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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carnalidad adolescente

Javier Ocaña

Escribir con letra de colegio de monjas en un cuaderno con hojas rayadas y tapas decoradas con dibujos de muñecas no está enfrentado con las felaciones, las orgías y el placer. Así, el despertar de la sexualidad no siempre es lineal ni se produce pasito a pasito, sino que a veces está quebrado por mil subidas y bajadas, y se muestra tortuoso como la peor (¿o será la mejor?) de las experiencias vitales. Al menos de este modo lo contó la jovencísima escritora italiana Melissa Panarello, conocida simplemente como Melissa P. hasta su mayoría de edad, que publicó siendo aún adolescente su vendidísimo libro Los cien golpes, relato erótico-experimental que ahora se estrena en versión cinematográfica con el título de Melissa P.

MELISSA P.

Dirección: Luca Guadagnino. Intérpretes: María Valverde, Primo Reggiani, Nilo Mur, Geraldine Chaplin, Fabrizia Sacchi. Género: drama. Italia, España, EE UU, 2005. Duración: 100 minutos.

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Viaje al placer

Como otras producciones de su género, caso de Las edades de Lulú (Bigas Luna, 1990, basada en el texto de Almudena Grandes), el elevado tono supuestamente perturbador está muy por encima de las virtudes intrínsecas de la película. Atrevida aunque de ningún modo escandalosa, la historia narra el viaje al centro del placer, y también del dolor, de una chica que apenas si sabe pronunciar una palabra ante un chico en el inicio de la historia y que acaba dominando al contrario casi como le viene en gana. Para ello, el italiano Luca Guadagnino, director inédito en España, mezcla soluciones formales aceptables -como la visualización en pantalla de los chats en los que la protagonista se introduce- con secuencias fotografiadas y filmadas de una manera tan tosca que casi resultan directamente cómicas -caso del encuentro con la decena de chicos en la gruta o el trance sadomasoquista con el adulto en su casa-.

Da la impresión de que Guadagnino pretende encontrar, sobre todo en la fotografía y en la elección de la música, un tono semionírico para su película, un poco en la línea envolvente de la excelente Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999), pero en ningún momento lo alcanza. Y ello a pesar de que demuestra cierto gusto para la selección de los temas de la banda sonora (Pet Shop Boys, incluidos).

Sin embargo, una cosa es elegir buenas canciones y otra que éstas acompañen de forma artística a las imágenes elegidas, requisito que aquí no se cumple. La que sí sigue dando muestras de entereza en su (todavía corta) carrera es la española María Valverde, que, además de valentía, es capaz de manifestar al mismo tiempo una inocente mirada muy especial y una carnalidad de vagón de metro de lo más mundana.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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