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Reportaje:La mayor operación bancaria de la historia

Así se fraguó la 'operación Tulipán'

Los secretos del desembarco del Santander, RBS y Fortis en el banco holandés ABN Amro

Miguel Ángel Noceda

A principios de febrero de 2007, en uno de los encuentros rutinarios que mantienen Emilio Botín y Fred Goodwin, el mandamás del Royal Bank of Scotland (RBS), el escocés le sorprendió con una propuesta revolucionaria: comprar juntos el ABN Amro y luego repartírselo. Este banco holandés, séptimo de Europa y decimoquinto del mundo por capitalización bursátil, estaba a tiro desde hacía tiempo y el RBS necesitaba aliados para lanzarse al ataque. Goodwin recurrió a su amigo español. Botín no necesitó mucha insistencia. Muy dado a grandes proyectos, llamó inmediatamente a sus hombres para que estudiaran a fondo el asunto. No tardó en dar el visto bueno a la operación. Pocos días después, los dos amigos convencerían a Fortis para formar un poderoso trío atacante. Acababa de ponerse en marcha la operación Arrán (nombre en clave que también se ha denominado operación Tulipán), que iba a cambiar el statu quo de la banca mundial, puesto que se trata de la mayor operación bancaria de la historia.

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Por primera vez, un grupo de entidades se juntaba para comprar otra y luego trocearla. El próximo martes, 17 de octubre, terminará el desembarco: el RBS se queda con el negocio mayorista de Estados Unidos y Asia y la banca corporativa y de inversión de ABN; el Santander, con el banco italiano Antonveneta y el brasileño Real, con lo que cumple su objetivo de entrar en Italia y consolidarse en Brasil, y Fortis, con todo el negocio del Benelux y banca privada ascendiendo en el ránking regional. El monto total asciende a 71.100 millones de euros. El RBS paga 27.200 millones (el 38%); Fortis, 24.000 (el 34%), y el Santander, 19.900 (el 28%).

Hacia poco que Goodwin y Botín habían partido peras, después de muchos años de amistad, enfriada por la compra del Abbey por Santander. Aún así mantuvieron sus contactos. A Botín le encanta trasladarse a Escocia y aprovechar para jugar al golf. Suele acudir al cuartel general del RBS en Goacwurn (algo así como la ciudad financiera del Santander en Boadilla del Monte). Allí fue donde recibió la propuesta.

Una jugada maestra, que, sin embargo, se topó con la oposición de ABN, que encontró en Barclays el caballero blanco para contrarrestar el asedio. Barclays y RBS son rivales encarnizados en el Reino Unido, donde pugnan por el segundo puesto tras HSBC. Si Barclays se hacía con ABN daba un golpe de mando que impediría al RBS saltar a EE UU, su gran objetivo. El inquieto escocés Goodwin, a quien la prensa local ha calificado con el apelativo de braveheart, (histórico héroe escocés) no podía permitirlo.

La historia se remonta a 2004. El ABN, con dificultades de gestión, había llamado a las puertas de otros bancos, lo que en el argot bancario se conoce como "estar in play". Así que el bravo Goodwin, empeñado en crecer y en no dejar que lo hiciera su vecino, recogió el guante y en febrero de 2005 se reunió con el primer ejecutivo del banco holandés, Rijkman Groenink, para intercambiar impresiones sobre las posibles combinaciones entre ambas entidades. No fructificaron. Es más, en verano de ese año se cruzaron cartas relativas al interés por adquirir la italiana Banca Antonveneta, con la que al final se quedó ABN. El RBS se reafirmaba en que no realizaría ninguna operación transfronteriza "en aquellos momentos".

En aquellos momentos, porque el 31 de octubre de 2006, Goodwin volvió a la carga para hablar de la adquisición de ABN. Las cosas comenzaban a ponerse calientes. Aunque Groenink respondió al día siguiente, la reunión no se celebró hasta el 9 de enero de 2007 en Amsterdam. La discusión versó, sobre todo, en la propuesta de RBS de estudiar las ventajas de integrar los negocios estadounidenses. Pero, el holandés le soltó de sopetón al escocés que él era quien había hablado con el fondo Tosca Holding, uno de los accionistas destacados de ABN, para que recomendara fusionarse con RBS. Goodwin, naturalmente, le respondió que no.

