_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los milagros de Íker

Íker Casillas se ha convertido en uno de los iconos globales de la capital de España, a la altura de Cibeles, el Oso y el Madroño, Daoiz y Velarde o el caballo de Espartero. El guardameta del Real Madrid y de la selección nacional está inmenso. Es seguramente el mejor portero del mundo, pero lo lleva con humildad y elegancia: "No soy galáctico, soy de Móstoles". Por eso le quiere la gente de toda edad y condición. En las tabernas, en los estadios, en la prensa deportiva, en las radios y televisiones, ya se le llama directamente San Íker. Ha subido a los altares por aclamación popular, no como otros. Y cada semana brinda dos o tres prodigios bajo los palos que dejan boquiabierto al cielo y llevan al equipo madridista a estar donde está. Si eso no es un milagro, que venga Dios y lo vea.

Todo santo debe tener su hagiografía. El Ayuntamiento de Móstoles convoca un jugoso premio literario (12.000 euros) para la mejor biografía de Íker Casillas dirigida a niños de entre seis y doce años. El cancerbero merengue entra así en la épica hispana, porque el concurso está incluido en los actos del Bicentenario de 1808. Es decir, se dan todas las condiciones para que el embajador de Móstoles, a tan temprana edad, se establezca por muchos años como uno de los emblemas de la capital. Otra cosa es la biografía que resulte ganadora en el concurso. Mucha habilidad ha de tener su autor para sacar jugo literario a la infancia y adolescencia de un chico normal de Móstoles. Quizá la grandeza del relato consista, precisamente, en narrar cómo un chico normal de Móstoles pasa a ser ídolo de multitudes sólo por guardar muy bien una portería y ser buena persona. Todos los guardametas tienen rarezas peculiares, al igual que los alpinistas. Ricardo Zamora no lavaba nunca las camisetas que le daban suerte. Seguro que Íker tiene alguna superstición. Que investigue su biógrafo.

El Ayuntamiento de Móstoles podría también convocar un premio similar para niños-escritores. Además de bienaventurado, Íker Casillas es un héroe civil, un cancerbero de Móstoles defendiendo la Puerta de Alcalá.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_