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Columna
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La piedra y la mano

El discurso leído en Sevilla por el teniente general Mena el día de la Pascua Militar invocó el artículo 8 de la Constitución como coartada para una futura intervención de las Fuerzas Armadas contra las instituciones parlamentarias si la propuesta de nuevo Estatuto de Cataluña aprobada por las Cortes Generales y por el referéndum popular correspondiente sobrepasase los "límites infranqueables" que la norma básica de 1978 fija a los Estatutos de Autonomía. Pero esa amenaza golpista preventiva invocaba en vano el nombre de una Constitución que los altos mandos militares no tienen facultades para interpretar (esa tarea corresponde exclusivamente a los 12 magistrados del Tribunal Constitucional), que residencia la soberanía nacional en el pueblo español representado por las Cortes Generales y que encomienda al Gobierno la dirección de la Administración militar y la defensa del Estado.

En abierta contradicción lógica con su previa afirmación de que los militares no deben entrar en "disquisiciones políticas", el teniente general Mena disparó -como autonombrado transmisor de los sentimientos e inquietudes "de cuantos formamos parte de las Fuerzas Armadas"- una estentórea salva verbal de advertencia contra los "tres aspectos verdaderamente preocupantes" de la propuesta estatutaria: el concepto de nación, la lengua catalana y la organización de la justicia. Al destituir de su cargo de libre designación, pasar a la reserva y sancionar disciplinariamente al segundo jefe operativo del Ejército, el Gobierno de Zapatero ha respondido como hubiese hecho el Poder Ejecutivo de cualquier otro país europeo democrático frente a un desafío a la legalidad semejante.

Treinta años después de la muerte de Franco y del final de una dictadura militar que duró casi cuatro décadas, este episodio valle-inclanesco parece una broma salida del túnel del tiempo para amargar el día de los Reyes Magos a quienes padecieron aquel régimen. El anacronismo de la estampa protagonizada por el teniente general Mena descansa sobre una fantasmagórica equiparación entre la Constitución de 1978 y las Leyes Fundamentales y los Principios del Movimiento; tanto o más notable es su ignorante desprecio subyacente hacia las reglas del debate democrático: la tentativa de abortar de manera preventiva la propuesta estatutaria catalana al comenzar su gestación parlamentaria (todavía resta un largo camino por recorrer en el Congreso y en el Senado antes de ser aprobada como proyecto de ley orgánica posteriormente sometida a referéndum) implica el rechazo autoritario de los procedimientos deliberativos de la democracia representativa que buscan consensos equitativos entre intereses y conflictos.

¿Cómo fue preparado, qué objetivos buscaba y a quién beneficia el estridente toque de clarín pretoriano de la Pascua Militar? Como los restantes ciudadanos, los militares pueden expresar a través del derecho de sufragio los "sentimientos, inquietudes y preocupaciones" sobre la vida política que el teniente general Mena dice haber recogido en las salas de banderas; un sistema democrático no deja espacio, sin embargo, a los miembros de las Fuerzas Armadas cuyo servicio ancilar es realizar el trabajo sucio para los partidos y los medios de comunicación que tiran la piedra y esconden la mano con fines desestabilizadores.

La primera toma de posición oficial del PP ante el inequívoco mensaje del teniente general Mena ocupó un ambiguo espacio situado a medio camino entre el contexto de explicación causal y el contexto de justificación valorativo: el pronunciamiento del insubordinado militar sería un inevitable reflejo de la situación creada por la actitud "frívola y pusilánime" del presidente del Gobierno. El portavoz popular Martínez Pujalte hizo ayer las delicias de los oyentes del programa Hoy por hoy de la cadena SER al defender la tesis de que el ministro de Defensa debe comparecer ante el Congreso para dar cuenta de sus responsabilidades políticas... no por el cese, sino por el previo nombramiento del teniente general Mena. Finalmente, Rajoy canonizó la ambivalente interpretación llevada a cabo por el partido que nominalmente preside haciendo compatible la condena formal de unas manifestaciones en teoría "impropias de un mando militar" con el acertijo exculpatorio de su irresponsable origen: "Esto no pasa porque sí".

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