La pelota quedó en el tejado de ABN, que dijo que contestaría en breve plazo. Una carta del 20 de febrero de 2007, The Children?s Investment Fund, que tenía el 1% de ABN, precipitó los acontecimientos. El fondo acusaba a la dirección de ABN de mala gestión por el hundimiento de la acción, y pedía que vendiera el banco por partes para sacar más dinero.

Fue el detonante que dejó al descubierto a ABN. Hasta entonces todo era más o menos secreto. El 8 de marzo, Groenink tomó la iniciativa y telefoneó a Goodwin para aclarar los rumores que corrían por el mercado. El escocés aprovechó para insistirle sobre la posibilidad de juntar los negocios en EE UU, así como las actividades de banca corporativa global.

Para esas fechas, en la convención de directivos del Santander celebrada el 10 de marzo, Botín ya había subrayado que el objetivo era Italia y el consejero delegado, Alfredo Sáenz, que uno de los problemas de ser muy grande era ser poco eficiente. Dos referencias para iniciados. Botín paladeaba ya el control de Antonveneta.

Todo comenzó a moverse con veladas amenazas y presiones sin concretar. A esas alturas, los dos G sabían que no se iban a entender nunca. El estallido se produjo cuando el 20 de marzo Barclays anunció un principio de acuerdo con ABN. Pero Goodwin ya contaba con el arma secreta para responder, el respaldo de su amigo Botín, y una estrategia trazada entre los dos bancos. Lo primero fue invitar a Fortis, cuyos responsables (Maurice Lippens y Jean-Paul Votron, presidente y consejero delegado) se reunieron con Goodwin el 30 de marzo. Después, repartirse ABN.

Fortis dijo sí. Alea jacta est. La jugada tenía pinta de ser imbatible, pues era difícil poner de acuerdo a tres entidades a las que les encajara mejor los activos de ABN. Contrataron los servicios del banco de inversión Merrill Lynch, que trabajó para las tres entidades como asesor único. Cada parte de la conspiración recibió su nombre en clave: Royal Bank, era la Roca (Rock, en inglés); Fortis, el Fuego (Fire); Santander, la Arena (Sand), y al malvado Barclays se le denominó Temporal de nieve (Blizzard). Durante el siguiente mes, los negociadores avanzaron el diseño de la operación, que culminó con la carta enviada el 12 de abril a Arthur Martínez (presidente del consejo supervisor de ABN) y a Groenink, en la que expresaban su interés por lanzar una oferta superior a la hecha por Barclays, y discutir amigablemente la operación.

Groenink propuso una reunión el día 23, que los otros bancos aceptaron por carta del día 19. En los días intermedios se produjeron cruces de llamadas entre todas las partes. Pero la sorpresa saltó el mismo día fijado para el encuentro con el anuncio de ABN de la existencia de un protocolo de fusión con Barclays, y la venta de su filial La Salle a Bank of America. En realidad, Groenink había ganado tiempo para hacer una maniobra definitiva que descolocara a los rivales. Vendía la joya que más le interesaba a RBS en EE UU. Y, además, recibía el apoyo del banco central holandés, que dijo que la oferta de RBS entrañaba mucho riesgo regulatorio.

Era un mandoble en toda regla, pero el consorcio supo reaccionar. Hubo gabinete de crisis. Fred Goodwin decidió mantenerse en la puja, a pesar de la pérdida de La Salle. Por su parte, Botín, que hasta entonces estuvo en segundo plano, se desfondó con gestiones de todo tipo y buscó el apoyo de los inversores en la junta de Fortis, que podía ser el eslabón más débil. Seis días después, el consorcio presentó una oferta que superó en un 13% la de Barclays y que cuyo 93% se pagaba en metálico.

La respuesta desbarató la estrategia de ABN y Barclays, que no tuvieron capacidad de reacción. Todos pensaban que subiría su oferta y que la ofrecería en dinero en efectivo. Pero lo único que hizo fue meter a dos entidades públicas (una de China y otra de Singapur) en su capital y aumentar el porcentaje de acciones al 37%.

Fue un alivio para el consorcio, que desde ese momento vio claro su triunfo. Lo lógico, dicen ahora a toro pasado, "es que hubiera vendido otra unidad como hizo con La Salle".

(De izquierda a derecha) Botín, Goodwin, Lippens y Voltron, en Edimburgo, el 10 de agosto de 2007
(De izquierda a derecha) Botín, Goodwin, Lippens y Voltron, en Edimburgo, el 10 de agosto de 2007AFP

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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