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Columna
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Un paso adelante, sin duda

Que las mayores telecos gallegas (R, Tele2-Comunitel, Televés, Arteixo-Telecom, Egatel y Eganet), algunas multinacionales españolas (Gsertel, Telefónica, Indra, Soluziona y Arantia 2010) y el grupo público INEO, con la aquiescencia de las tres universidades gallegas, hayan decidido, como informa EL PAÍS del pasado 10 de abril, crear un centro conjunto de investigación, Gradiant, que tendrá sede en Vigo, como uno de los proyectos más ambiciosos de los que acogerá su Ciudad Tecnológica, es, sin duda, una de las noticias más importantes de estas últimas semanas. Y si hay suerte, sus hijuelas lo seguirán siendo en los próximos años.

Hace ya tiempo que, entre los responsables políticos, empresariales y académicos, se repite la advertencia de que en Galicia -como en buena parte de España y de la misma Unión Europea, por cierto, aunque aquí más- había un importante déficit de inversiones y actividades de investigación científica vinculada al desarrollo de productos, que más pronto que tarde acabaría mermando nuestra capacidad ya no para competir sino incluso para sobrevivir en el mercado global. Advertencia que incluía, además, el señalamiento de que, en comparación con las instituciones públicas, de manera especial entre ellas las universidades, como es lógico, el escaso esfuerzo al respecto de las empresas privadas resultaba ya clamoroso.

Innovar y disponer del personal adecuado para sacar provecho a la innovación, incorporándola a la práctica productiva y colocando eficientemente sus productos en el mercado, con perspectiva global, es la regla en torno a la cual ya casi todo el mundo concuerda como vía, quizá única, para transitar por el mundo actual y futuro. Y en Galicia hay ya empresas, investigadores y representantes políticos que vienen apostando por ello desde hace tiempo. Ya no son meros ejemplos anecdóticos las empresas gallegas que han logrado despuntar en este terreno, convirtiéndose en referencia -también dentro de las aulas universitarias de aquí y de otros lugares- para quienes portan el chip favorable a la modernización del país.

Ya sabíamos, pues, gracias a ellas, por donde había que ir hacia el futuro. Pero faltaba -bueno, y aún falta, por lo menos hasta que el proyecto de que hablamos se concrete, dentro de "unos veinte meses", en palabras de Alberto Gago, rector de la Universidad de Vigo- faltaba, repito, una confluencia suficiente de los proyectos tecnológicos y empresariales que permitiese dar el salto desde lo singular a lo sistemático, en el sentido de que sea la propia economía gallega, conjuntamente, más allá de cada una de sus empresas, por extraordinariamente meritoria que sea su experiencia, la que ponga en valor el capital acumulado que representa para un país la innovación tecnológica. Se trata, aunque sólo sea eso, de difundir en clave modernizadora eso que damos en llamar la cultura empresarial.

Estos días, en que, por el aquel de los aniversarios, nos ocupamos en hacer balance de la integración de Galicia en la Unión Europea, vamos concordando también cuáles fueron la dimensión, rapidez y carácter del cambio social, económico y hasta demográfico que experimentó este país desde 1988. Ha emergido desde entonces una Galicia urbana, cuya población se ocupa de una manera absolutamente mayoritaria en la industria y los servicios. Y en ese ámbito se opera con claves nuevas, o distintas al menos de aquellas que regulaban la vida cotidiana en el país abrumadoramente rural que aún éramos hace pocas décadas. Estamos en otra Galicia, que se la juega en al campo abierto del mercado mundial. También la parte más íntima de nuestra identidad nacional.

Dicen que la puesta en marcha de Gradiant requerirá una inversión superior a los diez millones de euros. Que dará trabajo inicialmente a 58 personas y que tendrá un presupuesto anual de casi cinco millones de euros. Es mucho. Son cifras importantes. Pero más importante es, con todo, a mi manera de ver, la mutación cultural que, en este sentido, que vengo diciendo, puede representar para Galicia.

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