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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La viajera inmóvil

De los intentos de permanecer quieto pertenece a ese tipo de libros de difícil clasificación que crean problemas de decisión a los coordinadores de suplementos literarios, a los libreros y tal vez a algunos bibliotecarios. ¿Se ajusta al género de viaje? Sin duda: se narra una estancia en Nueva Zelanda, dos meses de soledad en una casa aislada en el campo y varios días de frío en la Laponia sueca. ¿Es una autobiografía? Jenny Diski (Londres, 1947) preserva su intimidad, pero no para de hablar de sí misma, y entre el variado surtido de manías y fobias nos enteramos de que su primera experiencia sexual, antes de cumplir los quince años, podía considerarse una "autoviolación".

¿Se trata de un ensayo? Tiene todos los requisitos: su tema es la necesidad de aislamiento y el contraste entre voluntad y deseo. ¿Es reporterismo? También: mezcla subjetividad y realidad social con la conciencia de estar siendo leída. Para el ardor taxonomista, es un libro incómodo de ubicar; para el fervoroso lector, en cambio, la ductilidad de la prosa de Jenny Diski, su libertad de indagación, sus merodeos y rememoraciones, y el crédito que concede a las contradicciones -el libro, desde el título mismo, es un repertorio refulgente de contradicciones- favorecen el placer no condicionado de su lectura. E incluso en sus accesos de coquetería literaria -dada nuestra época, muy tolerables-, el encanto fluye en sus páginas como un río de aguas renacentistas. No en vano el mentor de estas páginas es Michel de Montaigne (véase De la ociosidad y Del arrepentimiento).

DE LOS INTENTOS DE PERMANECER QUIETO

Jenny Diski

Traducción de Aurora Echevarría

Circe. Barcelona, 2007

320 páginas. 17 euros

Así pues, ya está dicho: De los intentos de permanecer quieto es un libro con encanto. Como ciertas casas, hoteles y paisajes, si las tres distinciones fueran una única categoría, y mezclaran en un mismo espacio lo privado, lo público y lo extraño. Y de tal modo que no dejaran de ser un problema, también en los momentos felices. Pues la cualidad más notable de Jenny Diski, que sabe trasladar con sagaz autobenevolencia, es la depreciación continuada del énfasis. Recela del entusiasmo y del movimiento y no se deja arrebatar.

Si por ella fuera, no saldría

nunca de su casa: "Todos los lugares donde me imagino son solitarios, silenciosos y visualmente atractivos. Esta descripción se ajusta tanto a mi despacho como a cualquier parte del mundo". Y más adelante: "Cada célula de mi cuerpo desea permanecer quieta, y lo desea más ardientemente ante la sugerencia de cambiar de estado". Una naturaleza, por lo que se ve, nada contradictoria, pero obligada a contradecirse. Y hasta el punto que, tal vez contra su voluntad, Jenny Diski ha logrado un merecido prestigio de autora de libros de viaje que ha ensombrecido su faceta de novelista. Pero sin duda su brillantez, sugerencia, desconcierto, ironía y humor se adaptan magníficamente a un género que, como el movimiento, comienza y termina en la inmovilidad, y que puede contener la experiencia de viajar, o su imposibilidad. Y no importa de lo que escriba. Jenny Diski consigue hacer todo interesante, desde una insólita excursión en camello por la campiña de Somerset hasta la plácida sensación de carecer de expectativa. Páginas para no moverse del sofá.

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