de los terrores bélicos.

Cuando sus padres se marcharon a Buenos Aires, Soledad Ortega los acompañó en los primeros años del exilio argentino, pero quiso pronto regresar a España e intentó recuperar la vida rota por la guerra. Con algunos amigos, incluido Julián Marías y Dolores Franco, montó una academia de estudios llamada Aula Nueva, donde dio clases de Historia, que luego continuó en el Colegio Estudio, uno de los pocos focos de liberalismo que quedaban en aquella España de postguerra. Con su hermano José, ayudó a recuperar la Editorial Revista de Occidente, aunque la revista propiamente dicha no se pudo volver a publicar hasta 1963. Soledad Ortega la ha dirigido en su última etapa desde 1980.

Tras la muerte de su padre en 1955, junto a su madre y a sus hermanos, Miguel y el citado José, se desvivió por dar a conocer la obra que su padre había dejado inédita, al tiempo que su empeño por mantener vivo el legado orteguiano la llevó a fomentar numerosas ediciones de las obras de su padre, a dar a conocer partes de su epistolario y a continuar el proyecto de edición de sus Obras completas, con la ayuda de algunos de los discípulos de éste, principalmente Paulino Garagorri. De este modo se pudieron ir sumando volúmenes a los seis que había preparado su padre en 1946, hasta culminar la edición que se lanzó en 1983 con doce volúmenes, pero Soledad Ortega nunca estaba del todo satisfecha con la difusión que alcanzaba el legado paterno y tenía siempre en mente unas obras que llamaba completísimas. Desde la Fundación José Ortega y Gasset, que contribuyó a crear junto a su hijo José Varela Ortega en 1978, ha impulsado este nuevo proyecto, el cual ha dado ya a la luz los primeros siete volúmenes, publicados por Taurus en coedición con la Fundación Ortega.

La Fundación y el Instituto Universitario Ortega y Gasset, que se creó años después y que Soledad Ortega presidió, junto a la Fundación, hasta 1993 (quiso entonces pasar a ser presidenta fundadora), fue el modo que encontró de continuar a la altura de los nuevos tiempos la obra orteguiana del Instituto de Humanidades, que su padre había fundado en 1947, precisamente desde las modestas instalaciones de Aula Nueva.

La Fundación ha sido además, para Soledad Ortega, el lugar donde depositar el fabuloso legado de su padre, a cuya difusión ha dedicado sus mayores desvelos. En esta labor la conocí cuando en 1995 empecé a preparar la biografía de Ortega. Con su cordial humanidad y su inteligencia, que creo son las características que definen lo mejor de su alma, atendió mis preguntas durante varios años, al tiempo que se interesaba por el progreso de mi investigación y me pedía que le pasase copia de los fondos del Archivo que iba revisando, incluso publicó en Revista de Occidente alguna de las cartas de su amigo Julio Caro Baroja a su padre, que seguramente conocía pero que había olvidado. Jamás intentó orientar la labor de aquel jovenzuelo, recién licenciado en Políticas, de algún modo que pudiera hacerme sentir incómodo. Respetaba profundamente, desde su esencial liberalismo, mi trabajo y desde su palabra, meditada y profunda, me permitió vivir algo de esa España que tuvo a su padre como una referencia ineludible.

Esta generación, que se está yendo tan forzosa como rápidamente, la que en la Transición más pudo hacer por propiciar grandes y provechosos consensos, ha dejado muchas enseñanzas, que deben iluminarnos. Los ojos de Soledad -nunca la llamé doña porque la "ñ", tan española, siempre me ha parecido brusca para la mujer- iluminaban mucho. Todavía podemos seguir mirando desde la luz que auspiciaban sus ojos.

Javier Zamora Bonilla es profesor de Ciencia Política, autor de la última biografía de José Ortega y Gasset, secretario del Centro de Estudios Orteguianos e investigador de las Obras Completas del filósofo español.

Soledad Ortega Spottorno.
Soledad Ortega Spottorno.

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