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La heredera del legado del poeta Javier Egea, en libertad con cargos por simulación de delito

Helena Capetillo fue detenida tras ser acusada de presentar una denuncia falsa

Helena Capetillo, heredera del legado del poeta granadino Javier Egea por voluntad de éste, fue detenida la pasada semana acusada de haber simulado un delito y de haber presentado una denuncia falsa, ambas relacionadas con el caso de los manuscritos y la biblioteca del escritor (ver EL PAÍS de ayer). El pasado 17 de septiembre, el poeta Luis García Montero, amigo personal de Egea, desvelaba que parte de la biblioteca personal se encontraba en las instalaciones de Betel, una asociación que se dedica a la reinserción de toxicómanos, entre otras tareas benéficas.

Tanto García Montero como el poeta José Carlos Rosales y el pintor Juan Vida pudieron adquirir a un precio ridículo ejemplares que pertenecieron a Egea y que constaban de distintas anotaciones, comentarios y dedicatorias. Tras saltar el asunto a la prensa, Helena Capetillo presentó una denuncia contra la empresa, en la que la acusaba de haber robado durante una mudanza varias cajas con libros y manuscritos que podrían resultar de gran valor.

Una vez que el Cuerpo Nacional de Policía tomó declaración a los amigos del poeta y a los responsables de Betel se ordenó la detención de Capetillo. Según fuentes cercanas a la investigación, que se está llevando a cabo por agentes de la comisaría del Zaidín, el mismo barrio en el que vivió y al que cantó Egea, la heredera insinuó de manera "real o fingida" que entre los materiales "robados" podían encontrarse manuscritos. Acto seguido se llamó a declarar a los responsables de la asociación, que dieron una versión de lo ocurrido que ha dado un giro de 180 grados a la investigación, convirtiendo a la denunciante en denunciada.

Mudanza

Según Betel, Capetillo contrató a la asociación sus servicios para realizar una mudanza, que fue presupuestada en 300 euros. Cuando el servicio había concluido, Capetillo dijo disponer de 250 euros, de los cuales quería emplear 10 para invitar a los empleados a "unas cañas". Por tanto, faltaban 60 euros para salvar la deuda y fue la propia heredera la que propuso que se llevaran varias cajas de libros para finiquitar el pago, a lo que la empresa accedió.

Parece obvio que Betel no era consciente del valor de lo que recibía, ya que algunos de los compradores de parte del legado han confirmado que en ningún caso pagaron más de ocho euros. Este dato despertó en la policía la sensación de que la denuncia resultaba "inverosímil". Además, Betel es una asociación con una reputación "intachable", de la que tanto el organismo policial como el judicial tienen informes muy positivos por su trabajo cara a la sociedad. Éste es otro de los aspectos que puso en alerta a los investigadores, dado el "daño irreparable" que podría sufrir la asociación, siempre en declaraciones de fuentes cercanas al caso que prefieren mantener el anonimato.

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Las cajas presuntamente entregadas por Capetillo a los autores de la mudanza eran "muy voluminosas" y podían albergar en torno a 120 libros. Además, se encontraban en muy mal estado ya que "debían de llevar varios años" en una habitación muy húmeda en la que "costaba trabajo respirar".

La línea principal de la investigación trata ahora de aclarar si existían o no manuscritos entre los libros que se encontraron en las instalaciones de Betel y de una librería virtual con sede en el municipio granadino de La Zubia, y si pudieran ser importantes para la edición de una antología que fue preparada por el autor poco antes de morir y que la heredera tiene comprometida con la editorial Lumen, que ha adquirido los derechos de esta obra por 10 ediciones sin límite de tiempo y que pagó a Capetillo un anticipo de 1.200 euros.

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