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Reportaje:

Aprender a vivir en las barriadas

El educador Jorge Morillo enseña valores cívicos a niños pobres a través del fútbol

El descampado de Las Vegas, en el barrio de Polígono Sur de Sevilla, no tiene nada de especial. Calles rotas de baches, viviendas medio derruidas, abandonadas y huecas como cajas de cerillas vacías: es el paisaje común de la pobreza y el desamparo en la periferia de muchas ciudades. Pero aquí algo extraordinario ocurre cada lunes y miércoles cuando un enjambre de voces infantiles resuena entre golpes de balón. Un grupo de niños, la mayoría gitanos, ocupa la calle y una voz grave de barba poblada dirige sus pasos.

El educador social sevillano Jorge Morillo lleva 22 años intentando enseñar a niños de barriadas pobres las reglas del fútbol, que para él son las de la vida. Los niños rondan entre los dos y los trece años. El último curso empezó el pasado 17 de julio y con él Morillo pretende inculcar los valores de la solidaridad, el compañerismo y la disciplina a unos ochenta chavales.

Morillo tiene ahora 49 años, y durante mucho tiempo ha conocido la indiferencia de las instituciones y la gente, aunque en los últimos años ha recibido algunas distinciones como la Medalla de Oro de la Federación Andaluza, e, incluso, se ha rodado un documental sobre su experiencia. Vive casi de la nada, financiado por fundaciones altruistas y ONG, que hacen posible sus cursos de fútbol en Las Vegas. Ningún jugador, ningún equipo, se ha decidido todavía a colaborar con dinero en sus proyectos.

"Estamos en una sociedad egoísta y materialista. Trato con niños que tienen todas las papeletas de acabar como drogadictos o delincuentes", explica Morillo. "Quiero servirles de referente. Hace tiempo me encontré con un gitano al que no veía desde hace 15 años. Ahora es cochero. Me vio y me soltó que le había cambiado la vida."

La experiencia de Morillo en este tipo de actividades comenzó a finales de los setenta en los polígonos granadinos de Almanjalla y Cartuja. Recién licenciado en Teología, fue el amor por su mujer lo que le llevó a Granada. "Allí descubrí mi vocación por la gente más necesitada", asegura.

De vuelta a Sevilla, desarrolló su labor en Chapina, Los Bermejales, y en los últimos años, en los barrios de Las Vegas, El Vacie y San Juan de Aznalfarache. Disciplinado creyente, desde niño, siempre ha tenido como referente los valores de Cristo, la Iglesia y "la Providencia", como él dice.

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En el descampado de Las Vegas, en la periferia sureste de Sevilla, Morillo suele reunir a una veintena de niños. Los cursos diarios duran una hora y media.

Morillo reparte los petos para formar dos equipos y les va instruyendo. Un remolino de chavales se mueve con el balón, levantando una polvareda que se confunde con los montículos de tierra de unas obras que destripan el barrio. Varios corretean por el lugar descalzos. "Eh, la pelota en el centro y siempre para adelante", les grita. "El saque de banda detrás de la línea... ¡oye, vosotros de ahí, fuera de ese coche!". Una labor que se ve recompensada al final con una pequeña merienda que le brinda el Banco de Alimentos.

Los niños esbozan una sonrisa cada vez que oyen nombres como Ronaldinho, Joaquín, Barça o Real Madrid. Sergio, Borja, Amparo, Jesús tienen un acento tan cerrado que es difícil entenderse: ¿y tú qué idioma hablas?, preguntan. En pleno embrollo hay una frase que surge limpia y entera. "Vengo aquí porque me divierto con Jorge", dice Jesús.

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