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Los amigos Casares rememoran las vivencias del escritor cinco años después

Un lustro después de su muerte, Carlos Casares regresó ayer al Liceo. Impelido por sus amigos recientes, por los de la peña literaria del Cortijo (en el tardofranquismo, presidida por Vicente Risco), por su hermano Javier y por los numerosos lectores que aún le añoran, el escritor orensano fue volcando sus vivencias con esa narración pausada, con la inteligencia retrancuda que se llama ingenio y con la envidiable memoria de quien acribilla los pormenores hasta hacerles soltar su enjundia.

Así regresó ayer Casares al Liceo. Un lustro después de su muerte sus amigos se despojaron del luto y se encontraron con él de frente. "Tenía la inteligencia del pequeñito; era avispado, simpático, buena persona y bastante enamoradizo", lo definió de un plumazo Julio Losada, uno de sus padres en la tertulia del Cortijo, que ayer decidió prescindir de valoraciones literarias y sentar al Casares contador de historias a su lado. "Aún le brillaban las pupilas: estaba en su mejor momento", recordó. "Para referirse a él, mi hermano me decía: está ahí tu amigo, o chéspir", sonríe el orensano culto desde la añoranza de la amistad truncada.

"Tenía la inteligencia del pequeñito; era avispado, simpático y bastante enamoradizo"

Para su hermano Javier, los cinco años de luto también fueron suficientes. "Ahora estoy más relajado y satisfecho de que se le valore en el aspecto humano, como persona conciliadora en todos los ámbitos de su vida", comentó.

Javier sentó al hermano mayor, "a un personaje clave en lo que yo soy, porque me introdujo en el mundo literario y en el político a una edad precoz".

Y comenzaron las confidencias: "Carlos era un hipocondríaco ilustrado que se informaba de todos los síntomas de sus supuestas enfermedades" y lo que hacía después era un relato convincente -sobre todo, para sí mismo- de ellas, desveló, sentando también a la mesa a su mejor amigo "Manuel Rodríguez, el filósofo, su verdadero confidente y la persona a la que encomendaba la lectura de sus escritos antes de darlos por concluidos".

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Con el agobio del luto superado, Carlos y Cía. tertuliaron en la vieja Auria, en los salones del muy noble Liceo, en donde hasta 60 personas dieron lectura a sus artículos de prensa mientras la globosfera le rendía particular tributo.

Lo contaba Marcos Valcárcel, presidente de la sección literaria de la entidad orensana: "Hoy hay blogs escritos desde numerosos rincones del mundo sumándose al recuerdo de Carlos". Entre los más curiosos, el de un celanovense de 12 años, André de Rabal, que inauguró página virtual hace apenas dos semanas y ayer colgó en ella un artículo sobre A Galiña Azul.

Carlos Casares se pasea por el mundo de sus afectos con moderna vigencia e incuestionable don de gentes. En su quinto cabo de año.

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