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Reportaje:NOVELA HISTÓRICA

Constantinopla, 29-M de 1453

'El ángel sombrío', la novela de Mika Waltari sobre la caída de la ciudad, se ofrece el miércoles con EL PAÍS por 2,50 euros

Jacinto Antón

"Aleo e polis!" La ciudad está perdida. La sangre corre a raudales por las calles de Constantinopla. El terror y el dolor recubren como un manto viscoso la milenaria y otrora orgullosa metrópoli, doblegada hoy, 29 de mayo de 1453, tras un inmisericorde asedio, por el poderoso y bárbaro turco. Los jenízaros, las tropas de élite del Ejército asaltante, al ritmo feroz del tambor de piel de león, el kus-i Hakami, han protagonizado al alba la última, salvaje acometida, sus altos gorros blancos de fieltro iluminados por las llamas, sus cimitarras como rayos fulgurantes. Dice la leyenda que los tan terribles como piadosos jenízaros se detenían para recoger pétalos de rosa caídos, pues los tenían por lágrimas del Profeta. En muchos puntos no han necesitado escaleras: han podido trepar sobre los racimos de cadáveres. El Basileus Constantino XI, el último emperador de la dinastía de los Paleólogos, el hombre en el que se extingue la vieja dignidad de los césares, ha caído en la Puerta de San Romano luchando como un soldado más tras despojarse de sus insignias y de su manto recamado en oro. En Santa Sofía, Mohamed II, ahora ya sí El Conquistador, lanza una flecha contra la bóveda, para dejar su marca. Se ha consumado la Caída.

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A lo lejos, un puñado de navíos cristianos navega a toda vela, huyendo de la catástrofe. "¡Lleváis noticias de muerte a la Cristiandad! ¡Temblad, naciones occidentales! ¡Ahora os tocará a vosotras!", grita un hombre a los barcos. "¿Es que no veis que lleváis con vosotros la noche sobre Europa?". Ese hombre que grita, testigo y en buena parte también personaje principal de este drama, primer y gran 11-S de la historia, es Juan Angelo, el protagonista de El ángel sombrío, la imperecedera y hermosamente oscura novela de Mika Waltari sobre la caída de Constantinopla. No hay otro relato igual sobre la debacle que traumatizó a todo un mundo y lo catapultó a nuevas cotas de espanto y angustia, de las que hoy nos sentimos tan herederos.

Mil años después de la caída de la primera, la segunda Roma afrontaba la llegada de un nuevo Alarico. Contenidos los enemigos búlgaro y serbio, otros mucho peores, los turcos de Osmán, los otomanos, marchando bajo su estandarte tribal de colas de caballo, se habían expandido por Tracia y ya rodeaban Constantinopla. Bayaceto no la consiguió, pero un nuevo sultán, Mohamed II, ascendido al trono en 1451, decidió que el objetivo de su vida iba a ser tomar "la manzana roja", kizil elma, Constantinopla. Y era un hombre de carácter: decapitó con su propia mano a su esclava favorita ante las tropas para demostrarlo.

El sitio empezó el 3 de abril de 1453. Las murallas de Constantinopla eran la gran baza de la ciudad. Pero los turcos tenían algo nuevo para ellas, una verdadera Wunderwaffe de la época: la bombarda de Orban, artillería de gran calibre, que desmenuzó cañonazo a cañonazo los inmortales paramentos.

Finalmente, 11 siglos después de su fundación por Constantino, y tras haber recuperado en la última hora algo del valor y la dignidad que tuvo, la vieja ciudad exhaló su último aliento. Waltari recrea en El ángel sombrío esos momentos con la extraordinaria capacidad para plasmar épocas de crisis que demostró en su novela más conocida, Sinuhé el egipcio. Juan Angelo, como Sinuhé, vive un tiempo de cambio y un crepúsculo violento. Los dos son personajes estrechamente vinculados al ojo del huracán de la historia y son arrastrados con ella. Sus vidas viajeras y solitarias y sus reflexiones se tiñen de una tenebrosa melancolía existencial.

El ángel sombrío (Johannes Angelos, 1952; en 1981 Waltari escribió una precuela, Nouri Johannes, que se publicó póstumamente) se presenta como el diario del protagonista, fechado entre el 12 de diciembre de 1452 y el 29 de mayo de 1453, con una última anotación al día siguiente de la caída de la ciudad y un epílogo, de una mano distinta. Este Angelo, en cuyo nombre resuena el ángel anunciador de la muerte, ese ángel sombrío del título, es un misterioso hombre maduro de origen francés y griego que ciñe cimitarra turca, conoce las técnicas de los derviches de Torlak y ha sido maestro e incluso amigo de Mohamed II. Dice que busca la muerte en las murallas de Constantinopla -ése es su leitmotiv-, pero una misión secreta es lo que le lleva a la ciudad condenada. La recorre cual un Cioran del Bósforo describiendo con palabras bellísimas su decadencia y hermosura lúgubres, su agonía, que halla un eco exacto en su propia alma. La ciudad duda, se enreda en sus conspiraciones, despereza cansinamente sus defensas meciéndose en una vaga sensación de inexorabilidad. A su vez, el emperador Constantino es un hombre marchito y solitario, que ha perdido su original altivez y es consciente de su mala estrella (afortunadamente siempre nos quedará el linaje de los Cantacuzeno para alumbrar princesas y algún piloto de caza). El villano de la historia es el megaduque Notaras, cuya hija Ana y Angelos iniciarán una historia de amor tan desgraciada como la ciudad. La narración culminará con el último asalto y la caída de Constantinopla en una sucesión de escenas que más allá del fragor y el horror, de la crueldad y el heroísmo postreros deja un regusto de honda tristeza, como si el hundimiento de ese mundo nos atañera personalmente y el ángel oscuro de dolorosos borceguíes escarlata hubiera dejado también para nosotros un mensaje de desesperación, tinieblas y olvido.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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