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QUINTO CONGRESO SOCIALISTA

El PSE afronta el congreso de la alternativa

Patxi López ofrece consensos básicos para la paz y para lograr el encaje de Euskadi en España

Si a Patxi López le hubieran dicho en marzo de 2002, tras alcanzar la secretaría general del PSE en el congreso extraordinario forzado por la dimisión de Nicolás Redondo Terreros, que en 2005 iba a liderar un partido cohesionado, con los mejores resultados de su historia en unas elecciones autonómicas y a cuatro escaños del PNV, probablemente no se lo hubiera creído.

A esta situación novedosa para el PSE han ayudado factores de todo tipo. Alguno exógenos, entre los que destaca el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero en España. El efecto Zapatero ha supuesto una inyección de oxígeno que ha revitalizado el magma interno de la militancia del PSE como no se conocía desde los tiempos dulces de Felipe González. Pero también el hecho objetivo de que, tras más de dos años sin que ETA asesine a ningún cargo público constitucionalista, los socialistas han podido separarse con más facilidad de la entente que mantuvieron con el PP de Jaime Mayor Oreja en las autonómicas de 2001. Entonces, populares y socialistas caminaban de la mano, entre otras cosas, porque también iban juntos a despedir a los compañeros caídos por la balas y las bombas etarras. En esa situación, el constitucionalismo, en mayúsculas, actuaba como barrera de contención y borraba las diferencias ideológicas y de estrategia sobre la cuestión vasca que siempre han existido entre socialistas y populares. Diferencias que en estos tres años han vuelto a aflorar con fuerza de la mano de Patxi López y de María San Gil, la heredera del legado de Mayor Oreja en el PP.

Muchos en el partido piensan que lo más difícil está aún por llegar. Y que los errores se pueden pagar caros

La tercera gran razón, en clave interna, es que el sector crítico redondista ha preferido hacer política durante estos tres años en colectivos cívicos como ¡Basta Ya!, la Fundación para la Libertad o el Foro Ermua. Las reuniones del Comité Nacional del PSE, antaño altavoz de la cacofonía interna del partido, ratifican ahora casi a la bulgara las líneas maestras definidas por la ejecutiva.

Los críticos auguraban un partido arrodillado ante el PNV y la vuelta a los gobiernos de los 80 para moderar al nacionalismo. Pero López ha buscado la centralidad, manteniéndose firme durante la anterior legislatura ante la "apuesta rupturista" del plan Ibarretxe. Ha combinado esa firmeza en los principios y en el cumplimiento de las reglas de juego con una apuesta por la reforma estatutaria que busca mejorar el autogobierno y el encaje de Euskadi en la "España plural" de Zapatero. Es ahí donde se sitúa la propuesta de reforma estatutaria del independiente y ex peneuvista Emilio Guevara, elaborada en diciembre pasado, en la que el PSE hablaba por primera vez de Euskadi en clave de "comunidad nacional". Una terminología posteriormente corregida en la Conferencia Política de marzo de 2005 para constitucionalizarla.

Este panorama de calma interna y buenos resultados electorales ha dejado el camino libre para que la dirección surgida del congreso extraordinario haya podido ir construyendo poco a poco su "alternativa autonomista, progresista y vasquista", alejada del "frentismo del PP y del PNV", pero con la mano tendida para los pactos básicos del país en "libertades, pacificación y reforma del Estatuto", tal y como señala la ponencia Política del quinto congreso de los socialistas vascos. López quiso hacer hacer creíble la apuesta de su partido por ser "alternativa" al nacionalismo disputando la investidura a Ibarretxe con un programa de gobierno propio.

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Sin embargo, son muchos en el partido los que piensan que lo definitivo y lo más difícil está aún por llegar. De entrada, la Ponencia Política que discutirán en el Palacio Euskalduna de Bilbao los 533 delegados socialistas el próximo fin de semana ha dejado para después de los comicios locales de 2007 la definición de la política de alianzas. Y está por precisar el papel que debe jugar el PSE en la mesa de partidos para la "normalización" que el lehendakari Ibarretxe plantea como bandera para esta legislatura.

Los socialistas creen ver un ligero cambio de rumbo en el PNV de Josu Jon Imaz. Pero, tras los contactos al más alto nivel de los últimos meses, están persuadidos de que el giro -que no rectificación- va a ir más despacio de lo que desearían. Lo contrario podría incluso debilitar internamente la posición de Imaz. En ese contexto complejo, los errores se pueden pagar muy caros. Así lo entiende López. "Todavía estamos empezando. Lo que no podemos hacer es cometer errores", dice. Por ejemplo, "ir dando pasos sin tener el consenso suficiente", apunta. Es en este terreno donde se juega el PSE su apuesta por la alternativa.

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