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El Fellini de 'Ocho y medio', visto por la cámara de Gideon Bachmann

Diego A. Manrique

En 1961, Gideon Bachmann, corresponsal en Roma de revistas estadounidenses, se encontró con Federico Fellini. Amigos desde 1956, el cineasta sabía de los apuros económicos del periodista; le ofreció trabajar a su lado mientras rodaba Ocho y medio (1962). Los 3.000 negativos que acumuló son el origen de Ocho y medio de Federico Fellini, una selección de 120 fotos que -hasta el 30 de marzo- se exhiben en las tres tiendas FNAC de Madrid.

La exposición revela que, efectivamente, alrededor de Fellini se creaba un universo único, donde actores y técnicos se codeaban con putas, curas, gente del circo y damas de la alta sociedad.

Durante décadas, Bachmann fue un asiduo de Cinecittà, cuando aquellos estudios eran el Hollywood romano. "Un paraíso", suspira, "donde no mandaban los agentes de prensa, como ahora. Actores y directores estaban a tu alcance; bastaba con una llamada para concertar una cita". Allí tuvo la oportunidad de entrevistar a figuras italianas y foráneas (todavía recuerda el mal trago de intentar extraer declaraciones de un Robert Mitchum ebrio). Pero la relación con Fellini fue especial y prolongada, "una curiosa historia de amor".

En 1969, Bachmann incluso realizó Ciao, Federico!, un documental sobre el rodaje del Satiricón felliniano. El realizador le pagó medio millón de liras por su anónima aparición en Ocho y medio, y Bachmann se convirtió en un habitual del rodaje. "Lo que conviene recordar es que nadie era consciente de que aquella película iba a resultar revolucionaria, en estructura y en temática", cuenta Bachmann. Federico funcionaba como un imán que atraía a toda la gente que pasaba por Roma. Así que yo le fotografiaba con Marcello Mastroianni, Anouk Aimé, Sandra Milo o Claudia Cardinale, pero por la tarde aparecían allí Sophia Loren, Joseph Losey o quien se te ocurra. Como era una presencia cotidiana, nadie se alteraba si yo enfocaba mi cámara. No sabíamos que, a partir de Ocho y medio, Fellini iba a derivar su inspiración hacia su vida y su mundo interno más que hacia la sociedad que le rodeaba, como había mostrado en La dolce vita. Naturalmente, siempre negó que ese cine fuera autobiográfico, pero en sus años finales reconoció que Mastroianni era su encarnación en el celuloide".

Desde 2002, Bachmann dirige el European Film Institute, que tiene su sede en la ciudad universitaria de Karlsruhe (Alemania). Allí alienta las actividades del Acoustographic Soundstudio Karlsruhe (ASK), un proyecto que busca archivar las voces de personalidades cinematográficas del pasado y del presente, entrevistas grabadas que luego se publican en soporte de CD. "Es una consecuencia de mi etapa de periodista", explica. "Por ejemplo, hablé varias veces con Orson Welles, pero nunca tenía encima una grabadora. Por el contrario, conservaba muchas entrevistas en profundidad con Polanski, Tarkowsky, Godard y, desde luego, Fellini. Un día, el crítico Mario Sesti descubrió en mi casa esas cintas y las 3.000 fotografías del rodaje de Ocho y medio. Con todo montó la primera parte de un documental maravilloso, L'ultima sequenza".

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