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Columna
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Las ideas

En general, uno no tiene ideas generales. A uno le dan respeto las categorías, qué le vamos a hacer. Será que somos seres anecdóticos. No nos hemos forjado (no tenemos) una idea consistente de España ni una idea de Euskadi ni una mínima idea del país de los vascos. Vivimos, sin embargo, rodeados de gente con una idea sólida de España, una idea deslumbrante de Euskadi o una idea inmutable, inmarcesible del país de los vascos. El problema es que esta gente tiene solamente una idea. Una idea que crece como un tumor maligno y termina invadiéndolo todo. Sospecho que no hay muchas (hablo de las ideas) indemnes hoy en día. Y supongo que hablamos mucho de ellas porque tenemos pocas. Las ideas no son pensamientos. Las ideas se piensan.

Rosa Díez afirma (lo afirmó la semana pasada en Bilbao) que abandona el partido socialista por "la inutilidad de defender las ideas dentro del PSOE". ¿Sobran acaso las ideas dentro de los partidos? ¿De qué ideas hablamos? No podemos saber con qué ideas o idea entran en los partidos los políticos. Haría falta un polígrafo. No podemos saber si entran con una idea, con dos o con ninguna. Pasa lo mismo con la fe de los curas. De algún modo, los políticos son comulgantes. Gentes acostumbradas a tragar. Obligadas quizás a tragar. Si se mueven -dijo uno- no salen en la foto. Y les gusta salir como a nadie.

Me temo que Parménides, Platón y Hegel tienen poco que ver con las ideas de las que hablamos cuando hablamos de ideas y política. Confundimos tal vez las ideas con los hechos. No sé si a Rosa Díez le sucede lo mismo. Tampoco sé si ha compartido ideas con socialistas como Txiki Benegas, Ramón Jáuregui y Juan Manuel Eguiagaray. Lo que resulta claro es que con ellos ha compartido hechos. Los políticos (todos) hablan mucho de ideas y muy poco de hechos (y muchísimo menos de los suyos). Pero muy pocas veces nos aclaran cuáles son sus ideas. Como mucho, podemos conocer sus opiniones. Pero las opiniones cambian. Lo que hoy es de un color puede pintar mañana de modo diferente. Todo se decolora en el río del tiempo. El partido en el que Rosa Díez entró hace años ha cambiado quizás de color, como la propia Rosa. Sin embargo, hubo un tiempo feliz (¿puede creerse?) en el jardín del socialismo vasco. ¿Dónde está el socialismo platónico? ¿Qué se hizo del espíritu de Meabe? El gran Tomás Meabe tenía unas ideas y las cambió por otras que encontró en el camino y Arana perdió a su hijo predilecto.

Acaso Rosa Díez cele toda la vida la flor del socialismo vizcaíno, roja e inmarchitable. Debería decirnos, sin embargo, si el partido socialista que deja ha sido una caverna como la de Platón, es decir, un desfile de sombras, una mera apariencia socialista sin una sola idea luminosa, soleada y aseada. Las cosas como son solo se pueden ver fuera de la caverna, bajo la luz del sol. Bajo la luz, tal vez, de las ideas puras y de su dialéctica. Las ideas alumbran, eso dicen. Son soles o bombillas. Y en el PSOE, dice Rosa Díez, es inútil tratar de defenderlas. ¿Es inútil tratar de encenderlas?

Las ideas, mientras tanto, tiemblan como faroles de papel. Todos hablan de ellas, pero nadie es capaz de encenderlas. En el fondo, nadie tiene ni idea de dónde se han metido. Rosa Díez no pudo defenderlas dentro de su ex-partido (jura) y desde su ex partido se le acusa de poca coherencia, palabra que, por cierto, rima con obediencia. "No son las locomotoras", decía Víctor Hugo, "sino las ideas, las que mueven el mundo". Hugo era un optimista antropológico, como el señor Rodríguez Zapatero, a quien en julio del año 2000 Rosa Díez disputó la secretaría general del PSOE.

En su excelente Historia de las malas ideas, Eduardo Gil Bera afirma que es el miedo el motor de la locomotora de la que hablaba Hugo. Quizás por eso ahora todos dicen que no le tienen miedo al partido que anuncia Rosa Díez, en el que (suponemos) sí podrá defender sus ideas. En el PSOE creen que la factura en votos la pagará el PP. En el PP piensan que el PSOE pagará la factura. Otros opinan que no habrá factura. El yacimiento de la abstención, no obstante, sigue ahí, es decir, está aquí, esperando quizás las ideas antiguas de la nueva Rosa o las nuevas ideas de la Rosa de siempre, qué lío. En todo caso, como dicen que dijo don Santiago Ramón y Cajal, "las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas".

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