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El Museo Diocesano exhibe la potencia del color del dúo Muher

Ya es raro que dos artistas pinten juntos, pero que lo hagan durante 26 años es realmente excepcional. Francisca Muñoz y Manuel Herrera se conocieron en el barrio de Malasaña en el Madrid caliente de los años de la movida y desde entonces viven y trabajan juntos bajo el nombre de Muher, el apócope de sus apellidos. "Pintores viajeros", por su propia definición, han desarrollado una obra estrechamente vinculada a los lugares de sus periplos: el Caribe, Japón, Alemania, Venezuela, Indonesia y Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos tres años, de vuelta a España, se han consagrado al paisaje mediterráneo, protagonista de la exposición que les dedica el Museo Diocesano (Pia Almoina, avenida de la Catedral, 4) hasta el 4 de noviembre y que posteriormente viajará a Alicante y Murcia.

La exhibición reúne unas cincuenta telas de gran formato realizadas a partir de un dibujo serigrafiado sobre el lienzo y posteriormente pintado con sus colores característicos, que recogen la herencia del fauvismo y la potencian con tonos inesperados, violetas, amarillos y verdes ácidos y eléctricos, pero nunca agresivos. Las palmeras de la costa murciana, donde tienen su casa estudio, son las estrellas incontrastadas de un lenguaje iconográfico que utiliza los naranjos, los reflejos de la luz en el agua y los mapas antiguos para crear un universo basado en las impresiones visuales y cromáticas. También se expone una de sus esculturas, una palmera de acero, de gaudiniana memoria, hermana menor de un grupo de cinco que inaugurarán este mes en una plaza de Orihuela.

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