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Una muestra saca a la luz en San Sebastián el arte de enfermos mentales y marginados

La exposición 'Genio y delirio' reúne 81 piezas de 'art brut' del Museo de Lausana

Aloïse Corbaz (Lausana, 1886-1964), Curzio di Giovanni (Milán, 1957), Josef Hofer (Wegscheid, 1945) y otros representantes del art brut no estudiaron Bellas Artes. Tampoco han pertenecido a un grupo artístico ni han buscado nunca la fama ni el dinero. Son en su mayoría marginados sociales, enfermos mentales o personas de biografías descarnadas que han ido creando piezas de arte desde la marginalidad y la libertad, desde el extrarradio de la cultura oficial. La Sala Kubo de San Sebastián muestra ahora en Genio y delirio algunas de sus obras pasionales.

La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el 28 de febrero, reúne 81 creaciones de una docena de artistas inscritos en el art brut, concepto acuñado a mediados de los años 40 por Jean Dubuffet para definir las obras realizadas por individuos marginales y sin cultura. "Dubuffet vino a decir que el arte no es sinónimo de belleza ni hijo de la razón, sino del ingenio, de la vida sin disfraces, de los humores internos", recordó ayer Dolores Durán, comisaria de la muestra. "Lo que hace es abolir el concepto de belleza tradicional", agregó.

Dubuffet se sabía "contaminado por la cultura", así que comenzó a coleccionar el trabajo de inadaptados, pacientes de psiquiátricos, médiums y personas de pasado complicado. Hoy todas sus adquisiciones están en el Museo de Lausana, en Suiza, que tiene una colección de 35.000 piezas.

Duran ha escogido parte de sus fondos de art brut para trasladarlos hasta la Sala Kubo. Entre ellos, figuran las obras de Aloïse Corbaz, una mujer de voz prodigiosa que se fue a Alemania a trabajar de institutriz, se enamoró del kaiser Guillermo II y vivió con él una pasión imaginaria. Al declararse la Primera Guerra Mundial, regresó a Suiza y mostró sentimientos religiosos tan exaltados que fue ingresada en un psiquiátrico. Hasta 1936 se dedicó al arte en secreto, utilizando grafito y tinta, pasta de dientes y el jugo de pétalos y hojas aplastadas sobre papel de embalar cosido con hilo, sobres, fragmentos de cartón o el reverso de calendarios. El amor, igual que su pasión por el teatro y la ópera, fue uno de los asuntos más recurrentes de su obra, como puede apreciarse en los dibujos de gran formato expuestos.

Conchas pintadas

"Los espectadores se sorprenderán al entrar en esta exposición, se sentirán quizá desestabilizados, porque no encontrarán las referencias habituales", explicó Lucienne Peiry, directora de la colección de Lausana. "Es como si se adentraran en un bosque sin brújula. Tendrán que hallar nuevos puntos cardinales".

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En este laberinto, en el que pueden verse las obras de Adolf Wölfli, Eugenio Santoro, Laure Pigeon, Carlo Zinelli y Kunizu Matsumoto, está representado Paul Amar, peluquero y taxista jubilado que a los 55 años descubrió en una tienda de recuerdos de una ciudad balneario una serie de objetos realizados con conchas. "Me compré una bolsa de conchas y con ellas empecé a hacer perros, gatos, muñecas... luego ya fui construyendo cuadros", explicó ayer. Lo que presenta en San Sebastián son cinco ensamblajes, entre ellos La plage et ses baigneurs, Le petit théatre y Parc fleuri, escenografías llenas de vida y creadas a partir de conchas pintadas con laca, esmaltes de uñas y pintura acrílica. Cada pieza, cuidadosamente iluminada, suele llevarle ocho meses de trabajo. ¿Dónde encuentra la inspiración? "No tengo ideas preconcebidas. Siempre parto de algo que me llama la atención".

El ejemplo de Amar sirve para poner en cuestión el equívoco que existe sobre el art brut. "Muchos piensan que es el arte de los enfermos mentales, otros, el de pacientes de psiquiátricos. Y, en realidad, algunos de los autores sí que han pasado por esas instituciones, pero muchos otros, jamás las han pisado", asegura Peiry. Unos han sido prisioneros, otros solitarios, otros inadaptados o médiums, personas al margen. "Si hay un término que los engloba no es la locura, sino la marginalidad e inventiva".

Todos son autodidactos, se inventan las reglas. Según Peiry, "son vírgenes y se lanzan a la creación con total libertad". Entre ellos, Hofer, un sordomudo que durante 40 años apenas tuvo vínculos sociales, salió de su enclaustramiento en 1982 tras morir su padre e ingresó en varias instituciones psiquiátricas. Desde 1985 se dedica al dibujo, su único medio expresivo.

La exposición, que muestra la obra de Emanuel Lanchas -interno en el Hospital Aita Menni de Mondragón- también saca a la luz el trabajo del paquistaní Nek Chand, inspector de carreteras, que tuvo una visión en un sueño y empezó a acumular piedras, ladrillos y otros materiales sacados de los vertederos para crear un jardín rocoso habitado por figuras.

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