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¿Adiós Navarra?

Es loable el esfuerzo del diario EL PAÍS por intentar desdramatizar las cuestiones identitarias que de tiempo en tiempo sacuden a los diferentes territorios de España. Por eso no deja de sorprender la publicación el día 28 de marzo de un artículo con el mismo título que éste, obra del notario Juan José López Burniol. El señor López Burniol, que no es navarro, aunque vivió en esta provincia entre 1962 y 1977, durante el franquismo, y, ya en democracia, pasó ¡una noche! en Pamplona hace dos años, da pábulo a los tópicos más reaccionarios sobre la "navarridad", que deberían haber sido desterrados hace décadas: la (mal) llamada Ley Paccionada, el "triunfo" de Navarra en la Guerra Civil (que se lo digan a los familiares de los 2.857 fusilados por los navarros "auténticos" durante la contienda), la manipulación de la historia por las ikastolas, el pseudocasticismo provinciano de la "Navarra siempre p'adelante"...

Aunque el PP y su marca local, UPN, intenten plantear el debate sobre la relación de Navarra con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya como una cuestión entre "ellos" y "nosotros", lo cierto es que se trata de una discusión entre unos navarros y otros. Me parece increíble que hastas alturas todavía tengamos que insistir en que tan navarros son los partidarios de la unión con las (otras) provincias vascas como los que defendienden la autonomía uniprovincial. En democracia, tan legítima debería ser una opción como la otra.

Da a entender López Burniol que Navarra puede ser el precio que el Gobierno de Zapatero está dispuesto a pagar a ETA a cambio de la paz. Ya basta de azuzar el miedo. Lo cierto es que hoy en Navarra, aparte de algunos demagogos y otros tantos desinformados, nadie, ni siquiera la llamada izquierda abertzale, cree que tal posibilidad pueda producirse. Al menos no en en la presente coyuntura. Y que conste que la unión de Navarra con las (otras) provincias vascas es perfectamente constitucional. Precisamente la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, que permite la incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma del País Vasco, fue la causa de que algunos "constitucionalistas de toda la vida" llamaran a la abstención o incluso al voto negativo en el referéndum de 1978. Hoy existe un consenso entre la mayoría de las fuerzas políticas en que Navarra debe seguir su camino, aunque algún tipo de vinculación con Euskadi (el llamado "Órgano Común Permanente", posibilidad recogida en el Estatuto de Gernika y en el Amejoramiento del Fuero) puede ser conveniente. Siempre y cuando su Parlamento (y no ETA, ni Zapatero, ni López Burniol) así lo decida.

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Pero la identidad no entiende de razones. El pasado día 17 de marzo miles de personas, muchas de ellas no navarras, se manifestaron en Pamplona bajo el lema "Fueros y Libertad". Pregúntese a los navarros sobre los benditos fueros y el 95% (y me quedo corto) será incapaz de dar una respuesta inteligible. Y es que para los nuevos navarristas, el fuero es simplemente una excusa para mantener a Navarra lo más alejada posible de las (otras) provincias vascas que, curiosamente, según reconoce la Disposición Adicional Primera de la Constitución, son tan forales como Navarra. Aun en el hipotético caso de que Navarra se integrara en la Comunidad Autónoma del País Vasco no perdería su régimen de Convenio.

Algunos llevamos años intentando desmitificar la historia de Navarra, en la que existen muchas más discontinuidades que las que López Burniol imagina (la pérdida del vascuence en gran parte del territorio, sin ir más lejos). No se puede imaginar lo frustrante que resulta comprobar que algunos siguen anclados en los estereotipos difundidos por la derecha más extrema y el franquismo.

Termina López Burniol expresando su temor de que la Navarra que cree que conoció pueda desaparecer pronto. Por el bien de todos: esperemos que así sea.

Xabier Zabaltza es historiador, autor de Mater Vasconia. Lenguas, fueros y discursos nacionales en los países vascos (editorial Hiria, San Sebastián, 2005).

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