De la justicia a la psiquiatría
Boulder, pueblo cercano a Denver, tiene buena universidad, una calle principal que parece transportada desde un pueblo suizo y el poso legendario que le dejó la generación beat, con Neal Cassady y Jack Kerouac al frente. Hace 10 años yo pasaba la Navidad en Denver con mi familia norteamericana cuando en Boulder apareció el cadáver de la niña Jon Benet, lanzada por su madre a los concursos de belleza. A los 10 años del crimen un paidófilo fue detenido en Tailandia y extraditado a Estados Unidos tras confesar haber estado con la niña en el momento del crimen, pero su ex esposa aseguró que el hombre estaba con ella en Alabama aquella Navidad y hubo expertos que le vieron como un mitómano con un antecedente: su obsesión por una niña llamada Polly, también asesinada. La prueba negativa del ADN ha dado la razón a los escépticos. El caso pasa de la justicia a la psiquiatría: un hombre se obsesiona tanto por un crimen, llega a implicarse tan a fondo a través de las páginas que escribe a lo largo de 10 años fabulando sobre la vida de la niña y la personalidad del que la mata, que acaba asumiendo el rol de asesino. "Está tan zumbado que al decirle que se le retiraban los cargos ha seguido diciendo que deben acusarle", me explica mi hija, que añade: "Los billetes desde Tailandia a Los Ángeles en business costaron 35.000 dólares, gambas, champaña y vino francés incluidos". Les dejo con esta nota de gastos, guardo bolígrafo y cuaderno y recupero la caña de pescar.
