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Columna
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Contra el miedo

Al Prof. Xesus Jares

En su combate personal, en su acción ciudadana

Quiero agradecer las cartas que he recibido con ocasión de mi tribuna sobre La guerra ideológica, tanto las que me dan la razón como las que me la quitan, y pedir perdón a sus autores por no responderles personalizadamente limitándome a este comentario colectivo. Antes que nada, asegurarles que no tengo ninguna antipatía y, menos aún, enemistad personal con Samuel Huntington sino sólo un antagonismo radical con sus posiciones ideológicas, que la posición central que ocupa en el panorama intelectual de los Estados Unidos confirma y acrecienta.

Profesor de la Universidad de Harvard, referente imprescindible de los think tanks teoconservadores como el Institute for American Values, el Hudson Institute, la Rand Corporation, el American Enterprise Institute, el Hoover Institute y tantos otros; inspirador del Project for a New American Century (PNAC) y del Defense Policy Guidance de 1992, en los que se insiste en las amenazas múltiples a EE UU y su función de gendarme mundial. Huntington promovido por líderes políticos como Henry Kissinger, que le nombra miembro de la Comisión USA-América Latina, y Zbigniew Brzezinski; amigo y compañero / maestro de los intelectuales conservadores más notables como Norman Podhoretz, Paul Kagan, Irving Kristol, Robert Kaplan, etcétera, no es un belicista inflamado, sino que su función es la de fundar y difundir el miedo, apoyado en su condición de intelectual relevante del establishment neoconservador norteamericano y, en consecuencia, uno de los grandes agentes legitimadores de la política norteamericana de defensa.

No he pretendido nunca que la doctrina del choque de civilizaciones predique ni siquiera afirme que el enfrentamiento entre Occidente y el islam sea el gran problema de su libro, pues cuando Huntington la propone estamos en 1993, aún no han llegado las Torres Gemelas y lo que necesita la política exterior norteamericana en ese momento no es tanto lanzar una cruzada anti-islámica como preparar la opinión pública mundial para la guerra permanente y universal que Bush va a declarar después. Para ello hay que generalizar la conciencia de inseguridad, que ya no genera el comunismo, sino el desorden mundial. Pues la multiplicación de revueltas y conflictos locales, los fundamentalismos religiosos, la exaltación nacionalista, los enfrentamientos tribales y étnicos, la emergencia de las grandes potencias del Sur, aumentan la inestabilidad y los riesgos bélicos.

Yo no he tachado nunca a Huntington de anti-islámico, pues sé que para él no es un tema capital, que se cuela en su obra a través de Bernard Lewis, islamólogo británico que publica en 1964 The Middle East and the West, escrito por encargo del Congreso por la Libertad de la Cultura (controlado por la CIA). En su utilización como uno de los elementos del Choque de civilizaciones, el autor se limita a seguir al profesor Dawson en Dynamics of World History al hacer de las grandes religiones el eje de las grandes civilizaciones y recurre a Mahdi al Mandjira para reforzar su posición. Será tan sólo después del 11-S cuando el libro de Huntington servirá de fuente de inspiración para los halcones que con Cheney, Perle y Wolfowitz lideran la invasión de Irak. Será también entonces cuando sus críticos le acusen de formular una profecía con la esperanza de que se autorrealice.

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Mi impugnación a Huntington no proviene, pues, de su eventual exhibición del fantasma islámico, en la que tantos le habían precedido -entre otros, Willy Claes en 1993 cuando fue secretario general de la OTAN-, sino de su obstinación como fervoroso productor del miedo que nos acuclilla en nuestros afelpados insignificantes refugios familiares y privados. La lucha contra el miedo, miedo personal y colectivo, miedo a los jóvenes y a los viejos, miedo al trabajo (a no encontrarlo o a perderlo), miedo a la enfermedad, miedo a la calle y a la violencia, miedo a los otros países, ese miedo de todos a todo tiene en la obra de Huntington una legitimación geopolítica que ensombrece nuestras vidas y que seguiré combatiendo.

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