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Reportaje:

Una familia de indudable talento

Durante 20 años, Shaun Greenhalgh, un artista frustrado, falsificaba obras de arte que sus ancianos padres vendían

El propio juez tuvo que reconocer el "indudable talento" de Shaun Greenhalgh al imponerle, el pasado viernes, una pena de cuatro años y ocho meses como artífice de uno de los mayores escándalos de falsificación de obras de arte que se ha visto en el Reino Unido, y que fue orquestado con la ayuda de sus octogenarios progenitores.

La singular empresa familiar, que tenía su epicentro en la tranquila localidad de Bolton (noroeste de Inglaterra), logró vender como auténticas un sinfín de réplicas de antigüedades y otras piezas artísticas a galerías y casas de subastas a lo largo de 17 años.

El trío se declaró culpable de los cargos de conspiración para defraudar y de lavado del dinero obtenido de las transacciones, durante el proceso celebrado en los tribunales de Bolton y que se tradujo en una condena de 12 meses de prisión en suspenso para Olive Greenhalgh, de 83 años. Su marido George, de 84 años, todavía está pendiente de sentencia. Artista frustrado que achacaba su fracaso comercial a la falta de contactos en el mundillo del arte, Shaun, de 47 años, utilizaba el jardín de la modesta vivienda familiar para reproducir toda suerte de obras, desde antigüedades egipcias a pinturas de artistas del siglo XX. Su padre se encargaba de colocarlas en el mercado, avalado por el aspecto inofensivo de un anciano en silla de ruedas, y con la ayuda puntual de su esposa.

La familia logró atesorar con sus actividades fraudulentas -que arrancaron en 1989- al menos 1,2 millones de euros, aunque los detectives que investigaron el caso estiman que las ganancias podrían haberles procurado otros tres millones de euros. Ese extremo es imposible de probar porque los registros bancarios sólo se remontan a seis años atrás. El mayor éxito de ese negocio se produjo en el 2003, cuando el Ayuntamiento de Bolton les compró la falsificación de la estatua de una princesa egipcia de la época Amara por 600.000 euros. Los expertos determinaron que la pieza, supuestamente de 3.300 años de antigüedad, era tan auténtica como las dos representaciones genuinas de la hija de la reina Nefertiti que se exhiben en el Louvre de París y en un museo de Filadelfia.

Dos años más tarde, George Greenhalgh daba un paso en falso al solicitar al Museo Británico de Londres el examen de tres relieves asirios que presentaban evidentes erratas en su inscripción cuneiforme. Los responsables de la institución alertaron al departamento de Arte y Antigüedades de la policía metropolitana, que inició una investigación y decidió incautar la estatua de la princesa de Amara en Bolton, que por entonces ya había participado en una exposición inaugurada por la reina en la londinense galería Hayward. Los investigadores desconocen, a día de hoy, la magnitud real de las operaciones de la familia, pero están convencidos de que un buen número de falsificaciones de los Greenhalgh sigue circulando por el mercado del arte.

Olive y George Greenhalgh, saliendo el pasado viernes del tribunal de Bolton. Abajo, su hijo Shaun.
Olive y George Greenhalgh, saliendo el pasado viernes del tribunal de Bolton. Abajo, su hijo Shaun.REUTERS
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