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Los teólogos critican a la Iglesia por ejercer violencia contra las mujeres

La Asociación Juan XXIII cierra su congreso pidiendo paz con justicia

Las grandes religiones no se llevan bien con las mujeres, pese a que sus fundadores tuvieran madres o esposas encumbradas en la hagiografía y la devoción de sus seguidores. El congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII lo subrayó ayer, en su mensaje final, criticando esa circunstancia, "especialmente en la Iglesia católica, cuya jerarquía no suele condenar la violencia de género y, en algunos casos, la fomenta y la ejerce".

"Tengo 60 años y toda mi vida he querido ser cura. Pero la Iglesia lo prohíbe y acaba de expulsar de su seno a nueve mujeres por recibir la ordenación. Éste también es un acto de terrorismo contra las mujeres".

La voz de esta teóloga se alzó ante las 1.200 personas que asistían ayer en el salón de actos de Comisiones Obreras de Madrid a la clausura del 25º Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. La mujer dijo su nombre, Mercedes Carrizosa, subrayando así una denuncia que sonó a trallazo en el coloquio que siguió a la última ponencia del congreso, dictada por el emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca Casiano Floristán.

El congreso se cerró con una misa, oficiada en la parroquia de Guadalupe, en Madrid, dirigida por una comunidad de sacerdotes mexicanos, y la consabida colecta, que sumó 12.110 euros, se destinará para proyectos de solidaridad en América Latina y África.

Los congresistas dedicaron tiempo a analizar la violencia contra las mujeres (en la sociedad y en las religiones), pero subrayaron también la violencia "muy presente" en el deporte y en la educación, y otra que "clama al cielo": la que se ejerce contra los niños, como demuestra la terrible situación de los niños esclavos en África.

Religiones y guerras

Sobre la guerra, el congreso acudió a los clásicos para rebatirlos. Sin citar a Cicerón, se hace eco del principio romano "si quieres la paz, prepara la guerra" (si vis pacem, para bellum), y sin citar a san Agustín, que trasladó al cristianismo esa funesta teoría al pie de la letra, los teólogos concluyen: "La paz es uno de los bienes más anhelados por la humanidad, pero, al mismo tiempo, uno de los más frágiles y amenazados".

También lamentan que el choque de civilizaciones constituya el guión de la política internacional y asigne a las religiones la función ideológica de legitimar el enfrentamiento entre culturas.

Obstáculos para el logro de la paz son los distintos terrorismos, que los teólogos señalan con el dedo: "El de Estado y del Imperio, que, en aras de su poder omnímodo, agrede a sociedades enteras; el ecológico, que defiende las hazañas tecnológicas más deslumbrantes generando muerte en derredor; el terrorismo de masas, que, a veces, surge de la miseria; el terrorismo de raíz religiosa, que apela a la imagen de un Dios violento, muy presente en la mayoría de las religiones y en los teísmos políticos para justificar acciones terroristas, agresiones bélicas e invasiones". Concluyen: "No hay paz social sin justicia económica y ecológica. Como afirma el salmo, 'la justicia y la paz se besan".

Antes, el teólogo Casiano Floristán (Arguedas, Navarra, 1926) había dicho que la verdadera reconciliación sólo es posible si quienes ejercen la violencia renuncian a ella y quienes la sufren están dispuestos a perdonar. "Los atentados son una rémora para el desarrollo y una distracción para el pueblo pobre, que no reclama un reparto justo de las riquezas del petróleo".

Floristán recordó que el jesuita español Ignacio Ellacuría, asesinado en El Salvador en 1989, decía que "suele condenarse la violencia antisistema, no la del sistema". "La verdadera paz es obra de la justicia, no hay paz en un mundo injusto", concluyó.

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